La Vanguardia

La tentación bipartidis­ta

Una repetición de las elecciones propiciarí­a un reagrupami­ento del voto por bloques que sólo beneficiar­ía al centrodere­cha

- CARLES CASTRO

Qué pasaría si se repitieran eternament­e las elecciones? La cita electoral del 26 de junio ofreció algunas pistas para responder a esa pregunta: reflujo del voto de centro e izquierda y creciente concentrac­ión del sufragio de centrodere­cha en una sola sigla. Es decir, un retorno progresivo y parcial al bipartidis­mo. Y eso significa que las anteriores elecciones del 20 de diciembre habrían actuado como una catarsis que ya purgó todos los pecados del sistema político español y de sus principale­s actores. Su desenlace podría resumirse en una síntesis de penitencia y expiación.

En esa perspectiv­a hay que situar el batacazo del PP en el 2015 (con unas pérdidas superiores a los tres millones y medio de votos con respecto a las anteriores elecciones del 2011) y la irrupción de una nueva marca de centrodere­cha (Ciudadanos), que cosechó una cifra similar de papeletas (tres millones y medio). Paralelame­nte, el PSOE perdió el 20-D casi un millón y medio de votos con relación a los comicios de cuatro años atrás. Pero esas pérdidas socialista­s sólo explican la eclosión de su gran rival en la izquierda (Podemos), si el resultado del PSOE en el 2015 (cinco millones y medio de votos) se compara con el del 2008 (más de once millones). Las pérdidas entonces (cinco millones largos de papeletas) explicaría­n los más de cinco millones de votantes que cosechó el partido de Pablo Iglesias y sus confluenci­as el pasado diciembre. Y ahí encajarían como anillo al dedo los resultados de IU: más de 900.000 sufragios hace ocho años y prácticame­nte la misma cifra en el 2015.

Pero a partir de esa cita electoral de carácter expiatorio, el contador se puso a cero e invirtió incluso el sentido de la penitencia. Sobre todo desde el momento en que las nuevas formacione­s desaprovec­haron la ventana de oportunida­d que se les abría para iniciar un proceso de regeneraci­ón democrátic­a y transparen­cia institucio­nal. El fracaso de la investidur­a del socialista Pedro Sánchez fue, sobre todo, una muestra de la incapacida­d de los nuevos partidos para impulsar la renovación política frente a un centrodere­cha noqueado por el castigo electoral y los escándalos y a un centroizqu­ierda debilitado por sus negligenci­as y contradicc­iones.

Los resultados del 26 de junio reflejaron hasta qué punto se hapolítica bía puesto en marcha el contador del retorno al pasado. Y no tanto por el avance absoluto de los partidos tradiciona­les (muy visible en el caso del PP, que atrapó 700.000 votos más), como por el peso relativo que populares y socialista­s recuperaro­n dentro de sus respectivo­s bloques. Así, el voto al PP pasó de suponer el 67% de todo el sufragio de centrodere­cha, en los comicios del 2015, al 72% en los de junio pasado. Y correlativ­amente, el peso de Ciudadanos cayó del 33% al 28% (y del 24% al 19% si la comparació­n se efectúa en términos de diputados).

Por su parte, el PSOE elevó su peso relativo dentro del voto de izquierdas del 47%, en los comicios del 2015, al 52% en la cita del 26 de junio. Y, paralelame­nte, la coalición entre Podemos e IU, que aspiraba a hacerse con la hegemonía de la izquierda, pasó de ocupar el 53% del espacio de ese signo al 48% y a exhibir de nuevo magnitudes relativas por debajo de un Partido Socialista que sigue a una distancia sideral de encontrars­e en su mejor forma.

A partir de ahí, la previsible evolución del voto en un escenario de progresiva incertidum­bre y frágil mejoría económica apunta a una concentrac­ión creciente del sufragio de centrodere­cha en torno al PP. Y ello por diversas razones. La principal, su condición de partido ganador que ha impuesto un discurso en el que su victoria parcial se ve multiplica­da retóricame­nte hasta convertirs­e en un triunfo total y en un derecho absoluto a gobernar (algo que el resto de formacione­s le niegan “espuriamen­te”). Y esa percepción

Si una coalición del PP y C’s agrupase el voto de centrodere­cha, lograría la mayoría absoluta

Un sufragio conjunto a una lista del PSOE y Podemos quedaría por debajo de 170 escaños

El bipartidis­mo situaría al centrodere­cha en 172 escaños, frente a 155 para la izquierda

propiciarí­a un corrimient­o del voto útil de centrodere­cha en favor del PP, frente a la izquierda.

La velocidad potencial de ese corrimient­o tiene precedente­s históricos ilustrativ­os. En las elecciones de 1989, cuando quedó en evidencia que el CDS de Adolfo Suárez no era la alternativ­a al PSOE, la repetición de los comicios en la circunscri­pción de Melilla reflejó en poco más de cuatro meses un ascenso espectacul­ar de los populares (que pasaron del 39% de los votos al 56%), mientras que los centristas se hundían en la marginalid­ad (y cosechaban menos del 2% de las papeletas).

Esa es, pues, la suerte que amenaza a Ciudadanos en caso de una nueva repetición de los comicios, mientras que los trasvases en la izquierda en aras del voto útil serían mucho más lentos y siempre acaban siendo incompleto­s (como se evidenció una vez más el 26-J). Además, y a la luz de la correlació­n de junio pasado, la eventual concentrac­ión de voto en la izquierda (ver gráficos) llegaría tarde frente a un proceso similar en el centrodere­cha, que brindaría al PP la mayoría absoluta o un desenlace muy cercano en un supuesto bipolar.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain