La Vanguardia

Lucy murió al caer de un árbol

CSI prehistóri­co: la forma de los fósiles aclara un suceso ocurrido hace 3,2 millones de años

- JOSEP CORBELLA

Lucy, la más famosa de los ancestros humanos, murió por las heridas sufridas al caer de un árbol desde una gran altura. Es la conclusión a la que han llegado investigad­ores de EE.UU. que han analizado los fósiles de Lucy por tomografía computariz­ada. Según los resultados presentado­s en la revista Nature, las fracturas de los huesos de la homínida son similares a las de personas que mueren por caídas.

Descubiert­a en 1974 en la región de Afar (Etiopía), Lucy se convirtió rápidament­e en una estrella científica porque ofreció por primera vez una imagen de cuerpo entero de un australopi­teco. A diferencia de otros homínidos, de los que únicamente se han encontrado huesos aislados, de Lucy se recuperó gran parte del esqueleto, de 3,2 millones de años de antigüedad. El nombre, inspirado en la canción Lucy in the Sky with Diamonds de los Beatles, es hoy más popular que el de su especie: Australopi­thecus afarensis.

Sus descubrido­res supusieron que los huesos estaban rotos porque se habían degradado durante el proceso de fosilizaci­ón. Pero el paleoantro­pólogo John Kappelman, de la Universida­d de Texas en Austin (EE.UU.), encontró algo que

LA PISTA CLAVE Las fracturas de los huesos son similares a las de personas que mueren por caídas AUSTRALOPI­TECA TREPADORA Pasaba gran parte del día en el suelo y subía a los árboles en busca de comida y refugio

no esperaba cuando tuvo ocasión de escanear los fósiles de Lucy con tomografía computariz­ada. El extremo del húmero del brazo derecho estaba fracturado de un modo que no es común en fósiles de homínidos.

Kappelman consultó al cirujano ortopédico Stephen Pearce, también de Austin (Texas), que le confirmó que el tipo de fractura era caracterís­tico de personas mayores de huesos frágiles que sufren una caída y tratan de protegerse con las manos y los brazos estirados al impactar contra el suelo. Y también es caracterís­tica de personas jóvenes y de huesos robustos que sufren caídas desde grandes alturas y hacen el mismo gesto instintivo.

Un análisis detallado de todos los fósiles de Lucy reveló que el resto de huesos también tenían fracturas caracterís­ticas de una caída desde una gran altura: el omóplato derecho, que estaba roto en tres partes; el húmero izquierdo, que tenía una fractura similar al derecho aunque no tan aparatosa; la tibia derecha; la rodilla izquierda; la pelvis; incluso una costilla. Todos ellos se habían fracturado de un modo que sugería “un episodio de deceleraci­ón vertical tras una caída desde una altura considerab­le que produjo fracturas por compresión y torsión”, concluyen los investigad­ores en Nature.

La imagen de conjunto de las fracturas sugiere que la primera parte del cuerpo que impactó contra el suelo fueron los pies y que después Lucy cayó hacia delante. Los daños del húmero indican que “estaba consciente cuando alargó los brazos en un intento de parar el golpe”, indican los investigad­ores. Pero “la gravedad de las múltiples fracturas sugiere que murió rápido”, añaden.

Para estimar la altura de la caída, Kappelman ha revisado datos de chimpancés, que también pasan parte de su tiempo en árboles y que ocasionalm­ente también se despeñan. Construyen sus nidos a una altura media de 13 metros –lo que equivale más o menos a un cuarto piso– y trepan hasta a más de 100 metros en busca de fruta –unos 30 pisos–. En una caída desde 13 metros, la velocidad de impacto contra el suelo sería de casi 60 kilómetros por hora (km/h). En una caída desde 100 metros, de unos 160 km/h.

Lucy, que medía 1,10 metros de altura y pesaba menos de 30 kilos, era bípeda y pasaba gran parte del día en el suelo. El hecho de que muriera por una caída indica que los Australopi­thecus afarensis eran una especie parcialmen­te arbórea, una hipótesis hasta ahora controvert­ida. Kappelman sostiene que Lucy subía a los árboles en busca de comida o para dormir tranquila fuera del alcance de los depredador­es.

“Cuando me di cuenta por primera vez de la extensión de las múltiples lesiones de Lucy, sentí un salto de empatía a través del espacio y el tiempo”, declara Kappelman en un comunicado de la Universida­d de Texas en Austin. “Lucy ya no era sólo una caja de huesos, sino que se convirtió en un ser real; un cuerpo pequeño y roto, yaciendo desamparad­o al pie de un árbol”.

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MARSHA MILLER/UT AUSTIN El paleoantro­pólogo John Kappelman, director de la investigac­ión, con réplicas de fósiles de Lucy
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