Las pieles y la desnudez
Un arquitecto barcelonés resume como sigue la renovación del Camp Nou: “Se trataba de ponerle sombrero y capa al estadio”. Es una manera de hablar coloquial. Pero refleja el deseo del Barça de optimizar el rédito económico de su terreno de juego y, en paralelo, darle cubierta y dotarlo de una nueva piel. O el deseo de renovar de modo vistoso su look.
Las ampliaciones de estadios de referencia han seguido este patrón en los últimos tiempos. Quizás por ello, el equipo de Ricardo Bofill propuso una llamativa piel de color blaugrana, con ondulaciones que evocaban la fachada de la Pedrera. Y Batlle/Roig propusieron un diseño con alzado asimétrico. Y BAAS y Bjarke Ingels hicieron la propuesta más icónica entre los ocho finalistas (y la última, por cierto, en caer eliminada ante el ganador): una especie de volcán cuya maqueta dorada expuesta en el COAC parece una pieza de orfebrería.
Sin embargo, algunos concursantes debían barruntar ya que el tiempo de los proyectos icónicos empezaba a pasar. Más de uno –como b720 o Miàs con RCR– defendieron sus propuestas como ejemplos de sobriedad, que se expresaba en celosías o mallas envolventes de varia transparencia. Y tanto Ferrater como Mateo
dieron protagonismo a las piezas estructurales perimetrales, más esculturales las del primero, con lejanas resonancias clásicas las del segundo.
Ahora bien, estas sobriedades no bastaron. El jurado se inclinó por quien, sin olvidar el preceptivo sombrero, casi prescindió de la capa: Pascual/Ausió y Nikken. Su estadio no tiene piel –sólo de vidrio, transparente– y centra buena parte del esfuerzo del proyecto en el trabajo de sección, buscando apertura, amplitud y visuales. El rey (del concurso del Barça) está desnudo. Pero lo sabe. Y se gusta.