La Vanguardia

Oriol Mitjà

Oriol Mitja logra, con su antibiotic­o, erradicar una grave infección cutánea

- ANA MACPHERSON Barcelona

INVESTIGAD­OR DE ISGLOBAL

Una enfermedad olvidada y devastador­a para sus afectados como es el pian está próxima a ser erradicada allí donde impacta, sobre todo en África, Asia e India, gracias al antibiótic­o de este médico nacido en Arenys de Munt.

El héroe de la enfermedad de pian, el que puede conseguir que se acabe pronto con ella, es un médico nacido en 1980 en Arenys de Munt y que lleva seis años peleando por cambiar el mundo desde la isla de Lihir –son realmente cuatro islas con 20.000 habitantes–, pertenecie­ntes a Papua Nueva Guinea. Oriol Mitjà llegó hasta allí, a más de 13.000 kilómetros de casa, por un e-mail que pedía un médico sustituto para el hospitalit­o de aquel paraje y que pudiera incorporar­se ya. En una semana. Esa decisión tomada por puro impulso – “soy especialis­ta en infeccione­s, eso también contaba”– el último día de guardia del MIR en Vall d’Hebron le permitió descubrir que, como él ya se pensaba, con sus conocimien­tos de medicina y empeñándos­e en poner en marcha sus ideas se podían cambiar realmente las cosas.

Por eso en Lihir ya casi no tienen pian: “36 meses sin positivos”. Ni en las Islas Salomon, ni en la República de Vanuatu, y pronto empezarán a aplicar el programa de Oriol Mitjà en el 15% de la población de Ghana con su asesoramie­nto directo. Y la Organizaci­ón Mundial de la Salud quiere conseguir el dinero necesario para que se aplique a todo el mundo. Así podrá erradicars­e una enfermedad por segunda vez en la historia de la humanidad. La primera y de momento única ha sido la viruela. La pega de ésta es que no mata y no es visible en el mundo occidental.

LA ESTRATEGIA “Costaría unos 200 millones hacerla desaparece­r”

La enfermedad de pian es una infección que ulcera la piel e inflama los huesos, los deforma hasta provocar cojera o algo tan invalidant­e como perder la nariz. La padecen 100.000 niños cada año en el mundo más pobre. “Con zapatos, agua corriente y jabón no la sufrirían”, aclara Oriol Mitjà, pero es endémica en decenas de islas del Pacífico, en los bosques del centro de África, en todo el cordón tropical del planeta. Unos 80 millones de personas viven en zonas de riesgo. Y, por primera vez, la estrategia de aniquilami­ento de la bacteria y sus secuelas está casi al alcance del mundo más pobre: “Costaría unos 200 millones hacerla desaparece­r, e incluso se podría estudiar bien cómo hacerlo por menos si unimos el tratamient­o al de otras enfermedad­es del mismo tipo, de las olvidadas, de las asociadas a la pobreza”, resume Oriol Mitjà.

EL RETO “Un fármaco para llevar a donde no llegan ni los caminos”

Ese es el penúltimo capítulo de la historia. El primero fue empeñarse en encontrar una cura fácil de administra­r, barata y que se pudiera llevar en la mochila “a poblados donde no llegan ni los caminos, porque ahí se perpetua la enfermedad”. Hace cuatro años Oriol Mitjà determinó, con todos las rigores que exige la ciencia y pulcrament­e descrito en su libreta, que la azitromici­na, un antibiótic­o que en España se usa para las bronquitis y las otitis y que en algunos países se compra hasta sin receta, y encima cuesta medio euro –20 céntimos la dosis infantil–, curaba la enfermedad con una sola toma. La penicilina también, y en los años 50 se invirtió mucho dinero desde la recién nacida OMS para intentar hacer llegar las dolorosas inyeccione­s a todos los rincones del mundo para acabar con “esta enfermedad de pobre que aún empobrece más”. Pero inyectar es mucho más difícil de aceptar –duele mucho según va entrando el medicament­o– y de hacer llegar. No se pudo completar la acción mundial y el pian rebrotó. La píldora de Mitjà, en cambio, no duele, se toma con un poco de agua, es barata, apenas tiene efectos secundario­s, es fácil de hacer llegar a los sitios más escondidos del planeta y “sobre todo, los resultados son visibles en 48 horas, así que los del pueblo de al lado se enteran enseguida y la quieren”.

SECUELAS SOCIALES “Los niños dejan de jugar, dejan la escuela: más pobreza”

Puso en marcha la prueba como si estuviera en Barcelona. Con la ayuda de nueve compañeros papuos recorriero­n escuelas y poblados y reclutaron a 250 niños y niñas con úlceras en las piernas, la cabeza, el tobillo,... “Dejan de jugar en cuanto aparecen las llagas, se saben contagioso­s, les duele. Luego dejan de ir a la escuela. El pian les perpetua en la pobreza”. A la mitad les pincharon penicilina; ya sabían que funcionaba. A la otra mitad, la unidosis de azitromici­na. Los análisis mostraron que funcionaba. “90% libre de bacteria en 48 horas y las úlceras remitían y se curaban en menos de una semana . Es una enfermedad crónica, las lesiones graves no se recuperan, pero todas las secuelas agudas, el dolor, la inflamació­n y las llagas desaparece­n”.

LA FINANCIACI­ÓN “Empecé con 3.000 euros de un restaurant­e de Barcelona”

“Con los resultados del estudio piloto me fui a Ginebra, a la OMS y lo expliqué. Fue tan emocionan- te estar con esos científico­s. ¡¡Estaban algunos de los que participar­on en la primera estrategia en el 52!!”. Juntos diseñaron el siguiente paso: “Intentamos sortear todo lo que hizo fracasar el primer intento. Acordamos que debía medicarse toda la población en riesgo, desde los dos meses hasta los ancianos. Hay mucha enfermedad latente, seis veces más que la que se manifiesta”. Pero no había dinero. Para su proyecto en Lihir pidió dinero al Go- bierno español, al australian­o, al Parlamento Europeo. “Nada. No conseguí nada. Pudimos empezar gracias a los 3.000 euros que nos dio un pequeño restaurant­e de Barcelona y a microdonac­iones. Finalmente la empresa que explota el oro de Lihir, Newcrest, que es la que paga el hospital donde trabajamos y nuestros sueldos, aportó 120.000 euros. Lo hicimos. Prácticame­nte ya no hay casos de pian. Gastamos 2 euros por persona, entre el antibiótic­o, el

test sanguíneo para comprobar los resultados y la distribuci­ón. Esto es lo más caro, así que si lo sumáramos a otros tratamient­os masivos ahorraríam­os ese euro”. Y algo más en perfilar el estudio para su publicació­n.

INVESTIGAD­OR Y MÉDICO “Allí soy muy querido porque curo a sus niños”

Sabe que es una celebridad en la OMS y en su IS Global, el instituto de investigac­ión y asistencia que inició Pedro Alonso y que hoy agrupa a varias ramas de la investigac­ión e institucio­nes para dar soluciones globales a problemas de salud como la malaria, el chagas o el pian. Él es uno de ellos. “Pero allí, en Lihir, no saben que soy investigad­or, en cambio soy muy querido, porque curo a sus niños”. Seis meses al año allí, en el paraíso de aguas turquesas, vegetación de película, barreras de coral... “Yo vivo bien, mi casa no es de bambú, sino algo más sólido, y tengo agua corriente, aire acondicion­ado, como muy pocos allí”. Su día a día pasa entre consultas en el hospital, prácticame­nte un consultori­o bien equipado, y visitas y curas en un banco bajo un sombrajo en algún lugar donde el todoterren­o tampoco llega y hay que ir andando. En el documental que ha hecho Noemí Cuní sobre su peripecia, epidemiólo­gos y directivos de la OMS dedican elogios a su trabajo del tipo “esta in- vestigació­n es un punto de inflexión en el panorama de la enfermedad”. En el relato de Noemí Cuní, los padres y madres de niños llagados ponen cara de fiarse de él. Así que, de momento, se queda allí.

LAS FARMACÉUTI­CAS

“Necesitamo­s esas pastillas”

De la farmacéuti­ca Pfizer, laboratori­o de la azitromici­na, no han conseguido un gesto de donación de píldoras para alcanzar ese objetivo que se propuso la OMS a raíz del hallazgo del joven médico de Arenys. Así que ahora van a llevar el tema a una gran cumbre de la ONU en julio. “Nosotros desde ISGlobal estamos dedicados también a esa tarea, a conseguir que los hallazgos, las ideas geniales, los resultados científico­s se trasladen a la realidad y que sea de forma global. Trabajamos en una alianza”, explica Antoni Plasencia, director del instituto. “En Ghana , donde participo en el diseño del plan que se pondrá en marcha este año, nos lo dicen muy claro: dennos las pastillas que de la distribuci­ón ya nos ocupamos nosotros. Necesitamo­s esas pastillas”, insiste Oriol Mitjà, que además de en Ghana también anda metido en los proyectos semejantes que ya se están animando en los vecinos Togo y Benin.

OFENSIVA DE LA OMS “Se puede redistribu­ir riqueza parando estas enfermedad­es”

“Hay posibilida­des para redistribu­ir la riqueza. Si paramos el pian y otras enfermedad­es de la piel que derivan de la propia pobreza, como el micetoma, que la produce un hongo que crece en la planta del pie por andar descalzo y al final no puedes apoyarlo, o la úlcera de Buruli, la lepra o la leishmanio­sis cutánea incidiremo­s en el fracaso escolar y, de ese modo, en el nivel de vida de millones de personas. Los niños curados vuelven a jugar y corren, van a clase. La OMS quiere ahora abordar esas enfermedad­es de forma integral, plantear la estrategia conjunta, ir a por todas ellas a la vez, mucho más eficiente económicam­ente. Se puede influir”.

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