El intelectual generoso
ROBERT FERRER (1947-2016) Fundador y exdirector de la Alliance Francaise de Sabadell
Robert Ferrer, nacido en Yelfa (Argelia) e hijo de republicanos exiliados, no tuvo una infancia fácil, pero nunca se quejó por ello. Ha sido un hombre hecho a sí mismo, muy cultivado intelectualmente y que, siempre con su leve sonrisa, ha dejado un legado generoso en Sabadell. En 1974 fundó la Alliance Française de Sabadell con un grupo de amigos, con la doble meta de enseñar la lengua francesa y transformar la preciosa Casa Taulé –construida en 1902 y donde se ubica el centro– en un ágora cultural.
Lo consiguió a base de tesón y tejiendo complicidades con artistas visuales, filósofos, cantantes, poetas, cineastas, escritores, traductores, músicos y pintores. Durante años, organizó jornadas culturales que fueron un puente entre Catalunya y Francia y también Quebec. Y todo, de manera independiente de los poderes políticos, con total libertad y mucha generosidad. Siempre que podía, ayudaba.
En el 2007, Ferrer fue condecorado con el título de Officier de l’Ordre des Palmes Académiques por conseguir que la Alliance Française de Sabadell se convirtiese en una de las escuelas más importantes de ámbito estatal. Fue su director hasta el 2013, cuando empezó su combate contra el cáncer. La enfermedad lo venció el 3 de agosto, con 69 años y rodeado de su familia y amistades. La directora de la Alliance, Hélène Vietti, lo recuerda como “un buen amigo y una figura destacada. El mundo cultural de Sabadell le debe mucho por todo lo que ha hecho y por unir puentes entre Catalunya, África, Francia y Bélgica”.
Argelia dejó una huella imborrable en su vida como piednoir. Sus padres, Joan –obrero anarquista– y Conxita –modista– se casaron en Terrassa pocos días después de estallar la Guerra Civil y tuvieron que anular el viaje de bodas en Mallorca. Al final de la contienda y, separadamente, se exiliaron a Francia y pasaron diferentes vicisitudes en campos de refugiados. Ella se queda en Argelers, mientras que Joan, después de pasar por el calvario de Vernet y Bram, fue enviado a un campo de concentración argelino en Yelfa, donde dos años después fue liberado del infierno. Al final de la Segunda Guerra Mundial, Conxita fue a rencontrar a su esposo. Se establecieron en este pueblo árido, cerca del desierto, donde el padre ejerció de mecánico.
Robert Ferrer nació en 1947 y creció hablando francés en casa y árabe con los niños de la calle. Luego, la familia se traslada a Medea, a 90 kilómetros de Argel, donde estudia primaria y secundaria. Su única hermana, Natividad, nació en 1956. Y por petición de los abuelos maternos de Terrassa, que enferman, la familia regresa a Catalunya en 1962, meses antes de la declaración de independencia del país magrebí. Cuando Ferrer llegó a Catalunya tenía 15 años, estaba cursando cuarto de bachillerato en Argelia y no hablaba catalán ni castellano, solo francés y árabe. “Me sentí desubicado. Mis padres me inscribieron en el Liceo Francés de Barcelona y me encontré con un mundo de clase media alta, muy falso y esnob que no tenía nada que ver con mi mundo. Me incomoda y acompleja y acabé el curso con muy malas notas. Así que mis padres decidieron ponerme a trabajar”, recordaba en una entrevista para el portal exiliorepublicano.com. Ferrer se formó para ser aprendiz de fresador en la AEG de Terrassa, un oficio que no le interesaba nada. Pero al hablar francés, superó el certificado de aptitud de la EOI en Madrid y se formó en la universidad como docente. Con su característica alegría vital, supo contagiar a todo su entorno de los encantos de la cultura francófona.