La cultura y los castillos
El Festival Santa Florentina inaugura su nueva etapa en el Castell Jalpí de Arenys de Munt
De un castillo medieval rehecho a través de la estética del modernismo por Domènech i Muntaner, una joya que en estos momentos espero que se mantenga protegido dado el valor que tiene el monumento para la historia del arte, el Festival de Música Clásica Santa Florentina ha trasladado sus reales al ambiente decididamente romántico del Castell Jalpí. Situado en Arenys de Munt, se trata de una construcción del siglo XIX que a través de avatares familiares y decadencias económicas ha pasado a ser de una empresa privada, con salones de buen estilo, agradables rincones y jardín y lago de excepción.
La sociedad ha cambiado, y sobretodo en estas últimas décadas los castillos son fortalezas indefensas que sólo la cultura y la política relativa a ella pueden salvar. La alianza que nunca se concreta de departamentos de Cultura y de Turismo es una necesidad vital.
Mucha presencia en esta sesión inaugural –dedicada a las músicas contemporáneas a la construcción del castillo– de la sociedad civil catalana, siempre presente en estos eventos, y el apoyo del Ayuntamiento local.
Es cierto que el Maresme necesita fortalecer su vida cultural y uno de los grandes ejes es el patrimonio excelente y tan poco conocido del que dispone. Muchos de sus pueblos fueron lugar de trabajo y veraneo de importantes artistas vinculados a los tiempos del modernismo. Hablar de Tiana, por ejemplo, es hablar de Albéniz, de Granados, de la sociedad del momento y de su relación con grandes obras del arte de Catalunya.
El Festival Santa Florentina plantea un perfil que insiste en las propuestas de años anteriores que le conectan con el público. Y tiene sus espacios dedicados al bel canto, pero tampoco deja de aportar, en su medida, programas del gran repertorio clásico de conciertos y en sus contenidos vemos Mozart, Mahler, Schubert, por supuesto Vivaldi y hasta Bach con los conciertos de Brandenburgo.
El programa inaugural estuvo a cargo del tenor Marc Sala, de la soprano Julia Cubo y del barítono Carlos Daza, voces jóvenes, que ya forman parte de la vida operística. La sesión fue presidida desde el piano por Ricardo Estrada que, en esta ocasión, propuso una primera parte con arias de Donizetti, y después de una alabanza al vino del
Don Giovanni mozartiano las voces pasaron al terreno de la zarzuela. Género de poca presencia actual en los escenarios catalanes, lo que hace que olvidemos a nuestros propios grandes compositores, plantea menos exigencia vocal pero más prestancia escénica. Y a ello contribuyeron los cantantes y el pianista.
Lamentablemente una afección catarral del tenor Sala, a pesar de sufrir la tensión derivada de su situación, tuvo el aplauso del público. En la segunda parte ya no pudo participar y sus compañeros -de eficaz desempeño- llenaron con profesionalidad y musicalidad el concierto, obteniendo cálidos aplausos que compensan esta difícil labor.
El programa inaugural estuvo protagonizado por tres voces jóvenes que ya forman parte de la vida operística