El cisma de Aranguren
Si durante años Vic era conocida como la Ciutat dels Sants, en el antiguo icono del catolicismo hoy conviven ciudadanos de diferentes etnias, culturas y religiones. Más allá de las transformaciones coyunturales, de la entrada de aires nuevos y de la creación de la universidad, el hecho de que una cuarta parte de la población esté conformada por inmigrantes extranjeros ha modificado la configuración levítica del disco duro vicense.
Aunque los cambios sociales nunca son producto de un solo día, a veces se producen acontecimientos aparentemente intranscendentes que sacuden los cimientos de la tradición. Eso es lo que pasó en Vic, en la alborada de los años setenta, en el Casal d’Acció Catòlica, con motivo de una conferencia organizada por la Escola de Teología titulada El erotismo en el contexto sociocultural de nuestra sociedad, pronunciada por el filósofo José Luís López Aranguren (1909-1996). El auditorio se abarrotó de monjas y curas, cristianos de base, militantes antifranquistas y estudiantes del instituto Jaume Callís, un centro público y mixto de enseñanza secundaria abierto hacía poco.
Aranguren, antiguo militante falangista, había experimentado una profunda deriva hacia posiciones progresistas en la vertiente política y se había convertido en un durísimo crítico del franquismo y el integrismo católico. El profesor venía de pasar los dos últimos años en California, donde había contactado con intelectuales de la contracultura americana. Su fina ironía consiguió que el acto estuviera
Un sacerdote abandonó la sala indignado, seguido de un grupo de monjas
plagado de carcajadas de aprobación mayoritarias y de los murmullos y lamentos de una minoría que no encajó el planteamiento de la conferencia.
Aranguren ridiculizó la moral sexual y la visión rancia que las jerarquías católicas tenían del erotismo, y apostó por la apertura mental y la aceptación de nuevas costumbres. Partidario de descriminalizar el sexo y de acabar con el sentimiento de culpa suscitado por las relaciones sexuales, se manifestó próximo a algunos psicoanalistas de la época, como Erich Fromm. También criticó la comercialización del erotismo, en el sentido de sacarle su fuerza liberadora de energías positivas y vitales, en beneficio del negocio sin escrúpulos.
En el coloquio posterior hubo un duro enfrentamiento verbal entre Aranguren y un filósofo tomista arraigado en la teología ortodoxa. Pero el momento culminante llegó cuando el viejo profesor afirmó que el modelo familiar católico era tan respetable como otros modelos familiares alternativos. A partir de aquí la división entre partidarios y detractores de las tesis del orador se precipitó y un sacerdote abandonó la sala indignado, seguido de un grupo de monjas. Curiosamente, una veintena de monjas se quedaron y aplaudieron a Aranguren, junto a los cristianos de base, los estudiantes y otros asistentes.