Gran amor a la naturaleza
JIM HARRISON (1937-2016) Escritor estadounidense
Su amor por la naturaleza era inmenso, infinito y puede decirse que sus poemas, novelas y ensayos fueron rugidos de entusiasmo y amor a la vida. Con igual entrega exploró el mundo natural, la vida del espíritu y los placeres de la carne como bien explicita el testimonio expuesto plenamente al final de sus días en Patagonia, en el estado norteamericano de Arizona.
Nacido en Michigan, Harrison pasó sus últimos veranos en el agreste paisaje de Livingston, Montana, donde disparaba con entusiasmo a las serpientes de cascabel en el jardín de su propiedad y a todo aquello que se ponía a tiro.
En ambos mundos, lejos de las egotistas veladas literarias de Nueva York, hacia las cuales no sentía más que desdén, y del vil lujo de Hollywood, donde mostraba actitudes disolutas cuando no exhibía su talento de guionista, ponía afán y empeño propios en lo esencial, en actividades definidas con escasas sílabas y expresiones breves que marcaban el perfil y contorno de su vida: pasear, conducir, cazar, pescar, cocinar, beber, fumar, escribir.
El resultado fue prodigioso: 21 volúmenes de ficción, incluido Leyendas de pasión (1979), una colección de tres historias cortas cuyo título y contenido, referido a una familia de Montana, devastada por la Primera Guerra Mundial, fueron llevados a la pantalla en una película en 1994; 14 libros de poesía; dos libros de ensayo y uno de memorias y un libro infantil. Su libro más reciente de ficción, El viejo trovador, se publicó hace poco y este año apareció un libro de poesía.
El poeta y escritor americano recordaba a un personaje de una novela de Hemingway. Un personaje superlativamente masculino, endurecido, amante de las bebidas alcohólicas y de la magia de la palabra escrita. Pero, como ha dicho Margalit Fox, estas semejanzas (señaladas antes al hablar de su perfil) no se pueden extrapolar a Harrison
porque no escribía como Hemingway, era más lírico. La comparación, de hecho, era inevitable.
Harrison nació en Michigan en 1937, tenía 78 años. Con siete años, en una pelea, sufrió una herida con una botella de cristal y quedó ciego de un ojo. Cuando tenía 21 años, perdió a su padre y a su hermana en un accidente de coche, lo que al escritor le marcó de por vida.
Debutó con una antología de poemas, Plain song, en 1965. Sería el comienzo de una abundante producción. Escribía en varios géneros, cuento, novela, ensayo y poesía, además de literatura para niños y guiones para el cine, Leyendas de pasión, protagonizada por Brad Pitt y Anthony Hopkins entre otros. Sus textos sobre gastronomía eran únicos: escribía en Esquire con éxito y sus artículos aparecían en su libro del 2001 Lo crudo y lo cocido, título que evoca a Claude Lévi-Strauss. Pero el libro de Lévi-Strauss trata de mitos y rituales y el de Harrison de rituales, uno de los cuales describe una sentada alrededor de la mesa de 11 horas, 37 platos y 19 vinos.
La poesía era central para él y la naturaleza estaba muy presente en su obra. Sus libros refulgen con un sentimiento de amor al mundo y Will Blythe escribió, comentando en The New York Times Book Review su libro Regreso a la tierra del 2007, que sus narraciones se hallan arraigadas como los escritos de Thoreau en las singularidades de la tierra americana, con sus ríos, espesuras y matorrales, sus carreteras, tabernas y posadas.
Blythe añadió: “Atrevidamente, y con marcado placer y fruición, los cuarenta años de escritura de Harrison exploran lo que constituye una vida buena en sentido estético y moral en este planeta”.
No era precisamente un escritor popular que estuviera en boca de todo el mundo en todos los hogares, pero tenía su círculo en su país, y también en Francia, de modo especial. En su conversación podía hablar –sin afectación– sobre Freud, Kierkegaard, Stravinsky, el budismo zen, la épica oral griega o la danza. En un poema que evoca al gran ruso Yesenin (que se suicidó), Harrison le gritó: “¡Detente!”.