Toma los votos y corre
Pese al tira y afloja escenificado entre el PP y Ciudadanos durante la semana pasada, a Mariano Rajoy no le ha costado demasiado llegar a un acuerdo con el partido naranja. Para alguien que, en el ínterin entre las elecciones de diciembre y las de julio, pensó que quedaría apeado de la presidencia sin tan siquiera haberlo intentado, las medidas acordadas con Albert Rivera son un precio asumible si finalmente sirven para desbloquear la resistencia del PSOE y llegar a la Moncloa, allá por octubre.
El objetivo de Rajoy en la investidura fallida de esta semana es no romper nada en el fragor de la discusión, evitar que supure el desdén que siente hacia Pedro Sánchez y dificulte más la posibilidad de una abstención en las filas socialistas más adelante. Pero el plan del líder del PP sigue en pie. Se trata de presionar al PSOE en todos los frentes, sin piedad: el andaluz, el gallego, el internacional, el económico y el doméstico-navideño.
En Andalucía, Ciudadanos ya ha propuesto al PP ponerse de acuerdo sobre el Presupuesto que exigirán a Susana Díaz, que es a su vez la palanca que puede provocar el movimiento de Sánchez. En Galicia, Rajoy se volcará para lograr una victoria que recuerde a los socialistas el regusto amargo de sus retrocesos electorales. Y, si todo ello junto con el apremio de los poderes económicos y líderes europeos, no hace mella en el ánimo del actual dirigente socialista, a esperar que surta efecto la amenaza de unas terceras elecciones el día de Navidad.
Rajoy estaba dispuesto a ceder mucho más en su programa de gobierno si el PSOE se lo hubiera exigido. Pero ahora quiere que Sánchez pase por el aro. Tampoco los populares han practicado el diálogo con la oposición lo suficiente como para contar con puentes que tender (el presidente echa de menos a Rubalcaba). Si finalmente el líder del PP es investido sin acudir a unas terceras elecciones, será porque Sánchez no pueda resistir más la presión o porque el PNV le apoye después de los comicios vascos de final de septiembre. Rajoy no lo ve fácil, pero cree que hay posibilidades. Una vez investido, no le preocupan tanto los equilibrios para gobernar.
El dirigente popular le recordó esta semana a Sánchez que una abstención a su investidura no significa avalar su programa de gobierno. Y es cierto. Pero también lo es que el Ejecutivo y su presidente cuentan con un amplio margen para actuar y desatender de forma sistemática el control y las reclamaciones de la oposición. Instalado en la Moncloa, Rajoy considera que puede gobernar con el apoyo de Ciudadanos y el PNV para los asuntos relativos a la economía, como el Presupuesto, mientras que en otros puede tratar de entenderse con el PSOE una vez este partido dirima sus cuitas internas en un congreso que no puede demorarse demasiado.
Es cierto que tendrá que pasar por el mal trago de una comisión de investigación sobre la corrupción, como ha pactado con Ciudadanos, pero igualmente se la habría impuesto la oposición. Cuenta además con la mayoría absoluta del Senado, con la que tumbar iniciativas que le impongan en el Congreso. No es de extrañar que el PP se haya negado a disolver la Cámara alta, como planteaba C’s.
Sobre el conflicto catalán, Rajoy mantuvo ayer una pétrea inmovilidad. Fue prolijo en la materia, pero sin novedades de fondo. Sí quiso imprimir un tono de solemnidad a sus apelaciones a la unidad, en un intento de recordarle a Sánchez que en este asunto tendrá que estar obligatoriamente a su lado. Sólo se atisbó una tímida voluntad de cambiar la financiación. La cuestión de Catalunya le sirvió para contentar a Rivera, a quien evitó dar cualquier protagonismo.
El líder de C’s le miraba circunspecto desde el escaño. Intuye que, si Rajoy forma gobierno, su compromiso se irá diluyendo y el papel del partido naranja será complicado, ya que no tendría sentido permitir la investidura y dos meses después vetar el presupuesto. Por eso Rivera planteó el lunes al PSOE unir fuerzas en la oposición. Y por eso en la bancada naranja no aplaudieron al candidato a presidente.
Rajoy sigue con su implacable plan de presión a Sánchez, mientras Rivera ya atisba complicaciones