Exabruptos de gala
Las galas de premios son un género narrativamente insostenible. Sobre todo porque tienen un momento imposible de prever: las palabras de agradecimiento de los premiados. Las hay de crema y de nata, con sonrisas y lágrimas, listas de nombres y, de vez en cuando, algún exabrupto. Las reivindicaciones del manual del progre como las de los actores cejijuntos del zapaterismo, la aritmética del IVA cultural o clamores de libertad más generalistas. El miércoles pasado tuve el honor de conducir la Nit de les Revistes i la Premsa en Català en el Espai Endesa, con la presencia de dos de las máximas autoridades del país, el vicepresidente de la Generalitat y la presidenta del Parlament. La ceremonia es larga porque contiene tantos reconocimientos como unos Gaudí. La mayoría de los premiados son publicaciones editadas por pymes que trabajan con recursos limitados desde todos los rincones del dominio lingüístico. Es un momento emotivo que les compensa de muchos esfuerzos voluntaristas y sus discursos de agradecimiento suelen teñirse de melancolía, junto a una decidida defensa de la lengua catalana.
Pero este año hubo novedades. Hace un lustro que conduzco la gala y es la primera vez que dos de los discursos de agradecimiento son tan beligerantes. Gerard Martínez, director del nuevo mensual gratuito de Lleida SE7 (premio a la mejor nueva publicación), dibujó un panorama desolador del espacio de comunicación leridano, habló de un sheriff en la Paeria y denunció amenazas de todo tipo. Por su parte, Jaume Reixach, fundador del semanario de información general El Triangle, azote de corruptos, hizo una encendida defensa de la independencia periodística, proclamó que premiarle ahora era un error, dedicó el premio a todos los colaboradores del semanario durante 25 años, yo mismo entre ellos, y se dejó la placa en el atril. Cuando se lo hice notar la rechazó con un gesto airado desde el pasillo y se fue de la sala con andares de viejo rockero, entre murmullos de sus colegas. En aquel momento le habría dicho tres cosas, pero consideré que mi papel de conductor no tenía que incluir el comentario opinativo. En primer lugar, le habría dicho que estoy plenamente de acuerdo con su encendida reivindicación del espíritu crítico y la independencia periodística. En segundo lugar, le habría recordado que la placa que rechazó no es ningún premio, sino el reconocimiento de haber sobrevivido un cuarto de siglo. Y finalmente, le habría agradecido la dedicatoria a los excolaboradores, añadiendo que aún guardaría mejor recuerdo de mis colaboraciones de hace veinte años en El Triangle si no me las hubiera dejado a deber.
Dos de los discursos de agradecimiento de la Nit de les Revistes i la Premsa en Català fueron beligerantes