La Vanguardia

Aliado y antiguo rival

La implicació­n personal del presidente de Estados Unidos salvó la candidatur­a de Hillary Clinton

- FRANCESC PEIRÓN

Los analistas políticos consideran que el presidente Obama ha ejercido una influencia decisiva para que Hillary Clinton sea la próxima candidata de los demócratas a la presidenci­a de Estados Unidos.

Un secreto a voces que ni uno ni otro ocultó. Hubo tensión. Pero esa lucha demócrata entre Barack Obama y Hillary Clinton se convirtió para los conservado­res en otra más de las teorías conspirati­vas. Sólo veían animadvers­ión mutua, incluso después de que ella fuera la elegida por él para ejercer como secretaria de Estado. Sin embargo, los analistas políticos subrayan ahora que la mano del presidente Obama ha sido decisiva para que Clinton sea la próxima candidata de los demócratas. Según estas considerac­iones, el propio Obama se encargó de pinchar el globo sonda de Joe Biden, su vicepresid­ente, cuando planteaba entrar en la carrera electoral.

Las primarias del 2008 dejaron su huella. Al equipo de Obama, y al propio senador por Illinois, les molestó de manera especial que la campaña de Hillary Clinton insistiera en que él fumaba hierba, como en los tiempos neoyorquin­os de la Universida­d de Columbia, algo que él reconoció al referirse a su época de estudiante.

Al otro bando le hirieron las acusacione­s de racismo lanzadas contra Bill Clinton y el supuesto sexismo que surgió durante la campaña.

“Había decidido que prestaría mi ayuda si me lo pedía, pero necesitaba un tiempo para archivar esos desagradab­les momentos”, escribe Clinton en Decisiones difíciles, el libro de memorias que publicó en el 2014 tras dejar de ser jefa de la diplomacia estadounid­ense. “Ninguno de los dos teníamos un control total sobre todo lo que se decía o se hacía”, remarca, casi como excusa.

En junio del 2008, en la casa de Washington de la senadora Dianne Feinstein, rubricaron la paz con una copa de Chardonnay california­no.

Que Hillary se implicara en la campaña de Barack o que éste confiara en ella para su primer Gobierno no impidió que Edward Klein, autor de superventa­s de no ficción poco preocupado por la invasión de la fantasía, publicara en el verano de hace dos años su título Blood Feud (enemistad mortal). Su volumen, aclamado por los conservado­res de la escuela Trump, sostiene que las dos familias se llevan a matar.

A Hillary se le atribuye esta frase, pronunciad­a en una comida con amigas en un restaurant­e del pueblo de Chappaqua, su residencia neoyorquin­a. Supuestame­nte dijo que su exjefe “no ponía las manos en el timón de mierda”.

Las circunstan­cias no parecen avalar esa supuesta ira. Un extenso reportaje de Glenn Thrush en Politico desvela cómo Obama ha estado moviendo todos los hilos estos dos años para alcanzar este punto en la convención de Filadelfia que se abre hoy y de la que debe salir Clinton como candidata oficial.

El contratiem­po surgió públicamen­te en el verano del 2015. La articulist­a del The New York Times Maureen Dowd, que parece estar en plena guerra con Clinton, escribió un artículo en el que apuntaba la posibilida­d de que Biden se propusiera. Su hijo Beau, en el lecho de muerte, al parecer le había dicho que debía intentarlo de nuevo. Las previas fueron un desastre, con acusacione­s de plagio al estilo Melania Trump.

El culebrón fue estirándos­e hasta el otoño. Para Obama es un problema inesperado y desagradab­le. En lo personal y, tras la amistad forjada con su número dos, estaba convencido de que se daría un batacazo. Además de la cuestión personal había otro elemento: el legado de su presidenci­a.

Debía ejercer su influencia para proteger “sus vulnerable­s logros de la bola de demolición de los republican­os”. Preservar su herencia es una de las prioridade­s de Obama y, desde hace meses, a sus colaborado­res les confesó que Clinton, a pesar de sus defectos, era “la única que le podía suceder”.

Los dos excontendi­entes del 2008 coincidier­on en el mismo error de apreciació­n. No se esperaban que Donald Trump creciera en la campaña. Sin embargo, ya en febrero, Obama afirmó públicamen­te: “Trump no será presidente”.

Entre estos dos sí que parece haber algo más que palabras. David Remmnick, director del The New Yorker, concreta en el prólogo del libro El show de Trump, escrito por uno de sus periodista­s, Mark Singer, el momento en el que el magnate tomó la decisión de ir a por la presidenci­a.

Sitúa la historia en la cena con los correspons­ales del 2011, noche en la que Obama lo ridiculizó en la sala de Washington y en las de los hogares que lo veían por televisión. El presidente estaba harto del impulsor de esa campaña en que se ponía en duda

El presidente quiere proteger su legado y está convencido de que Clinton es la única que puede hacerlo

su lugar de nacimiento y su legitimida­d como presidente.

Sólo se debía aclarar el humo que envuelve a la ex primera dama. Que es mucho. Ningún otro político, ni el corrupto Richard Nixon, propició la creación de una millonaria máquina de investigac­ión como la que soporta Hillary. Sólo el comité del Capitolio, manejado por republican­os, se ha gastado siete millones de dólares para indagar el asalto de Bengasi, sin dar con nada relevante.

“Como las carreras de caballos, odiar a Hillary se ha convertido en uno de esos pasatiempo­s nacionales en los que se unen la élite y el

lumpen”, cita que correspond­e a Henry Louis Gates y se remonta a 1996, en la época en que era primera dama.

Apartado Biden, entonces se hinchó otro globo: Bernie Sanders. Clinton había dicho que no quería ser el tercer mandato de Obama. Hubo de recapacita­r. El tirón de la political revolution del senador por Vermont y el 80% de aceptación de Obama le hicieron ver con claridad. En los debates, cuando Sanders pintaba un panorama con reminiscen­cias trumpistas, Clinton soltaba su puño: “Yo estoy con el presidente Obama”.

El pasado 5 de julio, en Charlotte (Carolina del Norte), ciudad en la que se celebró la anterior convención y a la que no pudo asistir Hillary por estar en Asia en viaje oficial, el presidente Obama realizó su primer

“No hay hombre o mujer más cualificad­o para ocupar esta oficina”, enfatizó Obama sobre Hillary

acto de campaña con la virtual nominada. Vista su larga carrera, y que ese mismo día la habían exculpado del caso de los correos electrónic­os –aunque con reprimenda del director del FBI por ser “muy descuidada”–, Obama apostilló: “Os aseguro que la han puesto a prueba. Ha recogido su parte de los críticos. Es lo que sucede cuando te dedicas al servicio público toda la vida”. A Sanders le llevó unos cuantos días más mostrar su apoyo a Hillary.

Cuando tenía 14 años (ahora se acerca a los 69), Hillary Clinton escribió a la NASA para participar como voluntaria en el entrenamie­nto de los astronauta­s. Le respondier­on: “No hay chicas”.

En su libro Living History (historia viva), les contestó. “Fue la primera vez que me enfrenté a un obstáculo y no pude superarlo trabajando fuerte y con determinac­ión, y me indigné”.

Después de tantas tribulacio­nes, cada vez está más cerca su gran vuelo a la presidenci­a de Estados Unidos. Según Obama, “no hay hombre o mujer más cualificad­o para ocupar esta oficina”.

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BRIAN SNYDER / REUTERS El pasado 5 de julio, en Charlotte (Carolina del Norte), Obama entró en la campaña para apoyar abiertamen­te la candidatur­a de Hillary Clinton
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