La oferta de pisos turísticos ilegales se dispara en el Besòs
Los nuevos alojamientos tratan de aprovechar la cercanía al mar y la saturación del centro
La oferta de pisos turísticos ilegales ha llegado al barrio del Besòs de Barcelona, donde ha proliferado desde hace dos años gracias a que los turistas valoran la proximidad de la playa y los precios más baratos que en el centro de la ciudad. Los vecinos del barrio han acogido positivamente la llegada de este tipo de turismo.
Los turistas valoran la proximidad de la playa y los precios más asequibles que en el centro
Victoria, Andrei y Elena salen a la rambla Prim a través de la boca de la estación de metro de Maresme Fòrum. Un smartphone indica a los tres jóvenes ucranianos el camino al corazón del barrio del Besòs, al cruce de Lluís Borrassà y Alfons el Magnànim, al apartamento turístico que alquilaron a través de la web de Airbnb. La parada de Besòs Mar queda más cerca, pero el anuncio luce más vistoso si indica que el centro comercial Diagonal Mar está al lado. “No hubo modo de encontrar nada más céntrico, ahora mismo Barcelona está hasta la bandera... Y por está zona sí que había unos cuantos pisos disponibles a buen precio –explica Victoria arrastrando su maleta, con la alegría que siempre proporciona empezar un viaje de placer–. Además, según el mapa, estamos muy certantes ca de las playas ¿verdad? ¡tengo unas ganas de bañarme!”.
La oferta de pisos turísticos ilegales se está disparando en el barrio del Besòs y sus alrededores. Un fenómeno similar también se manifiesta en otras zonas periféricas, como las de Badal, Sagrera, Prosperitat... pero de un modo menos acusado. El apartamento que alquilaron por tres noches los tres amigos ucranianos no aparece en la nueva web del Ayuntamiento que detalla la lista de pisos turísticos legales de Barcelona. Tampoco lo hace la mayor parte de los anuncios de pisos a lado y lado de la rambla Prim colgados en la de Airbnb. Alguno de ellos está escrito en mandarín, especialmente dirigido al visitante chino. En realidad en la rambla Prim sólo se cuentan dos apartamentos con los papeles en orden. Al parecer los inspectores municipales no acostumbran a pisar este rincón de la ciudad. Aquí la gente contempla la moratoria que impide la apertura de nuevos alojamientos turísticos como una entelequia. Muchos vecinos celebran la llegada de turistas. Dicen que los nuevos visitantes no les molestan, que desayunan en sus granjas y compran en el supermercado, que los vecinos más mayores se mueren y un montón de viviendas se quedan vacías. La gente prefiere convivir con visi- ocasionales que con okupas que pinchan el suministro eléctrico de la comunidad. Estas calles concentran algunas de las rentas más bajas de Barcelona. Aquí la gentrificación no asoma las orejas. Todo lo contrario.
“La mayor parte de los turistas son muy majos, y además le están dando vida al barrio, que buena falta le hacía –cuenta tras la barra la responsable del bar granja Franmi, un negocio ubicado no
PRECIOS MUY COMPETITIVOS Los visitantes encuentran aquí unas habitaciones mucho más económicas
BOLSILLOS MODESTOS
“Les gusta comprarlo todo en el súper y luego ir a la playa con la nevera portátil”
muy lejos del corazón del Besòs, en la calle Llull, cerca de la Rambla Prim–. Los guiris empezaron a dejarse ver el verano pasado, y este año sí que se están haciendo notar. En la puerta de al lado, tenemos tres o cuatro apartamentos. No creo que tengan permiso... Todas las mañanas ves a los turistas comprando en el supermercado. Y luego se van a la playa con las neveras portátiles, bien preparados para gastar poco, porque los que vienen por aquí la verdad es que gastan poco. A mí a lo mejor me compran un café, un refresco, un bocadillo... Prefieren ir al supermercado. Supongo que vienen porque los apartamentos de aquí les salen más baratos. No van a hacernos ricos... Vienen sobre todo familias francesas. Los problemas se dan con los conciertos del Fòrum o la playa de Sant Adrià de Besòs y viene David Gueta. Entonces los pisos los ocupan chavales de juerga. A veces la lían... Todo está cambiando muy deprisa. Antes a los turistas sólo los veías por el Fòrum, cerca de los hoteles de primera línea de mar. Nunca subían por la rambla Prim”.
“El precio de nuestro apartamento está muy bien, sobre todo
si consideras lo que se cobra en el centro de Barcelona –retoma Victoria, la ucraniana que habla un castellano impoluto porque trabajó en la embajada española en Kiev–. Nos cobran 90 dólares por noche por un par de habitaciones”. Encontrar un apartamento de dos habitaciones a 90 dólares la noche en el centro de Barcelona es muy difícil. “Otra vez que vinimos nos alojamos en un hostal, pero estos días los hostales también tienen el cartel de completo. No hay modo de encontrar una plaza libre a no ser que te acerques a la periferia... Pero... ¿de veras este es un barrio turístico?, ¿aquí vienen turistas a dormir?, parece un sitio es un poco raro ¿no?, me parece que tendríamos que haber echado un vistazo por Google Street View”. A medida que los ucranianos se acercan a su destino, fruncen su ceño. Vinieron Barcelona para asistir a un concierto de la cantante Rihanna. Ahora, en el portal de su apartamento, aguardando que la propietaria llegue con las llaves, la playa les parece una estampa mucho más lejana. En verdad la calle Alfons el Magnànim fue conocida durante lustros como uno de los supermercados de la droga del área metropolitana, siempre en competencia con el situado a tiro de piedra en el adrianense barrio de la Mina. Además, la propietaria ya se retrasa más de la cuenta.
“Lo que pasa es que mucha gente se hace mayor y se muere, y los hijos, que ya se fueron del barrio, no saben qué hacer con los pisos –explica una mujer que se encarga de la limpieza de varias escaleras en la rambla Prim y alrededores–. Visto el precio de los pisos de por aquí al final sale más a cuenta, al menos por ahora, alquilarlo a guiris por días que ven- derlo. O que te lo ocupen... También cuentan por el barrio que hace unos años unos rusos compraron unos cuantos pisos muy baratos y desde entonces los alquilan por días. Aquí, en el primer edificio de la rambla, hay un piso que es legal, y unos cuantos más que no lo son, seguro que son ilegales, porque eso se nota un montón. A los legales siempre va a limpiar la misma persona, y en los ilegales todo es más disimulado. De todas formas la gente no se queja mucho. A lo mejor un vecino dice en el rellano que habría que llamar al Ayuntamiento, pero enseguida otro le responde y a ti qué te han hecho. Al final todos son del barrio, todos se conocen desde hace mucho tiempo...”.