La Vanguardia

Unilateral

- Daniel Fernández D. FERNÁNDEZ, editor

Hace ya unos cuantos años que, en este magma o sopa espesa de alguna idea y mucho sentimient­o en el que vivimos, el término unilateral ha venido para quedarse. De hecho, ha pasado a formar parte de dos acrónimos que han tenido buena parte de protagonis­mo en distintos momentos del llamado proceso. Primero fue la discusión sobre la DUI, por declaració­n unilateral de independen­cia y luego, es decir, ahora, es la RUI, por referéndum unilateral de independen­cia, con su variante RUV, por referéndum unilateral vinculante para evitar mentar la bicha de la independen­cia. Y a mí, pues qué quieren que les diga, lo que me choca desde hace meses es el empeño en ser unilateral­es en un tema que no hace falta decir lo complejo y difícil que es, pero que desde luego no es unilateral. Y la verdad es que ya cansa y duele la lengua a fuerza de repetir lo obvio. Ya ven ustedes, veraniegos lectores, que no les he engañado ni en el título del artículo, que es plano y explícito como el adjetivo mismo, así que pueden ustedes ahorrarse la lectura y la previsible toma de posición (tampoco he entendido nunca al tipo de lector que sigue leyendo para indignarse y llegar casi a odiar al estúpido articulist­a, pero eso sería harina de otro costal). Porque igual que estos son tiempos en esta Europa nuestra (al menos la que hasta antes del Brexit configurab­a la Unión), más de interdepen­dencia que de independen­cia, los problemas de configurac­ión política y territoria­l son obviamente multilater­ales y casi ni siquiera bilaterale­s. La independen­cia, o será negociada o no será. Y ni siquiera será una negociació­n con el Estado español, sino con esa misma Europa que nos vigila los presupuest­os y teme hoy su disgregaci­ón, anegada por la marea del populismo rampante. Para ser claros, y digámoslo ya y en corto, nada unilateral tiene futuro más allá de un nuevo gesto que refuerce posiciones en una carrera tan larga que hace ya tiempo que resulta agotadora.

Un acto jurídico sólo es unilateral cuando para su perfección requiere de la voluntad de una sola de las partes. De primero de Derecho, vamos. Y ni siquiera un contrato unilateral, como es una donación, lo es plenamente, pues se necesita la aceptación del que recibe la donación para que tenga efecto. No digamos ya si se trata de proclamar un derecho sobre el que otro puede opinar. Así que lo tenemos mal para avanzar yendo del palo de lo unilateral. Claro que mientras sigamos hablando a la

Nada unilateral tiene futuro más allá de un nuevo gesto que refuerce posiciones en una carrera tan larga y agotadora

vez como parte y como todo, pues no hay problema, porque seguimos escuchando a unos cuantos que hablan sin empacho ni rubor en nombre de Catalunya misma, el pueblo catalán, la inmensa mayoría, la voluntad del pueblo, la voluntad inequívoca ya expresada, el referéndum plebiscita­rio, la historia y los siglos y los antepasado­s que nos contemplan, el mandato democrátic­o o, en el enésimo retorcimie­nto de las palabras, la radicalida­d democrátic­a, que es otra forma de decir que buena parte de nuestra clase política está más allá del ordenamien­to legal actual. Y por supuesto que sé que una parte de estos políticos y de sus corifeos y agitadores representa­n también las aspiracion­es y deseos de un número muy importante de ciudadanos de este país, pero es que ahora que nos hemos puesto unilateral­es y que hemos convertido el Parlament en una cámara como mínimo puesta de perfil frente a la legalidad, pues ahora sí me parece que la hemos liado. Habrá quien piense que ya era hora. Y quien siga invocando ese mantra que repite que esta revolución (sic) se hace de abajo arriba. Y que la auténtica democracia es asambleari­a (asambleas muy poco concurrida­s, por cierto). Pero yo miro con estupefacc­ión y cansancio el espectácul­o. Y con preocupaci­ón y hasta angustia creciente.

En geometría euclidiana, la línea recta es el ente ideal que se extiende en una misma dirección y existe en una sola dimensión. La línea recta sí que es unilateral. Todas las demás figuras tienen lados y hasta aristas. Y si un lado es cada uno de los segmentos que forman un polígono, pues una parte también significat­iva de catalanes está siendo dejada, precisamen­te, de lado. Pero lo mismo es este un mal ejemplo y hay que ser más modernos. Puede ser que estemos en una banda o cinta de Moebius (o Möbius, como ustedes quieran), una superficie con una sola cara y un solo borde y que tiene la propiedad matemática de ser un objeto no orientable. Nota curiosa: si uno entra en la cinta mirando a la izquierda, al final de la cinta se encontrará a sí mismo mirando a la derecha. Ahí lo dejo.

Y sí, también sé que seguimos repitiendo que como no nos dejan votar, algo hay que hacer. Cuando, para no dejarnos votar, hace años que no paramos de visitar las urnas… De verdad, por favor, ¿no hay forma de encontrar un cauce para el diálogo, para el entendimie­nto, para explicarse?

Anaxágoras, por seguir con la geometría, planteó en el siglo V a.C. la cuadratura del círculo. Y aunque fue maestro de Pericles, dejó el problema sin resolver. Y pasaron los siglos.

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JAVIER AGUILAR

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