La Vanguardia

Retrato de una barcelones­a

- Miquel Molina

En los primeros retratos que de ella pintó Ramon Casas, la joven mujer se nos ofrece con el refinamien­to con que Adele BlochBauer posó en 1907 para Klimt. El erotismo sereno de algunos de los cuadros reunidos en el Cercle del Liceu evoca el que impregna la Lady Agnew of Lochnaw, de Sargent, mientras que en el sorprenden­te lienzo en el que se muestra su torso desnudo vemos a la Venus Verticordi­a de Dante Gabriel Rossetti. Y cuando ya han transcurri­do unas décadas desde los inicios fogosos de la pareja, la retrata Casas con la solemnidad madura pero asexuada de la protagonis­ta de Otoño de Édouart Manet.

Júlia Peraire es todas las mujeres en una. Durante 25 años, Casas retrató las diferentes etapas de la vida de su amante, esposa y modelo sin ahorrarse los años en que su belleza ya declinaba. La exposición nos ofrece así un descarnado paseo por el auge y la decadencia inexorable de una historia de amor (otra cosa es la presunta complicida­d entre ambos que sugieren los lienzos de los años de madurez).

Pero el gran mérito de la muestra inaugurada ayer es situar un potente foco sobre un personaje de la Barcelona de principios del siglo XX que hasta ahora habíamos conocido siempre a la sombra de la arrollador­a personalid­ad de Casas. De alguna manera, es la propia Júlia la que cobra vida en los salones del Cercle, emergiendo por primera vez como un referente fundamenta­l de la obra del pintor y eclipsando el resto de sus creaciones.

¿Es esta una apreciació­n injusta para un artista que pintó también La càrrega, Au Moulin de la Galette, Ramon Casas y Pere Romeu en un tándem o algunos de los anuncios más elegantes que haya dado la publicidad en este país? Tal vez sí, pero la visión que tenemos de los artistas es susceptibl­e de modificars­e según se reinterpre­ta su obra con el paso del tiempo. El pobre Courbet nunca se hubiera imaginado que su Origen del Mundo, una tela que pintó secretamen­te por encargo y que nunca expuso, sería, siglo y medio después, su cuadro más popular. La exposicion Júlia, el desig.

Ramon Casas es una operación de rescate de un personaje olvidado que merece ser tenido en cuenta en una ciudad donde no abundan los iconos relacionad­os con el arte. Júlia Peraire, una mujer de belleza muy contemporá­nea, se nos aparece en el retrato que de ella hace Isabel Coll como una mujer libre que vivió la vida que quería vivir. Como una barcelones­a de hoy.

El foco que la exposición sitúa sobre Júlia es tan potente que eclipsa el resto de la obra de Casas

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CERCLE DEL LICEU Júlia, 1911; un retrato a carbón y lápiz de la colección Gadea
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