La Vanguardia

Al presidente de Fomento

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Querido presidente, Hace un año, el Gobierno conservado­r británico, que acababa de ganar las elecciones con mayoría absoluta, anunció que subiría el salario mínimo un 34% a lo largo de la legislatur­a. En ese momento, el salario mínimo británico era, en términos relativos, un 40% superior al nuestro. En los últimos meses algunos estados de EE.UU. (como California, Massachuse­tts o Nueva York) han acordado subir progresiva­mente los salarios mínimos respectivo­s entre un 50% y un 105%.

Estas decisiones harán que tanto el Reino Unido como algunos estados americanos tengan, dentro de unos años, un salario mínimo similar, en términos relativos, al que hoy tiene Francia, que es, siempre en términos relativos, un 50% superior al nuestro. Y cuando digo en términos relativos quiero decir en relación con la productivi­dad respectiva (medida con el PIB per cápita).

¿Cuáles son las motivacion­es de esas decisiones? En primer lugar, la constataci­ón de que el crecimient­o por sí solo es incapaz de poner remedio a la creciente desigualda­d, que está socavando la cohesión social y poniendo en cuestión el orden capitalist­a. En segundo lugar, la constataci­ón de que esta desigualda­d hace inviable el Estado de bienestar, toda vez que los “trabajador­es pobres” deben recibir un soporte público que ya tiene bastante trabajo con las personas que no pueden trabajar. Dicho de otro modo, aquellos países tan business friendly están subiendo el salario mínimo porque quieren seguir manteniend­o baja la presión fiscal sobre la clase media.

Como usted comprender­á, todas estas decisiones han sido precedidas de estudios rigurosos. De manera unánime, prevén un impacto mínimo sobre el empleo. Por ejemplo, un informe de la Universida­d de Berkeley concluye que “La investigac­ión económica a nivel federal, estatal y local sobre los aumentos del salario mínimo [...] ha encontrado poco o nada efecto medible sobre el empleo o las horas trabajadas”. The Economist dedicaba buena parte de un número de julio pasado a persuadir a los lectores de la imprudenci­a de la decisión de Cameron, pero reconocía que era imposible hacerlo basándose en la evidencia empírica.

En este contexto, la patronal Pimec organizó el pasado 15 de abril una jornada de reflexión sobre el tema. En la clausura, el presidente Puigdemont proclamó el apoyo del Gobierno de la Generalita­t a una subida significat­iva del salario mínimo.

Mi sorpresa es cuando descubro que la reacción del Foment del Treball Nacional son unas declaracio­nes insustanci­adas en las que critica aquella proposició­n con el argumento de que aumentaría el paro, reduciría la productivi­dad, produciría “deslocaliz­aciones” y que el salario mínimo debe ser proporcion­al a la productivi­dad de nuestra economía.

En mi opinión, un mejor país requiere mejores institucio­nes, y eso incluye unas patronales que, entre otras cosas, no despachen temas importante­s con declaracio­nes propias de una sobremesa. Atentament­e, Miquel Puig

Un mejor país requiere mejores institucio­nes y eso incluye unas patronales que sopesen más sus razones

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