El trumpismo en campaña
Paul Krugman se ha preguntado cómo tratarán los medios de comunicación de Estados Unidos la batalla entre Hillary Clinton y Donald Trump. El vicio más dañino, según este Nobel de Economía, es lo que define como falsa equivalencia. Y pone un ejemplo: “Trump ha propuesto unas rebajas fiscales enormes sin recortes del gasto plausibles que las compensen, pero también ha prometido reducir la deuda estadounidense; por su parte, Clinton ha propuesto un pequeño aumento del gasto compensado con subidas fiscales específicas”. En su análisis “El trumpismo y la verdad” (El País, 8/V/2015), dice que este fenómeno no es nuevo: “Hace muchos años, cuando George W. Bush mentía de forma evidente sobre sus cuentas presupuestarias, yo señalé que si un candidato afirmase que la Tierra era plana, los titulares dirían: ‘La forma del planeta: ambas partes tienen algo de razón’”.
Estas falsas equivalencias, en nombre del equilibrio informativo, no son específicas de la otra orilla del Atlántico. Europa nos brinda también ejemplos de ello. Este es ahora el caso de Boris Johnson, líder de la campaña a favor del Brexit, que ha llegado a decir que la UE tiene el mismo objetivo hegemónico que tuvo Adolf Hitler, una tesis que no se corresponde con la verdad: la construcción europea ha garantizado el mayor período de paz, libertad y bienestar de la historia. Un factor común de todos los populismos es dar respuestas simples a los problemas complejos, pero es tarea del periodismo someter las propuestas electorales al escrutinio de la verdad, cotejando datos y jerarquizando informaciones, y hacerlo no tanto en función del ruido que levantan como de la solvencia sobre las que se fundamentan.
El trumpismo a la española también agita la larga precampaña del 26-J. Ya lo hizo antes del 20-D. Es un trumpismo de baja intensidad, tocado de buenas maneras, pero que ha dado buenos réditos electorales. El mejor ejemplo de este fenómeno se visualizó en el debate entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba de la campaña del 2011: aquello que el candidato del PP dijo que no haría en materia fiscal, de pensiones y de reforma laboral fue lo que después hizo desde el Gobierno. Ahora Pedro Sánchez ha puesto sus cartas sobre la mesa: no bajará impuestos y creará una tasa para sufragar las pensiones y evitar la descapitalización del Fondo de Reserva de la Seguridad Social. Rajoy promete otra rebaja fiscal, pero se guarda un as en la manga –una carta a Jean-Claude Juncker– que puede esconder un programa oculto. “En la segunda mitad del año, una vez que haya un nuevo Gobierno, estamos dispuestos a adoptar nuevas medidas”, escribe.
Desde esta óptica, como subraya Krugman, la cobertura informativa tiende a abonar las falsas equivalencias en aras de la neutralidad. Hace diez años, un informe sobre pluralismo político constataba que los dos descriptores temáticos con una frecuencia más alta en los bloques electorales –casi la mitad del tiempo– eran la dinámica política, es decir, el cruce de acusaciones entre candidatos, y la política de pactos. Es de esperar que en esta campaña tenga también cabida el escrutinio de las promesas electorales.
Existe un trumpismo a la española, de baja intensidad y tocado de buenas maneras, que da réditos electorales