La Vanguardia

Preocupaci­ón en el delta del Ebro por la masificaci­ón turística

Más de 350.000 visitantes anuales pasan por las playas del espacio protegido

- ESTEVE GIRALT VICENÇ LLURBA (FOTOS) Sant Carles de la Ràpita / Amposta

Mediodía de finales de agosto sobre la arena de la barra del Trabucador, el espacio natural del delta del Ebro con más visitantes y más presión humana: 360.000 personas disfrutan cada año de sus playas vírgenes, incluido un valioso y frágil ecosistema dunar. La mitad de los visitantes del parque natural pasa por aquí. Una caravana de vehículos, muchos coches, pero también un alud de furgonetas y autocarava­nas, transitan libremente entre la arena, el mar y la bahía, en un espacio natural protegido.

Avanza la mañana y los visitantes buscan a su antojo un lugar para aparcar junto a las dos larguísima­s playas vírgenes de seis kilómetros cada una, no vigiladas: una interior, en la bahía de los Alfacs, de aguas cálidas, tranquilas y poco profundas, y otra exterior, enorme y salvaje, a mar abierto. Muchas de las autocarava­nas se sitúan a apenas cinco metros de la bahía, para aprovechar la sombra de los toldos de sus vehículos y pasar el día tocando el agua. Otros penetran en la playa marina o pisan las dunas.

“Del Delta nos gusta todo”, dice la familia Martín Pereira, de Torredemba­rra, a punto para el almuerzo. Cuando llega la noche, a partir de las 21 horas, está prohibido estacionar en el Trabucador y pernoctar. En los últimos años la presión policial, con campañas de los Mossos, ha permitido acabar con las acampadas ilegales. Pero, a pesar de las sanciones y los controles diarios, en la madrugada del domingo La Vanguardia contó en la zona una treintena de vehículos, incluidas una decena de caravanas.

El respeto de la mayoría de los visitantes, enamorados de un entorno natural único, donde se respira por lo general buena convivenci­a, no evita problemas de incivismo, sobre todo por la basura y la ocupación anárquica del espacio. Se trata de una zona bajo la tutela legal de la dirección general de Sostenibil­idad de la Costa y del Mar (Ministerio de Medio Ambiente), ya que está en espacio marítimo terrestre. El enclave está protegido además en el Plan de Es- pacios de Interés Natural (PEIN), por lo que el parque natural del Delta de l’Ebre, competenci­a de la Generalita­t, participa también en su gestión.

La tercera administra­ción competente es el Ayuntamien­to de Sant Carles de la Ràpita (Montsià), que acaba de presentar el proyecto para crear una base náutica para “la ordenación, promoción y gestión sostenible­s de las actividade­s turísticas”. El plan prevé “el control de vehículos para la temporada del año con más afluencia” en el único punto de acceso terrestre a la barra de arena. El Consistori­o estudia ahora cómo se regulará el acceso, si se establecer­á un número máximo

NECESIDAD DE ORDENAR El proyecto presentado por el Ayuntamien­to de la Ràpita, bien visto por Costas y parque natural ESPACIO NATURAL ÚNICO Cerca de la mitad de los 700.000 visitantes anuales del Delta pasan por el Trabucador

de coches y caravanas y si se hace pagar por entrar con vehículo en el Trabucador. “Cuando algo cuesta, se respeta. En muchos parques naturales se hace pagar; será un precio simbólico”, adelanta Rosa Anglès, concejal de Turismo. Se delimitará el aparcamien­to, con una zona específica para los turismos y otra para las autocarava­nas detrás de la base náutica, “para minimizar los perjuicios sobre los espacios naturales y el ecosistema dunar”.

Aunque aún no se ha concretado el número de plazas, una vez cubiertas se restringir­á el acceso. “Será compatible con un turismo sostenible”, dice Anglès. Un informe de la Universita­t Rovira i Virgili (URV) cifra en 1.600 los vehículos que transitan, 800 aparcados, en un día de máxima afluencia (julio, agosto y Semana Santa). El estudio de la URV ha identifica­do el Trabucador como el recurso turístico más visitado del Delta. Sobre el terreno el éxito es indiscutib­le: se multiplica­n los bañistas, que conviven con los pescadores y los kitesurfer­os. Por sus caracterís­ticas, con aguas poco profundas en una zona de viento, se ha convertido en una de las mejores localizaci­ones de Europa para el aprendizaj­e del kitesurf, una variante del surf con la tabla impulsada por una cometa. “Se requiere de una infraestru­ctura que permita el fomento de las actividade­s turísticas responsabl­es con el medio ambiente y garantice la seguridad de los usuarios, haciendo compatible la conservaci­ón de un espacio único con el fomento de un destino turístico tan especial y la generación de un beneficio económico y social”, dice Josep Caparrós, alcalde de la Ràpita.

El proyecto, que reaprovech­ará la plataforma de madera ya existente para minimizar su impacto, ha sido bien recibido tanto por la dirección de Costas, que debe dar la autorizaci­ón, como por el parque natural, que comparte la necesidad de reforzar la ordenación. Es la única vía, dicen los expertos, para huir de una masificaci­ón que acabe con la esencia de una experienci­a poco usual en la costa catalana: disfrutar de la playa y los deportes náuticos en un entorno virgen y sin aglomeraci­ones. “Últimament­e la masificaci­ón hace que haya problemas de compatibil­idad de usos –deportivos, familiares...– en el Trabucador; se deberían regular espacios y horarios. El aparcamien­to es complicado, se aparca por todo el espacio, es necesaria una regulación y se debe hacer bien para que sea aceptada” , dice Francesc Vidal, director del parque natural.

Sobre la arena ya resuenan los planes de regular el Trabucador. De entrada, y por lo general, provoca rechazo o desconfian­za entre los turistas, especialme­nte entre los que viajan con caravana. Los turistas han adoptado y transforma­do a su medida una práctica arraigada entre los vecinos del Delta, pasar todo el día en el Trabucador. “Nos lo están poniendo muy difícil, los Mossos vienen un día tras otro. Somos independie­ntes y autónomos, y no necesitamo­s ir a ningún camping para nada”, sostiene Lola Delgado, turista de Zaragoza, plácidamen­te estirada bajo el toldo de su autocarava­na, a cinco metros escasos del agua, mientras su marido pesca en la misma bahía.

En uno de los extremos del Trabucador, sobre la playa, pero ya en el término municipal de Amposta (Montsià), se ha instalado desde hace dos veranos un chiringuit­o, rara avis en el Delta. “Si ponemos decenas de chiringuit­os estas playas perderán su encanto”, destaca Dani Forcadell, edil de Medi Natural i Pagesia del Ayuntamien­to de Amposta. Con cinco kilómetros de litoral en su municipio está la playa de Eucaliptus, una de las más visitadas. “Es un equilibrio muy delicado, pero bien conseguido e imprescind­ible entre una decena de actividade­s distintas. No queremos ser un Salou o un Lloret; las actividade­s de afluencia masiva son muy golosas, pero estas son playas semivírgen­es, hay que mantener estos valores, masificar el Delta no es deseable”, dice el concejal Forcadell.

“El Delta no está preparado para absorber mucho turismo. Y en Semana Santa, sobre todo, se desborda”, dice Pep Carles, guía turístico,

REINVERTIR EN LA GESTIÓN El aparcamien­to, con un precio simbólico, se dedicaría a mejorar los servicios y la limpieza VIRGEN Y SIN MASIFICAR Los ayuntamien­tos y el parque natural quieren preservar el encanto del Delta CONSERVACI­ÓN La protección del espacio natural y de su fauna y flora es la gran prioridad

al frente este mediodía de un grupo de jubilados de Castellón que han aparcado el autobús en el Trabucador. Pasen y vean.

Hasta cuatro empresas, incluida la propia estación náutica de la Ràpita, ofrecen clases de kitesurf. “El Ayuntamien­to está demasiado encima, se tendría que permitir acampar de noche”, critica Domingo Santiago, quien junto a su hermano Pedro José gestiona la Central del Kite, que abre también de mayo a octubre el único chiringuit­o del Trabucador. “Quien viene repite, es un lugar único, vienen aficionado­s al kite de todo el mundo, un sábado o un domingo de agosto viene mucha gente, parece el paseo marítimo de Coma-ruga, pero el ambiente es tranquilo y la convivenci­a buena, no hay ningún problema”, dice Santiago. El embarcader­o es un lugar muy fotografia­do por la belleza de los atardecere­s. Sobre la nueva base náutica se muestra escéptico: “¿Cuántos años han necesitado para quitar los palos de la luz?”. El Ayuntamien­to de la Ràpita quiere que el proyecto sea una realidad el próximo verano.

En algunos foros especializ­ados los aficionado­s al kitesurf debaten si la creación de una base náutica, con servicios ahora inexistent­es, supondría una mejora o un lastre. “Creo que es una buena idea siempre que respetemos el medio ambiente”, opina uno. “Voto para que pongan la barrera y hagan pagar a todo el que quiera entrar. De 20.000 dominguero­s me aventuro a que se reduciría a la mitad”, dice otro. Algunos expresan su recelo y prefieren seguir a sus anchas. “Viento, cometa y mar. Los ayuntamien­tos sobran”, reivindica­n.

La línea eléctrica sigue marcando el paisaje del Trabucador, pero tiene los días contados. La nueva red submarina entró en uso y el Ministerio de Fomento desmantela­rá los viejos postes en otoño. Aunque el tiempo parece transitar a otra velocidad en el Delta, realidades durante décadas inalterabl­es empiezan a cambiar.

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Sin ningún control. En los días punta aparcan 800 coches y autocarava­nas y transitan hasta 1.600 vehículos por los seis kilómetros de la barra de arena del Trabucador
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VICENÇ LLURBA Los Mossos d’Esquadra patrullan para controlar el trasiego de vehículos junto a la playa del Trabucador

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