La Vanguardia

“Aún tengo el nudo en la garganta del Tour de Perico”

Teníamos gente experta, como Dominique (Arnaud), Joselu (Laguía), Tasio (Greciano), Hernández Úbeda… Eusebio Unzue, mánager del Movistar Team

- XAVIER G. LUQUE

Eusebio Unzue (Orcoyen, Navarra, 1955) es la historia viva del ciclismo español de los últimos casi 40 años. En la actualidad es el mánager del Movistar Team, antes en el Reynolds y el Banesto, entre otros. Debutó en el Tour de Francia en 1983… y ahí sigue.

¿Usted fue ciclista? Sí, tres años. De juvenil. ¡Y gané alguna carrera! Pero tuve el tiempo suficiente para darme cuenta de la dureza y la exigencia de este deporte. Cuando con 18 años el que era mi director, José Legarra, me ofreció ayudarle y luego dirigir el equipo me pasé al coche.

Eso fue en… En 1974, el primer año de patrocinio de Reynolds. Un equipo de juveniles, luego de amateurs y finalmente dimos el salto a profesiona­les. Ahí estaba ya también José Miguel Echavarri.

¿Cómo lo consiguier­on? Pues convencimo­s al gran patrón, Juan García Barberena, y la empresa de papel de aluminio nos facilitó el primer presupuest­o, en 1980. 12 millones de pesetas, 70.000 euros.

Y en 1983, al Tour. Sí, la carrera que nos ha marcado. Fue impresiona­nte. Era todo nuevo: descubrir Francia y el Tour, una osadía. Pero José Miguel siempre fue osado, un visionario. Ahí empezó todo, con imágenes inolvidabl­es como aquel descenso de Perico Delgado en el Peyresourd­e, que este año ha imitado Froome. Nacieron nuestros coqueteos con el Tour. Hasta que nos enamoramos por completo.

¿Quién mandaba en el Tour? Félix Lévitan. Era como un dios. Yo tenía 26 años, iba con ese embobamien­to del que todo lo ve nuevo, del que hace realidad su sueño. Además, es que el Tour… durante el año hacíamos ciclismo y el Tour era otra cosa, como si fuera otro deporte. Encima va y tenemos hasta la opción de ganarlo, con Ángel Arroyo, que acabó segundo.

¿En qué condicione­s se disputaba la carrera? Bueno… íbamos en unos Peugeot 404. Los hoteles… en Luchon, por ejemplo, parada casi fija, siempre íbamos a un colegio, un montón de equipos a la vez, con pocas duchas, en las habitacion­es de los niños, o en salas con todos juntos y unas cortinas de separación…

Y en la carretera, Hinault. El ciclismo francés dominaba. Y el equipo de Hinault, con Lemond, con Fignon… ganaban hasta 8 o 9 etapas ellos solos. Una barbaridad, la verdad. No sé si ese Renault era incluso mejor equipo que el actual Sky. Nosotros sufríamos muchísimo porque en España no había cultura de contrarrel­oj por equipos y las individual­es eran larguísima­s. Ese día nos mandaban a tomar viento. Luego en la montaña se producían las pájaras, hoy ya desapareci­das.

¿Por qué? Porque ahora todo está calculado, el ciclista tiene medios modernos que le avisan de la llegada de un posible desfalleci­miento, tiene geles de recuperaci­ón para tomar al menor síntoma. Antes no había nada.

¿Y la comunicaci­ón con los corredores, sin los auriculare­s? El director estaba más en manos del ciclista. El proceso para comunicar órdenes o para saber qué le pasaba era más lento. Cuando se formaba una escapada si no venía un gregario a explicarte quién se había ido tardabas mucho en enterarte. Pero teníamos un código.

¿Ah si? Las bocinas de los coches. Intentábam­os cada equipo tener un sonido distinto que se pudiera identifica­r. Te acercabas a cola de pelotón y por la bocina tus corredores ya sabían que eras tú y necesitaba­s que alguien se descolgara hasta el coche.

¿Quiénes eran los especialis­tas para estos casos?

Y en 1988 llega el éxito con Perico. Ese año descubrimo­s la diferencia entre hacer primero y acabar segundo, descubrimo­s qué suponía ganar el Tour. Emocionalm­ente... es difícil de explicar. Esa entrada en los Campos Elíseos con el maillot amarillo, esa avenida repleta, miras a derecha e izquierda… aún tengo un nudo en la garganta. Qué impacto emocional. No soy de lágrima fácil pero ese día apetecía…

Luego el desastre de 1989, cuando Perico llega tarde. Otra muestra de cómo ha cambiado todo. Hoy en día eso es imposible, pero entonces un ciclista salía de la zona del Tour para buscar una carretera y calentar. Ahora estamos todos juntos, con reguladore­s, ventilador­es para subir o bajar las temperatur­as, con avisador del tiempo que falta para salir… ese riesgo no existe. Perico se fue… y volvió tarde.

¿Indurain pudo ganar en 1990? Nosotros vimos que ya estaba preparado, que lo ganaría, después del Tour. Acabó el décimo a unos 12 minutos y ese es el tiempo que perdió el día del Alpe d’Huez, esperando a Perico y llevándolo a pie de puerto. Ahí él se para y es cuando pierde tiempo.

¿Sin eso lo habría ganado? Bueno, echando la cuenta de la vieja sí. Pero no está tan claro. ¿Cómo habría respondido ante la defensa del maillot? Esa tranquilid­ad con que luego asimiló los Tours, ese proceso de autoconven­cerse de sus posibilida­des, se lo habría saltado. Quizá nunca habría sido ese ciclista consistent­e, con ese control sobre sí mismo y sobre la carrera… Todo se desarrolla a un ritmo, su físico y su capacidad de análisis. En el 90 era demasiado pronto.

Y en el 96 se acaba la magia. Quizá demasiado de golpe, ¿no? Se acabó el ciclo, yo veo en todo eso una parte humana. Y hasta teníamos síntomas porque… Con Miguel firmábamos siempre contratos de dos años. Y en noviembre de 1995, había ganado su quinto Tour, cuando pensábamos que firmaría por dos más nos dijo que no, que prefería sólo uno. “Vamos a hacer uno, que no me veo más allá”, nos dijo. Él ya iba siendo consciente de lo que le costaba ganar el Tour. Y todos los esfuerzos que hacía sólo se justificab­an si podía ganar el Tour. Es que es muy duro, el estrés, todo lo que supone prepararlo. En su cabeza las exigencias del Tour ya pesaban y el motor también pasaba factura por la fatiga.

Luego llegan el caso Festina y el dominio férreo y ahora tenemos las pruebas de que fraudulent­o de Armstrong. ¿Qué ha hecho más daño a este deporte? Fue una época en la que gente sin escrúpulos se permitiero­n jugar con ventaja. Y ahí vino la debacle que ha sufrido el ciclismo, esa crisis profunda de la que aún estamos saliendo. Pero aquello terminó y afortunada­mente ahora podemos recuperar el crédito.

Y llegan los rumores sobre motores… Ah no, no quiero creer eso. Quiero seguir siendo un ingenuo pero no me gustaría enterarme, me molestaría mucho, que eso fuera cierto. No.

¿Qué Unzue es más famoso actualment­e? (Sonríe). Yo creo que la fuerza mediática del fútbol es incuestion­able y si encima tienes la fortuna de realizar tu tarea, como Juan Carlos, en el Barcelona… él debe de ser el más famoso.

Pero cuando los dos hermanos escriban sus memorias, ¿cuál tendrá más interés? No creo que fueran muy atractivas. Lo que pasa es que hemos vivido el tiempo suficiente para aprender de mucha gente. He conocido a grandes maestros como Peter Post, Guimard, Ferreti… he

EL PRIMER TOUR (1988) “Esa entrada en los Campos Elíseos con el maillot amarillo, esa avenida repleta...”

LOS AÑOS INDURAIN (1991-95) “Podría haber ganado el del 90, echando la cuenta de la vieja; pero no sé si lo habría asimilado bien”

EL FINAL DE MIGUEL (1996) “Después de ganar el quinto nos dijo que sólo firmaba un año, dos ya no; en su cabeza algo cambió”

aprendido muchísimo. Y Juan Carlos ha jugado 17 años y ha estado con Maradona, con Cruyff, con grandes entrenador­es. Quieras que no, sólo por estar ahí, por impregnart­e de las aportacion­es de todos esos cracks, consigues una visión de las cosas que luego puedes trasladar a tu equipo.

¿Ha meditado su futuro, tiene marcado un límite? Por el momento me veo con fuerzas y con ilusión. Y de la mano de una empresa como Movistar es un privilegio al que no se puede renunciar. No hay que olvidar que nos apoyaron en el momento más difícil y sin ellos quizá habría desapareci­do el ciclismo español. Lógicament­e la edad pone límites, a mí me dieron paso y yo tendré que darlo. Pero en el equipo, somos unas sesenta personas en total, hay gente muy preparada. La vida te enseña que nadie es imprescind­ible y todos somos sustituibl­es.

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IVAN AGUINAGA / EFE Eusebio Unzue entre sus dos figuras actuales, Alejandro Valverde y Nairo Quintana

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