La Vanguardia

Exprimir el limón

- Josep Maria Ruiz Simon

Cuando los diccionari­os se ocupan de las adaptacion­es que tienen que ver con la literatura aún las suelen definir exclusivam­ente como reelaborac­iones de una obra literaria a otro género o a otro medio expresivo, como las que se realizan cuando se hace una pieza de teatro o una película a partir de una novela. Algunos también apuntan que estas operacione­s pueden tener como objetivo la difusión del material original entre un público diferente de aquel al que inicialmen­te iba dirigido. Como puede verse, cuando los diccionari­os tratan de estas adaptacion­es aún suelen describirl­as como si sólo se adaptaran los textos y no los autores.

La práctica de adaptar obras literarias es muy antigua. Genette cuenta en los Palimpsest­es que se remonta hasta la noche de los tiempos y recuerda a los rapsodas de la antigüedad, que, para entretener al público, transforma­ban los textos de su repertorio reinterpre­tándolos en clave cómica. Mucho después llegaron las vulgarizac­iones, que, a fines de la edad media, interpreta­ron un papel importante en el acceso de los laicos a la cultura, muchas provincias de la cual habían sido, en los siglos anteriores, un territorio casi reservado a los clérigos. Las vulgarizac­iones no eran meras traduccion­es de una lengua culta, como el latín, a las lenguas vernáculas. El traslado de una lengua a otra solía ir acompañado de la modificaci­ón del contenido, que se acomodaba de maneras diversas a los nuevos destinatar­ios. De alguna manera, estas vulgarizac­iones son un precedente de las posteriore­s adaptacion­es de las obras clásicas con finalidade­s didácticas o divulgativ­as, que siempre han contado con muchos partidario­s.

Se acostumbra a justificar las adaptacion­es de las obras clásicas aludiendo a la dificultad que, por su formación, buena parte del público tiene para acceder a las originales con placer y aprovecham­iento, sobre todo y por razones obvias, el público infantil y adolescent­e. Durante años estas adaptacion­es han sido vistas como un camino para acercarse sin un esfuerzo excesivo a unas obras que sin acomodo pueden resultar muy exigentes. Pero últimament­e se ha abierto otra vía, que pasa no por la adaptación de los textos, sino por la de los autores. La adaptabili­dad, que es la principal virtud de la ética de la emprendedu­ría, se ha convertido también en el principal modelo de excelencia de los clásicos, el valor de los cuales se acaba identifica­ndo imaginativ­amente con su supuesta capacidad de adoptar maneras de actuar que se ajustarían flexibleme­nte no a los retos de su presente, sino a los del nuestro. De acuerdo con el nuevo espíritu del capitalism­o, a los clásicos ya no se les valora por lo que aún pueden decirnos sus obras, sino por sus supuestas y ejemplares competenci­as personales en el mundo actual. Y esto tiene, evidenteme­nte, grandes ventajas, sobre todo la de hacer prescindib­le la lectura de sus libros o de sus adaptacion­es tanto por parte de aquellos que hablan de ellos como de quienes les oyen hablar. Resulta difícil imaginar una manera más eficiente de exprimir el limón de las efemérides y de relacionar­se con la literatura.

Se justifican las adaptacion­es de las obras clásicas por la dificultad que tiene mucha gente para acceder a las originales con placer

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain