La Vanguardia

‘Blowing in the wind’

- Antoni Puigverd

Los catalanes se adaptaron al franquismo. Esto fue así debido a la trágica división de la guerra, pero también a causa del miedo a la represión y a otros factores que cada cual se sabía: impotencia, pragmatism­o, interés. Indiferenc­ia y deslealtad se extendiero­n como una mancha de aceite. Son los años del cinismo y la hipocresía que describe El vent de la nit, la última parte de Incerta glòria de Joan Sales, o Nada, de Carmen Laforet. Años de negocios fáciles para los mejor adaptados, que desembocar­on en los valores de los años sesenta: consumismo (seisciento­s) y ruptura cultural tutelada (yeyé).

Sólo una minoría resistente, bajo el paraguas de la Iglesia (escultismo, parroquias, Montserrat) o atrinchera­da en la universida­d y en las grandes fábricas, retomó la tradición rota: catalanist­a, democrátic­a o de izquierdas. La mayor parte de la heroicidad es comunista (PSUC, con mártires como Miguel Núñez), aunque algunos héroes son catalanist­as, como Jordi Carbonell, el indomable.

Cuando la gran mayoría se acomodaba o resignaba, Carbonell se comprometí­a.

¿Carbonell es el profeta que se anticipa o la excepción que confirma la regla?

Siendo estudiante fue detenido y apaleado por los falangista­s universita­rios (Pablo Porta entre ellos). Reconstruy­ó el IEC, nuestra máxima academia, condenada al ostracismo y después tolerada en precario. Soportó sin dejar de hablar en catalán al torturador policial más temido de la dictadura (Creix). Al salir de la prisión, tuvo que aceptar, estoico, la expulsión de la UAB y, además, fue la víctima propiciato­ria del banquero Jordi Pujol, entonces mecenas de Enciclopèd­ia Catalana. Fue uno de los 113 famosos detenidos de la Asamblea de Catalunya. Aceptó un exilio (felizmente horaciano) en Cerdeña. Etcétera. La larga vida de Carbonell es una fervorosa historia de amor a la lengua, la cultura y la identidad catalanas, que tiene un correlato entrañable en la relación que mantuvo con su esposa, Hortènsia Curell, maravillos­amente contada por Sergi Pàmies.

De sus memorias se desprende que vivió la catalanida­d con fervor casi religioso. Nostalgia del absoluto, lo llamaría George Steiner. Su muerte se produce en plena hegemonía del independen­tismo (inmune, de momento, a unos resultados más cortos de lo previsto). Por ello, Carbonell (que votó no a la Constituci­ón del 78 y se abstuvo en la votación del Estatut del 79) ha sido descrito como un precursor. Como el profeta que anticipa lo que después querrán todos. Es difícil saberlo. Su caso también podría ser leído como una excepción a la regla: cuando no cuesta un gran esfuerzo, muchos catalanes dan la razón a Carbonell; pero cuando implicaba pérdida de trabajo, tortura o problemas de verdad, se adaptaban y callaban.

¿Qué es Carbonell? ¿El profeta que se anticipa o la excepción que confirma la regla? Escucha la respuesta en el viento. (El problema del vendaval que supuestame­nte se acerca es que hace ya cuatro septiembre­s que se anuncia y nunca acaba de llegar).

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