La Vanguardia

Luke Aikins

Luke Aikins cayó en una red de seguridad tras alcanzar los 193 kilómetros

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

RÉCORD DE SALTO SIN PARACAÍDAS

El estadounid­ense, de 42 años, se ha convertido en la primera persona en saltar 7.620 metros sin paracaídas, tras lanzarse desde un avión en California. Aikins alcanzó los 193 km/h en un descenso de dos minutos.

Lo que hay que tener, que diría Tom Wolfe. Esta expresión se correspond­e con el título de uno de los más célebres libros del llamado padre del nuevo periodismo, un volumen que lleva por apostilla “elegidos para la gloria”.

Si Luke Aikins es uno de ellos está por ver, pero resulta evidente que cumple la primera premisa y que se requiere de mucho coraje para afrontar su reto.

Este paracaidis­ta estadounid­ense de 42 años se convirtió el sábado en la primera persona en saltar al vacío desde 7.620 metros sin el paraguas desplegabl­e. Se arrojó desde un avión en el cielo de California. Cayó a los dos minutos sobre la red de seguridad, de 30,5 por 30,5 metros, instalada en el desierto, en el término de Simi Valley. Llegó a alcanzar una velocidad de 193 kilómetros. Así marca el récord de ser el único que se ha tirado desde un avión sin paracaídas y lo puede contar.

La peripecia la habían bautizado como “llovido del cielo”.

Abajo le esperaba su familia. Nada más completar su hazaña, Aikins abrazó a su mujer, Monica, y a su hijo, Logan, de cuatro años, y se mostró muy satisfecho por su éxito. “Todos hemos soñado con volar”, aseguró.

Aikins es un paracaidis­ta que ha hecho más de 18.000 saltos y que además ha trabajado en películas como especialis­ta.

“Estoy casi levitando, es increíble”, confesó alzando sus brazos después del salto en declaracio­nes a la cadena Fox, que lo retransmit­ió en directo.

“Estas cosas simplement­e suceden, no encuentro palabras para describirl­o”, prosiguió en su comentario mientras daba las gracias a su equipo de colaborado­res. Se han pasado dos años preparando este salto. Uno de los aspectos más complicado­s fue el ensamblaje de la red con la que le pescaron para concluir el vuelo. Debía cerciorars­e de que funcionaba y resistía el impacto. De hecho, todo el montaje estuvo a punto de cancelarse tal como se había programado por una cuestión legal inesperada. Aikins desveló poco antes del inicio que el sindicato de actores le había ordenado que llevara puesto el paracaídas como medida para garantizar su seguridad.

El protagonis­ta de su propia película se mostró totalmente en desacuerdo con esa orden. Aikins pensó que la carcasa de ese instrument­o en su espalda haría que su aterrizaje en la red fuera mucho más peligroso. Ese exceso de peso podía producir el efecto contrario al que perseguían.

“Voy a impactar en la red con seguridad”, afirmó ya una vez en el transporte aéreo. “Soy al único al que le concierne caer llevando un paracaídas y qué es lo que le va a pasar a mi cuerpo”, insistió. Pocos minutos antes del salto, se retiró la orden. Entonces dejó el avión como él quería, sin cargar en su espalda el paracaídas.

Otros tres saltaron con él, estos sí equipados con la seguridad necesaria. Uno cargaba una cámara, otro una antorcha de humo para que los espectador­es en tierra pudieran localizarl­e y seguir el descenso y un tercero cargaba una recipiente con oxigeno. Pero estos abrieron su paracaídas y dejaron a Aikins solo ante el peligro.

“El salto de Aikins representa la culminació­n a 26 años de carrera y establece un logro personal y un récord mundial”, subrayó su portavoz, Justin Aclin.

“He realizado esto para demostrar que si tenemos un acercamien­to correcto, examinamos y probamos el camino adecuado, podemos conseguir cosas que nos

Con más de 18.000 saltos en su cuerpo, el protagonis­ta dijo al aterrizar que “ha sido como levitar”

pensábamos que no eran posibles”, declaró Aikins a la CNN.

Sus seguidores se lanzaron en avalancha a las redes sociales para felicitarl­e. Hubo quien calificó este salto a la nada como “la mayor locura y una de las acciones más inspirador­as”. En su entrenamie­nto ha llevado a cabo decenas de saltos similares, a esa misma altura, cargando por supuesto el paracaídas, para ensayar cómo caer siempre en un espacio de una dimensión similar a la red. Abría su protección en el último momento en que era posible.

En todas estas prácticas no tiraba de la cuerda para desplegar el paracaídas hasta llegar a los 300 metros de distancia con el suelo, para lo que precisó de un permiso especial. Según remarcó, en estos saltos había logrado caer de forma habitual en un radio muy inferior al establecid­o. A pesar e esta confianza, tenía claro que esa era la parte más difícil. “El viento cambio continuame­nte a diferente altitud”, indicó.

“Cuando intentas hacer algo que va más allá de los límites de lo que se califica como humanament­e posible te describen como un loco, pero para mí este salto no era más que un paso más”.

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 ?? AP ?? Momento del salto de Luke Aikins, en el centro, acompañado de dos paracaidis­tas, que grabaron la proeza.
AP Momento del salto de Luke Aikins, en el centro, acompañado de dos paracaidis­tas, que grabaron la proeza.
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MARK DAVIS / STRIDE GUM / HANDOU / EFE Luke Aikins celebra su hazaña

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