La Vanguardia

La larga marcha de Hillary Clinton

La candidata demócrata alcanza un hito a pesar de una vida bajo el fuego

- FRANCESC PEIRÓN Filadelfia Correspons­al

Esa señora, que parece tan puesta, incluso con ese estilo distante del “mírame y no me toques”, ofrece trazos mundanos, de una proximidad insospecha­da.

En Washington es legendario el desafío que Hillary Clinton mantuvo con el senador John McCain, héroe de la guerra de Vietnam –a pesar de Trump– y rival de Barack Obama en las elecciones a la presidenci­a del 2008.

No se retaron por los votos. Los suyo consistió en un concurso sobre cual de los dos era capaz de trasegar más chupitos de vodka.

Cuentan que sucedió en Tallin, la capital de Estonia, en el 2004. Entonces, ambos eran senadores y participab­an en un gira de legislador­es. A la cuarta ronda, los “jueces” la dieron a ella por ganadora. Aseguran que la propia Clinton ha reconocido que se retiraron antes de que las cosas se les escaparan de las manos.

Esta anécdota se ha recordado en algún corrillo con delegados durante la convención demócrata celebrada en Filadelfia, donde por primera vez una mujer ha conseguido la candidatur­a al cargo más alto de Estados Unidos. “Cuando cae el techo, el cielo es ilimitado”, dijo la protagonis­ta el pasado jueves, para remarcar el hito, al aceptar la nominación.

Ese reto beodo ilustra su filosofía, según los que la tratan más de cerca, de apostar por una conversaci­ón relajada con el rival en lugar de una confrontac­ión torpe o de marcar una distancia, como tantas veces se ha acusado al presidente Obama, que dificulta la negociació­n y el pacto.

“Es una persona que sabe escuchar a los otros”, sentencia Joanne Dowdell, afroameric­ana que ejerce de delegada en la convención por New Hampshire. De esta manera se subraya su capacidad de tender puentes con la otra bancada, algo que suena a inaudito a la vista de cómo la demonizan los republican­os en general y Donald Trump en particular. “Cualquiera tiene su opinión, pero yo la he tratado –añade Dowdell– y es una mujer cariñosa, emocional y cálida en el trato”.

Hillary Clinton lucha contra si misma. O mejor dicho, contra la estampa que se ha forjado a lo largo de 40 años de estar bajo el fuego de sus enemigos políticos o, lo que es lo mismo “bajo la lupa, intentado hacer cosas”, como opina el presidente Obama. Las buenas palabras del presidente – “no hay hombre o mujer en este país mejor preparado que ella para el puesto”– ni las de Michelle, la primera dama –“confío en nuestra amiga”– ni los muchos políticos, militares, artistas o miembros de la llamada sociedad civil que han pasado por el estrado del pabellón Wells Fargo han conseguido disipar la desconfian­za que crea entre los suyos.

“No la votaré nunca”, afirma en el centro de Filadelfia Cathie Curry, vecina de Nueva York, con doctorado en ciencias por la Universida­d Columbia y ferviente seguidora de Bernie Sanders, el senador por Vermont que empezó de la nada y ha provocado un seísmo con su “revolución política”.

“Mi familia es de Arkansas (Hillary fue primera dama) y sabe de sus corruptela­s. Luego la tuve de senadora por Nueva York y tampoco hizo nada por nosotros”, asegura Curry, que se refugiará en el partido verde o el libertario.

Al preguntarl­e si ha cambiado su parecer tras el apoyo a Clinton del senador por Vermont, la veterana Janine Martimarch­i, contesta sin contestar en el interior del pabellón de la convención. “Sanders es el único que pasaría la prueba del polígrafo”, ironiza.

¿Con qué carta quedarse? Hay una Hillary que se ha visto implicada en diversos asuntos turbios, empezando por el caso inmobiliar­io Whitewater, en Little Rock, o su conducta como esposa en el escándalo Lewinsky, cuando el presidente Bill Clinton tuvo relaciones sexuales con la becaria en la sala Oval. Su actitud sigue suscitando recelos entre las mujeres más pro-

DURA Y AFABLE Derrotó al senador McCain en un pulso a base de chupitos de vodka

gresistas, por el desprecio público que tuvo la primera dama hacia Monica Lewinsky y su sumisión al marido en aras a sus propios intereses personales.

Tampoco se ha de descontar su comportami­ento “altamente descuidado” al utilizar un servidor privado de e-mail siendo secretaria de Estado. Así lo dijo el director del FBI, James Comey, poco antes de la convención, en lo que, hasta ahora, ha sido el golpe más duro que ha recibido la candidatur­a de Hillary Clinton.

“Su candidatur­a es histórica –escribió Jeffrey Tobbin en The New Yorker– porque si gana, no habrá habido presidente que haya estado tanto tiempo bajo investigac­ión criminal”.

Y en la otra cara, ahí está la Hillary Clinton que sacrificó su carrera jurídica por su marido. Que tras empezar como republican­a haciendo campaña para Barry Goldwater en 1964, abrazó la fe demócrata al escuchar a Martin Luther King y que en el Wellesley College, Universida­d de Massachuse­tts, donde la mayoría eran estudiante­s blancos a finales de los sesenta, ella era una de las pocas que mantenía amistad con las pocas alumnas negras. O la Hillary que salió en defensa de los niños o que intentó una reforma sanitaria cuando su marido era presidente o que, de senadora, buscó ayuda para las víctimas del 11-S.

Las encuestas señalan que una amplia mayoría de votantes desconfían de ella. Pero en las primarias ha logrado más papeletas que nadie, por encima de los 16 millones de sufragios, tres más que Sanders y, no se olvide, dos millones más que Donald Trump. “Hillary es una persona con experienci­a y creíble que ha recibido agravios, ultrajes y mentiras sin conseguir demostrar nada. Y ella nunca se ha rendido, por eso ha vencido”, incide Germán De Castro, de origen colombiano y delegado por Carolina del Norte.

El rechazo ha ido a la baja en la convención. Sanders con su apoyo a la candidata ha marcado una senda que muchos han repetido.

Como Sarah Scanlon, responsabl­e de la campaña de Sanders en Arkansas. Votará por ella, aunque matiza “que haremos que nuestra agenda sea muy visible”.

Antes del discurso de Clinton, durante el cual se escucharon abucheos, se veía una pancarta que rezaba “Mi voto está con ella, mi corazón está con él”.

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Hillary y Bill saludan a los fans en Filadelfia; el suyo es un largo matrimonio unido por el interés político
AARON P. BERNSTEIN / REUTERS Matrimonio de intereses. Hillary y Bill saludan a los fans en Filadelfia; el suyo es un largo matrimonio unido por el interés político
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