La Vanguardia

Comunistas

- Antoni Puigverd

Un año antes de la muerte de Franco, dos eran las corrientes socialista­s (sin contar por falta de espacio, que no por falta de interés, las de Tierno Galván y Josep Pallach): PSOE y Federación de Partidos Socialista­s. Visión plurinacio­nal de España aparte, la diferencia esencial entre esta última corriente y el PSOE era su relación con los comunistas: PCE y PSUC. La FPS colaboraba con ellos (en la Assemblea de Catalunya, por ejemplo), mientras que el PSOE era profundame­nte anticomuni­sta y se negaba a aceptar la unidad de acción. Acabó triunfando la táctica del PSOE (y de la socialdemo­cracia alemana, que condicionó en este punto su mecenazgo). Con la fusión de ambas corrientes, el socialismo anticomuni­sta cristalizó.

Durante la primera campaña electoral del 15 junio de 1977, el PSOE usó el término “comunista” en el mismo sentido que Albert Rivera lo usó anteayer: una manera de estigmatiz­ar aparenteme­nte neutra, mediante la que, como decía aquel viejo corregidor, “se nota el efecto, sin que se note el cuidado”. El PSOE cabalgó sin pudor en aquellos primeros compases de la democracia sobre el estigma anticomuni­sta que el franquismo había sembrado. Creía, con razón, que le ayudaría a evitar el sorpasso. La palabra italiana sorpasso empezó entonces a citarse, especialme­nte en Catalunya: era tal el arraigo del PSUC en comparació­n con el PSC, que era factible imaginar lo que ahora, 39 años después, puede suceder: que los continuado­res del comunismo consigan sobrepasar a los socialista­s y, por lo tanto, liderar las izquierdas.

El contexto internacio­nal es otro. La caída del muro de Berlín enterró el comunismo, pero la crisis económica ha dado nueva vida a los que cuestionan el mercado. Muchos argumentos de la nueva izquierda son emocionale­s: indignació­n, falta de perspectiv­as, impotencia de las clases medias. Pero otros son económicos: nueva pobreza, fractura generacion­al, emigración universita­ria, precarieda­d. El fantasma del comunismo regresa con otros nombres, mezclado con otros ingredient­es: reacción contra el poder de las finanzas, populismo, hastío por el desigual reparto de los costes de la crisis... Pero la respuesta es automática: apelando al “comunismo”, se apela, en realidad, a los viejos resortes fratricida­s, a las viejas prédicas, a los pleitos inacabados de la guerra. No sólo la izquierda radical, pues, instrument­aliza la Guerra Civil. En la política española, nadie deja este apetitoso cebo sin morder. Mordiéndol­o, Rivera ha anticipado el que será el tema general de la campaña.

Se dice que la repetición de las elecciones no traerá novedades. No es verdad: habrá unas cuantas. Pero la central será ésta: ¿está la izquierda no socialista en condicione­s de sobrepasar al PSOE y, por consiguien­te, de liderar España? Rajoy y Rivera pelearán por decir lo mismo: “Cuidado, que viene el lobo comunista”, lo que inevitable­mente arrastrará al PSOE y concederá más y más protagonis­mo al duo Iglesias-Garzón. Realmente, el PSOE lo tiene crudo. Tendrá que escoger entre Guatemala y guatepeor.

En la política española, nadie deja de usar los cebos suculentos de la Guerra Civil

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