La Vanguardia

Yo quiero ser Mathieu

- Sergio Heredia

Alguno pensará que siento fijación por Cristiano Ronaldo, pero el ejemplo que contaré ahora me viene al pelo. Hace unos meses, el fenómeno portugués hizo un experiment­o sociológic­o. Salió de su magnífica mansión en La Finca y fue a sentarse en una terraza próxima. Pidió un aperitivo y un té y esperó, como si fuera uno más.

Diez minutos más tarde, Cristiano desmontaba el chiringuit­o y salía por piernas. A esas alturas había firmado decenas de autógrafos. Y le habían machacado a selfies. Menuda montonera se había formado a las puertas del garito. Le habían obligado a irse. Y se fue. No era uno más. No se puede ser tan bueno, tan famoso ni tan guapo...

En otra ocasión, días más tarde, el experiment­o sociológic­o lo hice yo. Ocurrió así, de buenas a primeras, el día en que me crucé con Jérémy Mathieu y su mujer. A pleno sol, en plena Diagonal. Les vi pasar, miré el reloj y me dije: –¿Por qué no? Les seguí un rato. Por ahí andaba Mathieu, tan campante. Todo un defensa central del gran Barça, campeón de la Champions, de la Liga, de la Copa... Un elemento importante en el esquema de Luis Enrique (es posible que su ausencia por lesión se haya notado durante la reciente fase descompres­iva del Barça, cuando se esfumó la Champions y casi se escapa la Liga). Sigo. Seguí a Mathieu. La pareja entró en algunas tiendas de ropa. La observé de reojo, trasteando entre camise-

Mathieu tiene títulos, gana un montón de dinero, juega en el Barça y puede pasear por la calle sin que le reconozcan

tas y bermudas. Compraron y pagaron sin más, y luego volvieron a pleno sol. Tan panchos. ¿No es este un jugador del Barça, no sale con frecuencia en la prensa y en la tele, no cobra una pasta...?

Pues, nada. Ni caso. Mathieu no firmó un autógrafo. No le pidieron ninguna selfie. Pudo deambular de arriba abajo como un guiri. Llegó cuando quiso y así es como se fue.

Me dio envidia, para qué engañarles. Mathieu vive en una mansión de oro sin rejas, posiblemen­te lo mejor de lo mejor. Les reto a que encuentren una situación más ideal en su vida profesiona­l: campeón, millonario y anónimo.

PD: Últimament­e noto a Piqué muy cambiado. La verdad es que este hombre me tiene escamado. El fin de semana pasado homenajear­on a Arbeloa en el Santiago Bernabeu, pero el central azulgrana no ha abierto la boca. No ha habido ni Periscope ni leches.

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