Un pregón
Apesar de las distancias con algunos pregoneros de la Mercè, nunca me he sentido motivada para hacer la crítica de la elección. Al contrario, he defendido nombres que sufrían una fuerte contestación porque siempre me ha parecido que a) el pregonero es una potestad de la alcaldía y b) toda disidencia es buena en la capital de Catalunya. No será hoy, pues, el día en que rompa esta posición que he mantenido durante años.
Pero si el nombre o las ideas del pregonero quedan fuera de esta norma autoimpuesta, no es así con los adjetivos que le colocan como motivo para escogerlo.
Al grano, que es verano. La alcaldesa Colau ha decidido que el escritor Pérez Andújar sea el pregonero de este año, no se sabe si porque le gustan los libros o los artículos, o pertenece a su pomada ideológica, o etcétera. Tiene la vara de alcaldesa y ello le otorga el derecho a decidir quién festeja a la ciudad en su día de gala. Pero cuando Colau asegura que ha elegido al escritor porque “representa los valores que quieren reflejar las fiestas”, tenemos un problema. Y hago referencia. Pérez Andújar es un progre de manual que, como corresponde al catecismo de tal fe, odia a los convergentes, ridiculiza a
Requisitos para ser pregonero: ser de izquierdas, ser de ‘El País’ y defecar sobre el independentismo
los soberanistas, considera que Catalunya es provinciana y desprecia Barcelona. El párrafo de una entrevista suya, como ejemplo: “¿Barcelona, qué ha dado? ¿La mejor tienda del mundo? (nos partimos de risa). Yo no deslegitimo la aspiración de nadie a fundar su propio Estado. ¡Aquello que sí me parece delirante es pensar que montarás un Estado que será la hostia! Montarás un Estado pequeño, de pueblo. Como las Barbados”. La idea de que pueda ser un Estado como Dinamarca –por cierto, más pequeño demográficamente– ni le pasa por la cabeza, sólo faltaría.
Para rematar, publicó hace poco un artículo donde comparaba el movimiento independentista democrático con los ayatolás de Irán. Es decir, el pregonero de la Mercè será un señor que desprecia, ridiculiza y embrutece el sentimiento de la mayoría del Parlament y de todo el país, mientras banaliza el integrismo islámico. Y sobra decir, como es costumbre en la familia pijoprogre, que lo hace desde la atalaya de su superioridad intelectual y moral. Porque, como bien sabemos, sólo son intelectuales de categoría los que cumplen tres requisitos: ser de izquierdas, defecar encima del independentismo y publicar artículos en El País, de donde siempre salen los pregoneros progres políticamente correctos.
De manera que la cosa irá, más o menos, de esta guisa: enaltecimiento del pueblo obrero y de los barrios marginados, convertidos siempre en la contraposición ideal de la pérfida “Barcelona burguesa”, defensa del cosmopolitismo frente a los provincianos “catalufos” y, como decía Salvador Cot, un poco de Serrat y Gimferrer, para aliñar la perorata.
Todo muy viejo, todo muy conocido, todo perfectamente confortable para el sistema.