Retrato de una barcelonesa
En los primeros retratos que de ella pintó Ramon Casas, la joven mujer se nos ofrece con el refinamiento con que Adele BlochBauer posó en 1907 para Klimt. El erotismo sereno de algunos de los cuadros reunidos en el Cercle del Liceu evoca el que impregna la Lady Agnew of Lochnaw, de Sargent, mientras que en el sorprendente lienzo en el que se muestra su torso desnudo vemos a la Venus Verticordia de Dante Gabriel Rossetti. Y cuando ya han transcurrido unas décadas desde los inicios fogosos de la pareja, la retrata Casas con la solemnidad madura pero asexuada de la protagonista de Otoño de Édouart Manet.
Júlia Peraire es todas las mujeres en una. Durante 25 años, Casas retrató las diferentes etapas de la vida de su amante, esposa y modelo sin ahorrarse los años en que su belleza ya declinaba. La exposición nos ofrece así un descarnado paseo por el auge y la decadencia inexorable de una historia de amor (otra cosa es la presunta complicidad entre ambos que sugieren los lienzos de los años de madurez).
Pero el gran mérito de la muestra inaugurada ayer es situar un potente foco sobre un personaje de la Barcelona de principios del siglo XX que hasta ahora habíamos conocido siempre a la sombra de la arrolladora personalidad de Casas. De alguna manera, es la propia Júlia la que cobra vida en los salones del Cercle, emergiendo por primera vez como un referente fundamental de la obra del pintor y eclipsando el resto de sus creaciones.
¿Es esta una apreciación injusta para un artista que pintó también La càrrega, Au Moulin de la Galette, Ramon Casas y Pere Romeu en un tándem o algunos de los anuncios más elegantes que haya dado la publicidad en este país? Tal vez sí, pero la visión que tenemos de los artistas es susceptible de modificarse según se reinterpreta su obra con el paso del tiempo. El pobre Courbet nunca se hubiera imaginado que su Origen del Mundo, una tela que pintó secretamente por encargo y que nunca expuso, sería, siglo y medio después, su cuadro más popular. La exposicion Júlia, el desig.
Ramon Casas es una operación de rescate de un personaje olvidado que merece ser tenido en cuenta en una ciudad donde no abundan los iconos relacionados con el arte. Júlia Peraire, una mujer de belleza muy contemporánea, se nos aparece en el retrato que de ella hace Isabel Coll como una mujer libre que vivió la vida que quería vivir. Como una barcelonesa de hoy.
El foco que la exposición sitúa sobre Júlia es tan potente que eclipsa el resto de la obra de Casas