“Soy acusada injusta y arbitrariamente”.
La mandataria comparece ante el Senado que está a punto de destituirla
Dilma Rousseff se defendió con dureza ante el Senado de Brasil, que en la madrugada de ayer tenía previsto votar su destitución como presidenta por corrupción.
Combativa y serena, Dilma Rousseff cumplió su palabra. No sólo no dimitió cuando el 12 de mayo fue suspendida temporalmente por el Parlamento, sino que ayer dio la cara y compareció con mucha dignidad y seguridad ante el pleno del Senado para defenderse en el impeachment por el que es juzgada. Rousseff volvió a denunciar un “golpe parlamentario” contra su gobierno.
No obstante, la suerte de la mandataria brasileña parece estar echada y sólo un milagro evitaría una destitución que podría votarse a altas horas de la madrugada del martes, tras una maratónica sesión. Tras el discurso inicial de la presidenta suspendida, vino el interrogatorio por parte de los senadores, que proseguía al cierre de esta edición.
“No cometí los delitos de los que soy acusada injusta y arbitrariamente”, indicó Rousseff durante su alegato, que abrió la jornada de ayer del juicio político que, a modo de vista oral, dio comienzo el jueves pasado en la cámara alta bajo la presidencia excepcional del titular del Tribunal Supremo, Ricardo Lewandowski.
El morbo estaba servido. Era la primera vez que Rousseff se enfrentaba cara a cara a unos legisladores que, en su gran mayoría, no han escondido hacia ella su hostilidad desde antes de que el proceso de impeachment se pusiera en marcha en diciembre pasado. Anticipándose a la tensión, antes de dar la palabra a la acusada, Lewandowski advirtió a senadores y público que no toleraría la más mínima disrupción. Ni aplausos, ni abucheos, ni las vergonzosas imágenes de los diputados saludando a sus parientes en las anteriores sesiones.
De todas formas, y aunque hasta el cierre de esta edición no se había perdido la corrección parlamentaria en el hemiciclo, la tensión estuvo presente en toda la jornada porque la mandataria adoptó de entrada un tono combativo y respondió a los senadores atacándoles.
Finalmente, Rousseff llegó en coche al parlamento de Brasilia, y descartó, como se había especulado, su arribada a pie junto a decenas de partidarios, como el medio millar que esperaba a las puertas del edificio, apartados por una valla de un kilómetro de largo para evitar incidentes. Eso sí, ingresó al pleno acompañado de su círculo íntimo de amigos y colaboradores, entre los cuales el cantautor Chico Buarque y, por supuesto, su mentor y predecesor, el expresidente Lula da Silva, que siguió la sesión entre los invitados, con cara de aflicción.
“Lo que está en juego aquí es el futuro de Brasil”, dijo Rousseff en su alegato inicial, que duró tres cuartos de hora. “La acusaciones contra mí son meros pretextos”, añadió, en un discurso donde llegó a comparar su comparecencia con el juicio a que fue sometida durante la dictadura. “Sigo erguida mirando a los ojos de los que me enjuician”, manifestó. aunque inmediatamente expresó su “respeto” hacia los senadores.
Rousseff no ahorró palabras punzantes. “Hoy solamente estoy temiendo la muerte de la democracia”, aseguró, tras recordar que había sobrevivido a la tortura “durante días seguidos” en la dictadura, así como a un cáncer linfático. También acusó de “misoginia” a muchos de sus detractores, dando por sentado que incluía a los parlamentarios.
La mandataria apeló al voto de la decena de senadores que, se-
DECLARACIÓN “No cometí los delitos de los que soy acusada injusta y arbitrariamente”
SOLIDARIDAD La presidenta suspendida llegó a la Cámara Alta junto a Lula y Chico Buarque
gún los sondeos elaborados por los periódicos brasileños, se mantienen indecisos. “Hago una llamado final a todos los senadores: no acepten un golpe”, insistió. Dependiendo de la encuesta, los medios coinciden en que apenas falta que uno o dos legisladores declaren públicamente su voto a favor de la destitución de Rousseff para que la mandataria pierda la votación. Se requieren dos tercios de la cámara alta para ello; o sea, 54 escaños, de 81. Hasta ahora, 52 o 53 senadores –según los sondeos– ya han anticipado su voto contra Rousseff.
La líder petista, de 68 años, advirtió que su destitución y la expulsión del gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) para sustituirlo por el ejecutivo liberal del presidente interino, Michel Temer, supone congelar durante veinte años los gastos en educación y sanidad, así como las ayudas sociales a las clases más desfavorecidas. En este sentido apuntó al excandidato presidencial conservador, Aécio Neves, a quien Rousseff ganó las elecciones del 2014 por el 51,6% de los votos. “Fue un gran golpe para la élite ultraconservadora brasileña”, dijo acusando a la entonces derrotada oposición de no aceptar dichos resultados y tratar desde ese momento de “desestabilizar” a su gobierno hasta llegar al impeachment.
Neves, que es senador, se mostró indignado cuando le tocó interrogar a Rousseff, “El voto no es un salvoconducto”, sostuvo Neves, acusando a la mandataria de mentir durante la campaña y lanzándole una pulla al decir que en su último debate electoral nunca hubiera imaginado volver a encontrarla en esta situación. La presidenta suspendida replicó en el mismo sentido y reiteró que tras ser reelegida sufrió “uno de los mayores boicots que se tenga noticia en la historia de Brasil”.
La defensa de Rousseff se centró en negar que las llamadas “pedaleadas fiscales” del 2015 sean un delito o violen la Constitución. “Es necesario configurar un delito de responsabilidad y esté claro que ese crimen no existió”, insistió la mandataria. Estas maniobras presupuestarias irregulares fueron realizadas por todos los gobiernos anteriores para anticipar el pago de subsidios, aunque nunca fueron tan elevadas como los que se imputan a Rousseff.
Casi todos los miembros de la cámara alta se apuntaron a interrogar a la presidenta suspendida. Detractores en su mayoría, pero también miembros del PT que con sus intervenciones dieron un poco de aire a Rousseff.
Uno de los senadores es el expresidente Fernando Collor de Mello, que en mayo se posicionó contra Rousseff. Collor fue sometido a impeachment por corrupción en 1992 y, al igual que Rousseff, fue apartado temporalmente del cargo. La diferencia es que Collor dimitió antes de someterse al juicio final y dar la cara ante el Senado.