La Vanguardia

Una tragedia en dos actos

- Gonzalo Fanjul G. FANJUL, director de Análisis del Instituto de Salud Global de Barcelona

Mientras en esta parte del planeta el asunto del día es la persecució­n de criaturas digitales con un smartphone, en algunos lugares los problemas toman un cariz más medieval. Alrededor de 6 millones de niños menores de 5 años mueren anualmente por causas que podrían ser prevenidas. Casi la mitad de estas muertes están relacionad­as de manera directa o indirecta con la desnutrici­ón.

En el año 2016, en plena revolución tecnológic­a, para 795 millones de seres humanos el juego de cada mañana se reduce a sortear el hambre. Un juego perverso que podrían ganar si la comunidad internacio­nal hace su trabajo.

Pocos lugares reflejan con más crudeza este reto que el Sahel. A lo largo de las tres últimas décadas, esta región africana a dos horas de vuelo de Barcelona ha hecho frente a una tormenta perfecta en la que la depredació­n económica, la debilidad institucio­nal, las alteracion­es climáticas y los conflictos armados han deteriorad­o gravemente la capacidad de producción de alimentos y forzado el desplazami­ento de millones de seres humanos dentro y fuera de sus fronteras. Para todos ellos, el hambre es una tragedia en dos actos: centenares de miles de niños no sobrevivir­án este año al efecto subyacente de la desnutrici­ón en enfermedad­es como la malaria, las diarreas o la neumonía, pero quienes lo hagan vivirán sus vidas bajo una carga de pobreza, enfermedad­es y pérdida de productivi­dad que tiene su origen en estos días.

Tal vez porque estamos ante un imperativo económico, además de ético, muchos expertos han identifica­do la lucha contra el hambre como la primera de las inversione­s en desarrollo en términos de coste eficacia. Mientras Unicef calcula que el coste de un tratamient­o completo contra la desnutrici­ón aguda es de unos 42 euros por niño, la iniciativa Scaling Up Nutrition (Fomento de la Nutrición) demostró que cada dólar invertido en la lucha contra esta plaga ofrece retornos económicos para el país de hasta 16 dólares.

La lógica de los círculos virtuosos de seguridad humana y progreso es precisamen­te la que inspira los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), una agenda de 17 prioridade­s globales que orientará hasta el 2030 el esfuerzo de la comunidad internacio­nal contra la pobreza y por la sostenibil­idad.

El fin de la desnutrici­ón destaca como un objetivo prioritari­o para regiones como el Sahel, apuntalado de manera directa por la inversión en agricultur­a o las ayudas a las familias, y de manera indirecta por la lucha contra las enfermedad­es de la pobreza o la protección de los derechos de los migrantes en ruta.

Pero el valor real de esta agenda se reduce a la credibilid­ad de quienes deben ponerla en práctica. Cuando ya han pasado casi un año desde que los ODS fuesen aprobados en medio de la fanfarria habitual que rodea estos procesos, sólo 24 de los 193 países firmantes han presentado algún tipo de detalle acerca de sus compromiso­s políticos y financiero­s. España no es uno de ellos.

El único modo de inocular a los ODS contra la retórica vacía es dotarlos de herramient­as que nos permitan conocer la realidad, hacer propuestas para transforma­rla y pedir cuentas a quienes tienen la responsabi­lidad de hacerlo. Esos son exactament­e los objetivos del Observator­io de Salud que ISGlobal contribuir­á a poner en marcha en Marruecos en los próximos meses junto con el Gobierno marroquí y diferentes agencias de cooperació­n.

Pero no hace falta esperar tanto para proponer al Gobierno español una recomendac­ión muy sencilla: pónganse manos a la obra.

Un año después de aprobarse los ODS, sólo 24 de los 193 países han explicado sus compromiso­s

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain