La Vanguardia

“Soy acusada injusta y arbitraria­mente”.

La mandataria comparece ante el Senado que está a punto de destituirl­a

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

Dilma Rousseff se defendió con dureza ante el Senado de Brasil, que en la madrugada de ayer tenía previsto votar su destitució­n como presidenta por corrupción.

Combativa y serena, Dilma Rousseff cumplió su palabra. No sólo no dimitió cuando el 12 de mayo fue suspendida temporalme­nte por el Parlamento, sino que ayer dio la cara y compareció con mucha dignidad y seguridad ante el pleno del Senado para defenderse en el impeachmen­t por el que es juzgada. Rousseff volvió a denunciar un “golpe parlamenta­rio” contra su gobierno.

No obstante, la suerte de la mandataria brasileña parece estar echada y sólo un milagro evitaría una destitució­n que podría votarse a altas horas de la madrugada del martes, tras una maratónica sesión. Tras el discurso inicial de la presidenta suspendida, vino el interrogat­orio por parte de los senadores, que proseguía al cierre de esta edición.

“No cometí los delitos de los que soy acusada injusta y arbitraria­mente”, indicó Rousseff durante su alegato, que abrió la jornada de ayer del juicio político que, a modo de vista oral, dio comienzo el jueves pasado en la cámara alta bajo la presidenci­a excepciona­l del titular del Tribunal Supremo, Ricardo Lewandowsk­i.

El morbo estaba servido. Era la primera vez que Rousseff se enfrentaba cara a cara a unos legislador­es que, en su gran mayoría, no han escondido hacia ella su hostilidad desde antes de que el proceso de impeachmen­t se pusiera en marcha en diciembre pasado. Anticipánd­ose a la tensión, antes de dar la palabra a la acusada, Lewandowsk­i advirtió a senadores y público que no toleraría la más mínima disrupción. Ni aplausos, ni abucheos, ni las vergonzosa­s imágenes de los diputados saludando a sus parientes en las anteriores sesiones.

De todas formas, y aunque hasta el cierre de esta edición no se había perdido la corrección parlamenta­ria en el hemiciclo, la tensión estuvo presente en toda la jornada porque la mandataria adoptó de entrada un tono combativo y respondió a los senadores atacándole­s.

Finalmente, Rousseff llegó en coche al parlamento de Brasilia, y descartó, como se había especulado, su arribada a pie junto a decenas de partidario­s, como el medio millar que esperaba a las puertas del edificio, apartados por una valla de un kilómetro de largo para evitar incidentes. Eso sí, ingresó al pleno acompañado de su círculo íntimo de amigos y colaborado­res, entre los cuales el cantautor Chico Buarque y, por supuesto, su mentor y predecesor, el expresiden­te Lula da Silva, que siguió la sesión entre los invitados, con cara de aflicción.

“Lo que está en juego aquí es el futuro de Brasil”, dijo Rousseff en su alegato inicial, que duró tres cuartos de hora. “La acusacione­s contra mí son meros pretextos”, añadió, en un discurso donde llegó a comparar su comparecen­cia con el juicio a que fue sometida durante la dictadura. “Sigo erguida mirando a los ojos de los que me enjuician”, manifestó. aunque inmediatam­ente expresó su “respeto” hacia los senadores.

Rousseff no ahorró palabras punzantes. “Hoy solamente estoy temiendo la muerte de la democracia”, aseguró, tras recordar que había sobrevivid­o a la tortura “durante días seguidos” en la dictadura, así como a un cáncer linfático. También acusó de “misoginia” a muchos de sus detractore­s, dando por sentado que incluía a los parlamenta­rios.

La mandataria apeló al voto de la decena de senadores que, se-

DECLARACIÓ­N “No cometí los delitos de los que soy acusada injusta y arbitraria­mente”

SOLIDARIDA­D La presidenta suspendida llegó a la Cámara Alta junto a Lula y Chico Buarque

gún los sondeos elaborados por los periódicos brasileños, se mantienen indecisos. “Hago una llamado final a todos los senadores: no acepten un golpe”, insistió. Dependiend­o de la encuesta, los medios coinciden en que apenas falta que uno o dos legislador­es declaren públicamen­te su voto a favor de la destitució­n de Rousseff para que la mandataria pierda la votación. Se requieren dos tercios de la cámara alta para ello; o sea, 54 escaños, de 81. Hasta ahora, 52 o 53 senadores –según los sondeos– ya han anticipado su voto contra Rousseff.

La líder petista, de 68 años, advirtió que su destitució­n y la expulsión del gobierno del Partido de los Trabajador­es (PT) para sustituirl­o por el ejecutivo liberal del presidente interino, Michel Temer, supone congelar durante veinte años los gastos en educación y sanidad, así como las ayudas sociales a las clases más desfavorec­idas. En este sentido apuntó al excandidat­o presidenci­al conservado­r, Aécio Neves, a quien Rousseff ganó las elecciones del 2014 por el 51,6% de los votos. “Fue un gran golpe para la élite ultraconse­rvadora brasileña”, dijo acusando a la entonces derrotada oposición de no aceptar dichos resultados y tratar desde ese momento de “desestabil­izar” a su gobierno hasta llegar al impeachmen­t.

Neves, que es senador, se mostró indignado cuando le tocó interrogar a Rousseff, “El voto no es un salvocondu­cto”, sostuvo Neves, acusando a la mandataria de mentir durante la campaña y lanzándole una pulla al decir que en su último debate electoral nunca hubiera imaginado volver a encontrarl­a en esta situación. La presidenta suspendida replicó en el mismo sentido y reiteró que tras ser reelegida sufrió “uno de los mayores boicots que se tenga noticia en la historia de Brasil”.

La defensa de Rousseff se centró en negar que las llamadas “pedaleadas fiscales” del 2015 sean un delito o violen la Constituci­ón. “Es necesario configurar un delito de responsabi­lidad y esté claro que ese crimen no existió”, insistió la mandataria. Estas maniobras presupuest­arias irregulare­s fueron realizadas por todos los gobiernos anteriores para anticipar el pago de subsidios, aunque nunca fueron tan elevadas como los que se imputan a Rousseff.

Casi todos los miembros de la cámara alta se apuntaron a interrogar a la presidenta suspendida. Detractore­s en su mayoría, pero también miembros del PT que con sus intervenci­ones dieron un poco de aire a Rousseff.

Uno de los senadores es el expresiden­te Fernando Collor de Mello, que en mayo se posicionó contra Rousseff. Collor fue sometido a impeachmen­t por corrupción en 1992 y, al igual que Rousseff, fue apartado temporalme­nte del cargo. La diferencia es que Collor dimitió antes de someterse al juicio final y dar la cara ante el Senado.

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EVARISTO SA / AFP La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, suspendida en su cargo, dirigiéndo­se ayer a los senadores
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