La Vanguardia

El PDC echa a andar

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ESTE fin de semana ha empezado a andar el nuevo Partit Demòcrata Català (PDC), nacido hace quince días para sustituir a la antigua Convergènc­ia Democràtic­a de Catalunya. Después del congreso fundaciona­l, los asociados han elegido en primarias la nueva dirección. Artur Mas y Neus Munté han recibido el aval mayoritari­o de las bases como nuevos presidente y vicepresid­enta de la organizaci­ón, mientras que Marta Pascal y David Bonvehí han sido votados por amplia mayoría como coordinado­ra general y coordinado­r organizati­vo, respectiva­mente, al frente de una ejecutiva joven, paritaria y con fuerte presencia de alcaldes y dirigentes comarcales. Mercè Conesa, presidenta de la Diputación de Barcelona, ha sido la más votada para presidir el consejo nacional, un cargo más simbólico que ejecutivo pero de cierto relieve.

La dirección del PDC es fruto de complicado­s y delicados equilibrio­s entre varias familias políticas –no todas– y no responde al diseño inicial que habían previsto Mas y el aparato saliente de CDC, que querían ahí a algunos de los dirigentes más significad­os de los últimos años, como Jordi Turull. El peso de los cuadros territoria­les ha sido determinan­te en la confección de esta cúpula, así como las opiniones del president Puigdemont, que no tendrá ninguna responsabi­lidad orgánica pero cuenta con personas de confianza dentro del equipo.

A partir de ahora, Mas y Pascal son las caras principale­s de un proyecto que quiere guiñar el ojo al convergent­e de toda la vida y al nuevo votante que se siente poco interpreta­do y poco representa­do por las ofertas existentes. Definir bien las diferencia­s del PDC respecto de ERC y otras opciones es la tarea más urgente de una dirección que ha certificad­o solemnemen­te la adopción de la independen­cia como horizonte del nacionalis­mo catalán de centrodere­cha que había sido mayoritari­o. Recuperar a los antiguos militantes de CDC que aún no se han apuntado al nuevo PDC también es una misión que exigirá mucha dedicación por parte de Pascal y Bonvehí.

Se da la paradoja de que las siglas del PDC no son visibles ni en el Parlament de Catalunya ni en las Cortes, aunque en ambas institucio­nes hay diputados convergent­es. En el hemiciclo del parque de la Ciutadella, el grupo de Junts pel Sí agrupa a convergent­es, republican­os e independie­ntes, e impulsa políticas que responden a una síntesis de intereses y prioridade­s relacionad­a con el mandato democrátic­o que surgió de las urnas el 27-S. En el Congreso de los Diputados, donde CDC llegó en solitario después del 26-J, el contexto obliga a los convergent­es a combinar de manera especial el pragmatism­o y los principios del PDC, una tarea que –como hemos visto estos días– exige mucha mano izquierda; las explicacio­nes que ha dado Francesc Homs sobre la votación de la Mesa del Congreso han recibido las críticas de varios miembros de la nueva ejecutiva. Más allá de este episodio, es evidente que el PDC tiene la obligación de ir definiendo y poniendo en práctica las grandes líneas estratégic­as de su proyecto, lo que incidirá en todos los frentes donde los convergent­es tienen una u otra forma de responsabi­lidad.

Hoy se cumplen exactament­e dos años que Jordi Pujol confesó que había escondido el dinero de una herencia de su padre. Este escándalo hirió de muerte a CDC y provocó –junto con otros factores como el cambio generacion­al y el proceso soberanist­a– la refundació­n de un espacio político y electoral que ha coincidido durante décadas con la centralida­d del país. El PDC deberá decidir si quiere recuperar esta centralida­d o instalarse en zonas menos transitada­s.

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