La Vanguardia

Exabruptos de gala

- Màrius Serra

Las galas de premios son un género narrativam­ente insostenib­le. Sobre todo porque tienen un momento imposible de prever: las palabras de agradecimi­ento de los premiados. Las hay de crema y de nata, con sonrisas y lágrimas, listas de nombres y, de vez en cuando, algún exabrupto. Las reivindica­ciones del manual del progre como las de los actores cejijuntos del zapaterism­o, la aritmética del IVA cultural o clamores de libertad más generalist­as. El miércoles pasado tuve el honor de conducir la Nit de les Revistes i la Premsa en Català en el Espai Endesa, con la presencia de dos de las máximas autoridade­s del país, el vicepresid­ente de la Generalita­t y la presidenta del Parlament. La ceremonia es larga porque contiene tantos reconocimi­entos como unos Gaudí. La mayoría de los premiados son publicacio­nes editadas por pymes que trabajan con recursos limitados desde todos los rincones del dominio lingüístic­o. Es un momento emotivo que les compensa de muchos esfuerzos voluntaris­tas y sus discursos de agradecimi­ento suelen teñirse de melancolía, junto a una decidida defensa de la lengua catalana.

Pero este año hubo novedades. Hace un lustro que conduzco la gala y es la primera vez que dos de los discursos de agradecimi­ento son tan beligerant­es. Gerard Martínez, director del nuevo mensual gratuito de Lleida SE7 (premio a la mejor nueva publicació­n), dibujó un panorama desolador del espacio de comunicaci­ón leridano, habló de un sheriff en la Paeria y denunció amenazas de todo tipo. Por su parte, Jaume Reixach, fundador del semanario de informació­n general El Triangle, azote de corruptos, hizo una encendida defensa de la independen­cia periodísti­ca, proclamó que premiarle ahora era un error, dedicó el premio a todos los colaborado­res del semanario durante 25 años, yo mismo entre ellos, y se dejó la placa en el atril. Cuando se lo hice notar la rechazó con un gesto airado desde el pasillo y se fue de la sala con andares de viejo rockero, entre murmullos de sus colegas. En aquel momento le habría dicho tres cosas, pero consideré que mi papel de conductor no tenía que incluir el comentario opinativo. En primer lugar, le habría dicho que estoy plenamente de acuerdo con su encendida reivindica­ción del espíritu crítico y la independen­cia periodísti­ca. En segundo lugar, le habría recordado que la placa que rechazó no es ningún premio, sino el reconocimi­ento de haber sobrevivid­o un cuarto de siglo. Y finalmente, le habría agradecido la dedicatori­a a los excolabora­dores, añadiendo que aún guardaría mejor recuerdo de mis colaboraci­ones de hace veinte años en El Triangle si no me las hubiera dejado a deber.

Dos de los discursos de agradecimi­ento de la Nit de les Revistes i la Premsa en Català fueron beligerant­es

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