La Vanguardia

En Mallorca, evocando a Porcel

- Oriol Pi de Cabanyes

Para despedirno­s de agosto, caminamos por Andratx, a la hora de la siesta. El pueblo está más callado que nunca. Pero todo lo que decimos resuena por la calle y debe de llegar a las casas. No hay nadie, parece, pero quizá somos observados desde detrás de visillos y celosías. ¿Cuántos años hace ya que murió Baltasar? Ladra un can. Hace un sol que tuesta el culo a las liebres.

Seguimos la calle que ahora se llama de “Baltasar Porcel, escriptor” y antes (tal vez desde la alianza con Mussolini) Via Roma. Va derecha a la plaza Espanya, en el corazón de la villa. Desde aquí sube hasta el pie del cerro de la Planeta, coronado por las palas, ya quietas, de los viejos molinos de viento. En el bar Balear –sede social de la Unión Deportiva Andratx– juegan a cartas.

Vamos después al cementerio, este pueblo difunto de grandes bloques de nichos rectilíneo­s en el que descansa el alma de este viejo pueblo de labradores y marineros. Porcel luchó hasta la obsesión por salir de la parsimonia ancestral y las rutinas de su pueblo detenido en el tiempo. “Y la vida –escribió– es sólo lo que siempre se mueve, lo que siempre nos hace vibrar. La gente está muerta, el mundo es un cementerio...”.

Buscando su última morada, seguimos metódicame­nte las estrechas callejuela­s en que se alinean geométrica­mente las sepulturas. Hasta que encontramo­s los tres nichos de la familia. En el del medio, con su firma grabada en la piedra arenisca, se lee “Baltasar Porcel i Pujol, escriptor”. Encima tiene a su tío “Macià Porcel Covas. Patró Marina Mercant. 1909-2007 “. Y debajo a sus padres: “Baltasar Porcel Covas” y “Sebastiana Pujol Enseñat”. El tiempo parece detenido en el espacio. La losa, mal fijada, se mueve. Un gatote negro toma el fresco sobre un sepulcro. Oreja de liebre, cuando nos percibe se tensiona y nos mira fijamente con los ojos brillantes, como de vidrio. También en el antiguo Egipto, los gatos, divinizado­s, guardaban de las ratas graneros y tumbas.

Baltasar Porcel es quien más ha hecho para poner a Andratx en el mapa. ¿Ya le recuerdan? Gran escritor, era un tipo colosal, un mediterrán­eo antiguo, de ánimo homérico. Ávido siempre de sensacione­s y novedades, tenía mucho de aventurero. Y como el mar para Tomeu Melsion, su personaje de La luna y el velero, podría haber dicho de sí mismo que la escritura no le “era [sólo] un oficio sino un medio de llegar más a fondo dentro de la Vida”.

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