La Vanguardia

Europa a todas bandas

- Juan Tugores Ques

El clima electoral en Estados Unidos pone de actualidad el debate acerca de las reglas del comercio internacio­nal esta vez muy centrado en los efectos del firmado – pero todavía no ratificado por el Congreso– acuerdo Transpacíf­ico (TPP en las siglas habituales) destinado a crear una gran zona de comercio e inversione­s entre media docena de países americanos y otros tantos de Oceanía y Asia, pero dejando fuera a China. Aquí en Europa, recientes filtracion­es sobre los contenidos de las negociacio­nes entre Estados Unidos y la Unión Europa acerca de un eventual acuerdo Transatlán­tico (el ya famoso TTIP) han reactivado la polémica acerca de la fijación de unas reglas que, claramente, desbordan lo estrictame­nte comerciale­s para incidir en aspectos tan básicos como las garantías sanitarias de nuestros alimentos o lo que se entiende por soberanía en estos tiempos globales.

TPP y TTIP conforman las dos vertientes más visibles de la tendencia hacia los denominado­s acuerdos megarregio­nales, cada uno de ellos con un potencial influjo sobre prácticame­nte mil millones de personas. Pero también está emergiendo una tercera línea de articulaci­ón a gran escala de otras muchas regiones de la economía global. Se trata de la todavía discreta pero ya efectiva iniciativa de China conocida oficialmen­te como One Belt, One Road (OBOR) con una de sus manifestac­iones de más interés para Europa en la nueva Ruta de la Seda, que trata de revitaliza­r la vía que hace ya muchos siglos conectó el Lejano Oriente con los emporios comerciale­s medievales del Viejo Continente. Lugares hoy tan de actualidad como Palmira o Alepo tuvieron lugares destacados en esa vía.

Esta tercera vía de articulaci­ón a gran escala de la economía global trata de conectar

Europa está en el centro de dos ambiciosos proyectos de acuerdos megarregio­nales, el TTPI y la Ruta de la Seda

toda Eurasia utilizando como eje nuevas infraestru­cturas de transporte­s y comunicaci­ones que superen unas distancias y orografías –físicas, políticas y culturales– demasiado adversas durante demasiado tiempo. Una Europa a la que le cuesta arrancar, una China que parece ralentizar su crecimient­o, y unos países en otros lugares intermedio­s de Asia –y conexiones con África– con enormes retos de modernizac­ión, podrían encontrar intereses complement­arios y compartido­s con los que superar unas fragilidad­es que, por separado, tienen más difícil afrontar.

Las dimensione­s geopolític­as de estas tres iniciativa­s – TPP, TTIP y nueva Ruta de la Seda– son de enorme alcance en el tablero de la política y los negocios mundiales. Y cada una de ellas plantea, como se evidencia en las polémicas mencionada­s, controvers­ias acerca de hacia qué formato de futuro nos conducen. La nueva Ruta de la Seda tiene, además, el reto de tratar de hilvanar a unos países y sociedades con profundas heterogene­idades sociopolít­icas y culturales. Desafíos exigentes especialme­nte para una Europa cuyo posicionam­iento global interactúa tanto con sus problemas internos.

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