¿Dónde esta el mayor contrasentido?
Es francamente difícil escoger dónde se alcanza el grado máximo de contrasentido en este desagradable asunto. Y desde el inicio, porque, en resumen, lo que ocurrió es lo siguiente: un ciudadano extravía su perro, discute con un vecino, llegan los Mossos, pierde los estribos, es detenido de forma violenta y acaba muerto. Ya de arranque es un desatino, igual que muchas de las cosas que han ocurrido después, con el cuerpo policial poniendo trabas a la investigación de forma casi obscena, como cuando se pidió un análisis del vello de los agentes que intervinieron y estos aparecieron depilados en el juzgado.
Cuando llega la hora del juicio, el presidente del jurado ordena que no se graben las declaraciones, aludiendo a los perjuicios que causa la imagen. (Lo mismo debió de pensar la agente que el día en que ocurrió todo subió a un piso y obligó a borrar el contenido del móvil de una vecina). El debate entre lo público y privado en el proceso judicial no es sencillo, pero la justicia no parece entender siempre que estamos en el siglo XXI, en el tiempo de la imagen y de las nuevas tecnologías, y, que nos guste o no, han venido para quedarse. La imagen es tan informativa como la palabra e intentar limitarla es ponerle puertas al campo. Pero en el auto que ordenaba la restricción había otros dos puntos para estudiar: uno, la referencia a la diferente interpretación que se puede hacer de un asunto dependiendo del medio. Eso es lo que delimita una sociedad libre: si algo es ilegal, se denuncia, y si no gusta un canal, se cambia. Pero impedir la opción a priori es, como mínimo, peligroso. Y el otro es a la permanencia de las imágenes en internet; una discursión peliaguda sobre todo en episodios que sí ocurren y no en vulgares difamaciones. Internet es la versión moderna de hemerotecas y bibliotecas, que ya sabemos que es de lo primero en arder en determinados momentos de la historia. La memoria es una carga muy pesada.
Pero el auto quedó sobrepasado por la velocidad de los acontecimientos, tan característica de nuestros tiempos. Defensas y acusaciones llegaron a un acuerdo, que, sobre todo, satisface a la familia de la víctima. Entre las penas que aceptan los mossos está acudir a un curso de derechos humanos. Pero bueno, ¿esto no se estudia en la academia, antes de ser policía?