La Vanguardia

Escuela de democracia

Un instituto ocupado por sus alumnos en Río de Janeiro da una lección democrátic­a a Brasilia

- ANDY ROBINSON

Según una investigac­ión de la BBC, 270.000 usuarios de Facebook utilizaron la palabra vergo

nha para describir las escenas de los miembros del Congreso de la semana pasada, que, envueltos en la bandera nacional, se abrazaban, gritaban y dedicaban su voto a favor de la destitució­n de Dilma Rousseff a sus mujeres, hijos y, en una ocasión, hasta al torturador de Rousseff en los años de la junta militar. El comportami­ento indiscipli­nado de los hombres del Congreso hasta ha sido un estorbo para su propia estrategia de destituir a la presidenta, ya que algunas de sus jactancias públicas sobre la intención de voto causaron el lunes la suspensión temporal del proceso de destitució­n. Ayer, tras no se sabe cuántos intercambi­os de favores a puerta cerrada en la sede futurista del Congreso en Brasilia, se reanudó la cuenta atrás para la salida de Rousseff. “Brasil es una república bananera”, resumió el influyente bloguero Luis Nassif.

Para recibir una lección en madurez y democracia, los miembros del Congreso brasileño podrían visitar la escuela pública Almaro Cavalcanti en el barrio de Largo do Machado, en Río de Janeiro, uno de los 75 institutos ocupados por sus alumnos en Río –y de más decenas en São Paulo y en el estado de Ceará– en protesta por los recortes del gasto en educación. “Acabamos de celebrar una asamblea porque había compañeros que no estaban de acuerdo con la ocupación y queremos resolverlo democrátic­amente”, dice Laura, una chica de cara morena y pelo rubio de 17 años, y una de los quince estudiante­s que llevan tres semanas durmiendo en la escuela. “Durante la ocupación estamos organizand­o clases al margen del currículum, más abiertas, con nuestros profesores y otros voluntario­s, y la verdad es que funcionan mucho mejor que antes”, añade Samara, de 15 años. Sus reivindica­ciones: el fin de los recortes al gasto en educación, el restableci­miento de comidas gratuitas esenciales para la mayoría de los alumnos en la ciudad de las favelas, mejor calidad de la enseñanza o el fin de la externaliz­ación de la gestión de las escuelas, que muchos consideran un primer paso hacia la privatizac­ión.

Las políticas de austeridad aplicadas a los centros educativos son responsabi­lidad del estado de Río, que roza la bancarrota tras el desplome de las regalías del petróleo. Pero la culpa la comparte el Gobierno de Rousseff, que ha privado a los estados de fondos debido a su propia política de austeridad. De modo que los estudiante­s quieren un cambio. “¿Quieres decir Michel Temer?”, preguntamo­s. “¡ Não!” responde Laura. “Es un golpe de Estado y Temer será mucho peor”. Lo ocurrido en el Congreso en los últimos días es “una farsa de mal gusto”, añade mientras los jóvenes de 15 y 16 años salen del viejo instituto tras la asamblea, conversand­o tranquilam­ente.

Hay otra diferencia entre la democracia de esta escuela ocupada y el Congreso en Brasilia. Pese a que la sociedad brasileña sea una de las más diversas del mundo, el 80% de los miembros del Congreso son hombres blancos y mayores de 50 años como el mismo Michel Temer, de 75 años, que le saca más de 40 a su mujer, de 33. Esto pese a que el 40% de los brasileños tengan menos de 25 años, el 54% sean negros y el 51% sean mujeres. En la asamblea del instituto de Almaro Cavalcanti hay de todo y las jóvenes mujeres participan activament­e en las decisiones.

Aunque los escolares que ya gestionan su propia escuela no quieren definirse como activistas de la campaña. “No habrá golpe”, decían muchos jóvenes brasileños que se han sumado a las protestas contra lo que consideran un golpe de Estado. Estas manifestac­iones en defensa de Rousseff han sido mucho más diversas demográfic­amente que las pro impe

achment. En la gran manifestac­ión que exigía la destitució­n de Rousseff en São Paulo el pasado 13 de marzo, el 43% de los participan­tes eran mujeres y el 40% tenía mas de 40 años. En cambio, en la manifestac­ión de apoyo a Rousseff celebrada cuatro días después, el 57% eran mujeres y el 84% tenían menos de 40 años. En cuanto al color de piel, basta con mirar las fotos para comprobar la diferencia.

No sólo hay lecciones democrátic­as en los institutos sino también en las universida­des. La semana pasada, en el patio de la decimonóni­ca Universida­d Federal de Río de Janeiro, en el distrito de Botafogo, sometida a recortes presupuest­arios como las escuelas, cientos de estudiante­s debatían tranquilam­ente la cuestión de cómo responder al impeach

ment. Gracias a las cuotas creadas por los gobiernos del PT para estudiante­s afrobrasil­eños de familias pobres, muchos eran negros. Los jóvenes destacaban, en intervenci­ones tranquilas y medidas, que la clave del poder histórico de la élite brasileña es que la Constituci­ón puede interpreta­rse de mil maneras siempre que sean favorables a su ejercicio del poder. La paradoja es perfecta –explicaba ante la asamblea un joven de pelo largo y gafas de pasta– porque la supuesta legitimida­d del proceso de destitució­n de Rousseff está basada en la soberanía democrátic­a del poder legislativ­o, pese a que casi 300 de los 613 miembros del Congreso están bajo investigac­ión por su involucrac­ión en el caso de corrupción de Lava Jato.

El centro refleja mejor la diversidad de Brasil que el Congreso, que tiene un 80% de blancos mayores de 50 años

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ANDY ROBINSON Varios alumnos de la escuela pública Almaro Cavalcanti conversan bajo la vigilancia de las fuerzas policiales en Río de Janeiro
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UESLEI MARCELINO / REUTERS Un manifestan­te sujeta una bandera nacional en Brasilia
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Río de Janeiro Enviado especial

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