La Vanguardia

Posdebate

- Pilar Rahola

Las valoracion­es del debate son coincident­es: Pedro Sánchez perdió la contienda y estas elecciones son cosa de dos, dividido el mundo entre la España azul y la España roja. Es decir, Rajoy aguantó, Iglesias triunfó, Rivera hizo lo suyo y Sánchez se hundió, sobre todo porque su mantra contra Iglesias como culpable de la segunda ronda electoral no superó al de Podemos en favor de la unidad de la izquierda. Por supuesto hubo más postureo que programa, y todo medido con las reglas de un spot publicitar­io. Pero hubo algunos cruces interesant­es que justificar­on los lugares comunes previsible­s. El debate, pues, confirmó el signo de las encuestas: el PP ganaría, aunque más en pírrico que en esplendoro­so; Podemos culminaría su proceso freudiano con el socialismo y mataría al padre; el PSOE se daría el batacazo más importante de su historia, y Rivera perdería escaños porque, ante la utilidad del voto pepero, su esforzado intento de apuntalarl­o vendría a menos. A la espera del día de autos, esto es lo que parece.

Desde la mirada catalana, sin embargo, los mensajes del debate presentan matices importante­s. Primer mensaje: los partidos soberanist­as no son escuchados, a pesar de ser el motor

Se confirmaro­n las encuestas: Rajoy aguantó, Iglesias triunfó, Rivera de perfil y Sánchez se hundió

central de Catalunya, lo cual envía la idea del pasteleo español respecto de la cuestión catalana y hunde cualquier esperanza de tercera vía. Segundo mensaje: el único partido español que respeta el derecho a decidir de los catalanes, simpático Podemos, se desdijo a la primera pregunta, y donde ayer dijo referéndum, dice ahora no es línea roja. Por tanto, y nuevamente, quienes aspiran a la independen­cia tienen motivos para no confiar en Podemos, lo cual no significa que venda el producto con eficacia. Tercer mensaje: si el PP gobierna, y si Ciudadanos lo apuntala, la cuestión catalana volverá a transitar por los caminos de la intransige­ncia más burda, y no habrá espacios para el diálogo civilizado. Cuarto mensaje: el batacazo que el PSOE se dará en España se multiplica­rá por mil en Catalunya, donde su inconsiste­ncia lo puede convertir en residual. Y quinto: a pesar de todos esos argumentos, no será fácil que los partidos soberanist­as consigan dominar el relato en Catalunya, porque la perspectiv­a española le da otro cariz que puede ser determinan­te.

Finalmente, para los defensores catalanes de la España eterna, parece evidente que Ciudadanos se desdibuja ante la lógica utilidad del voto pepero. Con todo, incluso desde el relato español, lo que pesará en Catalunya será el proceso, visto desde otro ángulo, con el voto dividido entre los que quieren salvar a España y los que desean conseguir un aliado refrendari­o, a la espera de que los soberanist­as vuelvan a encontrar la hoja de ruta. Ese es el gran reto de ERC y CDC, conseguir que el catalanism­o no vuelva a caer en la ingenuidad de creer que un partido español le salvará los muebles. No lo tienen fácil.

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