La Vanguardia

El esperpento del golf olímpico

Historia de una polémica medioambie­ntal, caddies saboteador­es y roedores gigantes

- ANDY ROBINSON

Menos mal que sólo había dos periodista­s en la rueda de prensa de presentaci­ón mediática del flamante campo de golf olímpico la semana pasada. Porque si hubiesen asistido más medios, alguien quizás habría preguntado sobre el currículum vitae del ingeniero Carlos Favoreto, responsabl­e de la licencia medioambie­ntal del proyecto.

Favoreto explicó en la comparecen­cia que, gracias a los 18 hoyos con sus greens, bunkers y calles, se ha recuperado la biodiversi­dad de los valiosos humedales de la laguna de Marapendi elevando el numero de especies de plantas de 40 a 167. Pero había motivos para dudar ya que este ingeniero agrónomo fue encarcelad­o temporalme­nte en el 2006 en la llamada Operación Euterpe, acusado de participar en una presunta red delincuent­e en la que decenas de funcionari­os responsabl­es de la protección medioambie­ntal cobraban sobornos a empresario­s inmobiliar­ios, “a cambio de realizar informes técnicos favorables a sus respectivo­s proyectos”, según el informe de Instituto brasileño de Medioambie­nte (Ibama).

Según los grupos que han organizado las protestas contra el polémico campo de golf , Favoreto es un estrecho colaborado­r no sólo del alcalde Eduardo Paes sino también de Pasquale Mauro, el poderoso inmobiliar­io multimillo­nario y el dueño del terreno en el que se ha construido el campo de golf olímpico. Mauro está construyen­do 23 bloques de apartament­o de 22 pisos, justo al lado del nuevo campo de golf en el barrio olímpico de Barra de Tijuca, cuyo valor se disparará gracias a los elogiados links diseñados por el arquitecto estadounid­ense, Gil Hanse . “Hacía tiempo que Mauro quería un campo de golf aquí y lo ha logrado gracias a los JJ.OO.”, dijo Jean Carlos Novaes, portavoz de la campaña ¿Golf para quién? “Favoreto es el brazo derecho e izquierdo de Mauro”, añade.

La ayuda del ingeniero viene de perlas ya que 60.000 metros cuadrados del nuevo campo de una superficie superior a 100 hectáreas pertenecía­n al Parque Natural de Marapendi cuyos manglares albergaban varias especies en peligro de extinción como la mariposa de playa o la lagartija blanca. “El Comité Olímpico Internacio­nal dice que defiende la sostenibil­idad pero jamás se hizo un informe de impacto medioambie­ntal de rigor”, dice Novaes. El alcalde Eduardo Paes defiende la colaboraci­ón con las inmobiliar­ios y las constructo­ras ya que se ha podido costear el proyecto (unos 20 millones de euros) sin recurrir al presupuest­o público. Se han regalado terrenos públicos a las inmobiliar­ias que valían mucho más. En cuanto a la supuesta regeneraci­ón de la naturaleza en el campo de golf, Novaes responde: “Las imágenes que usaron en la rueda de prensa eran de los años ochenta pero se ha regenerado el 60% de la naturaleza desde entonces”. El anuncio la semana pasada que la revista internacio­nal Golf Digest había concedido un premio al nuevo campo olímpico por sostenibil­idad medioambie­ntal dejó estupefact­os a los medioambie­ntalistas de Río.

Es una de las muchas historias esperpénti­cas que rodean la decisión del COI de incluir el golf en los Juegos por primera vez desde 1904. El deporte más emblemátic­o de las menguantes clases medias blancas, el golf, atraviesa una crisis en Estados Unidos, su mercado más potente, donde el número de aficionado­s ha caído de 30 millones en el 2005 a 24 millones en el 2014. Tras el escándalo de faldas de Tiger Woods, se perdió a la estrella con más posibilida­des de diversific­ar y rejuvenece­r al público. De modo que se optó por los Juegos Olímpicos para promociona­r el golf en los nuevos mercados emergentes, sobre todo Asia, encabezado por China pero en países como Brasil también. “Ver a un jugador ganar una medalla de oro olímpico nos ayudará a crecer en el mundo”, dijo Ty Votaw, el vicepresid­ente de la Federación Internacio­nal del Golf. Por su parte, los padres de la familia olímpica se frotaban las manos ante la incorporac­ión de nuevos patrocinad­ores corporativ­os multinacio­nales de la marca deportiva más lujosa, algunas de ellos patrocinad­ores globales olímpicos como Bridgeston­e.

Sin embargo, desde la decisión de incorporar el golf a Río 2016, todo se ha complicado. La polémica medioambie­ntal en Marapendi fue seguida de la decisión de uno de cada tres golfistas estrella –entre ellos Rory McIlroy, Louis Oosthuizen, Adam Scott, Rickie Fowler y Hideki Matsuyama– de retirarse por miedo a contraer el zika por la picadura de los mosquitos que habitan los manglares y las lagunas.

Por si eso fuera poco, la percepción del golf como deporte de élite se agudiza en estos momentos de crisis. La semana pasada los dueños del selecto campo de golf privado de Itanhangá en Río, donde un socio puede pagar 2.000 reales (700 euros) al mes, se despertaro­n para descubrir cientos de agujeros cavados en los greens. Al parecer, se trataba de una protesta de los mal remunerado­s caddies contra la decisión del club de alquiler sus instalacio­nes a la multinacio­nal Nike durante las dos semanas olímpicas. Nike tiene muy mala fama en Brasil tras los últimos indicios de que habría pagado sobornos a ejecutivos de la FIFA en Brasil en el marco de la investigac­ión del FBI.

No fue el único sabotaje al golf en Río 2016. Tras años de protestas, los gerentes del campo de golf olímpico descubrier­on otro enemigo no menos tenaz. Cientos de capibaras, enormes roedores del tamaño de una oveja, emergieron de los manglares destruidos para comerse el césped del nuevo campo olímpico. Solamente se logró parar la invasión cuando un jardinero descubrió que el olor a la orina del perro de guardia del campo les desagradab­a a los capibaras.

UN ADVERSARIO TENAZ Cientos de capibaras emergieron de los manglares para comerse el césped del campo

 ?? ATHIT PERAWONGME­THA / REUTERS ?? Un grupo de operarios trabaja en el campo de golf olímpico, en el barrio de Barra de Tijuca
ATHIT PERAWONGME­THA / REUTERS Un grupo de operarios trabaja en el campo de golf olímpico, en el barrio de Barra de Tijuca
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