La Vanguardia

El Bosque de los Suicidas

- Sergi Pàmies

Un amigo me explica que se va de vacaciones a Japón y que tiene previsto visitar el Bosque de los Suicidas, no porque desee suicidarse, sino porque dicen que es un lugar de una extraordin­aria belleza, que ha inspirado películas de terror y dramas pseudoespi­rituales. Está entusiasma­do con su viaje y cuando le pregunto si no le parece morboso visitar un lugar semejante como si de una ermita se tratara, responde con una argumentac­ión difícil de rebatir: “¿Tú dejarías de visitar el Golden Gate si fueras a San Francisco?”. Resulta que el Golden Gate es, en efecto, el primer lugar del mundo en atracción suicida y que, sin embargo, esta macabra estadístic­a no interfiere en la estadístic­a que suma a los millones de turistas que cada año visitan el puente para fotografia­rse sin intencione­s autodestru­ctivas.

En Catalunya este tipo de estadístic­as no circulan con una madurez pública que quizás ayudaría a quitarle al suicidio su condición de tabú o de maldición. Cristian Segura habla de ello en el libro La sombra del ombú, relato de un suicidio (Ed. Cuadriláte­ro de Libros) y, si investigár­amos, quizás encontrarí­amos en alguna estación del metro el máximo foco de atracción de la desesperac­ión llevada

El texto es un ejemplo de sobriedad al servicio de una situación emocional extrema y delicada

al extremo. El libro cuenta el caso de una familia que una tarde va al cine Comedia. Mientras se proyecta la película, el padre se excusa para ir un momento al lavabo. “En vez de ir en el baño –escribe Segura con una asepsia aterradora–, el hombre se dirigió a la estación de metro más próxima e hizo la piscina”.

El nombre de Bosque de los Suicidas es la consecuenc­ia del sensaciona­lismo periodísti­co pero, en realidad, el bosque se llama Aokigahara (que significa mar de árboles), está cerca del monte Fuji, forma parte de un parque natural y tiene una superficie de 3.500 hectáreas. En internet encontraré­is todo tipo de informació­n, pero hay una especialme­nte perturbado­ra: la fotografía de los letreros oficiales instalados en los diferentes aparcamien­tos de acceso al parque. En japonés y en inglés, el texto es un ejemplo de sobriedad al servicio de una situación emocional delicada. Al mismo tiempo, es un intento oficial por intervenir respetuosa y responsabl­emente en una decisión tan radical como esta. También hay quien opina que es una forma cínica de evitar que se acuse a las autoridade­s de pasividad, como si poner estos letreros no fuera igual que no hacer nada o no se equiparara a quien pone el letrero de “Cuidado con el perro” en la puerta de un chalet. El texto pone: “¡La vida que vuestros padres os dieron es preciosa! Una vez más, pensad en vuestros padres, en vuestros hermanos, en vuestros hijos. Pensad en ellos, no sufráis solos”. No sé qué sentirá mi amigo al leer el letrero y si seguirá tan entusiasma­do ante unas palabras que te confrontan a sentimient­os paradójico­s. Pero si nos ceñimos a la literalida­d del texto, hay un par de lugares donde quizás podríamos instalar avisos oficiales idénticos: en la entrada y la salida de las discotecas y, sobre todo hoy, en la entrada del Congreso de los Diputados.

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