Sant Fèlix, el patrón de la épica
La gran cita del año confirma la edad de oro que viven los castells
Los récords se revientan año tras año y los registros históricos son cada vez menos históricos porque no duran nada. El mundo casteller vive un momento de máxima expansión y plenitud, como ayer quedó reflejado en una brillante y emocionante diada de Sant Fèlix, en Vilafranca del Penedès. En la gran cita del año participaron las que tal vez sean las cuatro mejores colles del momento. Ya hay más de cien grupos, pero estos cuatro marcan la diferencia: Castellers de Vilafranca, Minyons de Terrassa, Colla Vella de Valls y Colla Joves de Valls. Por primera vez en una actuación, todos los castells que se alzaron fueron de gama extra, es decir, de la máxima dificultad.
Una jornada inolvidable, con castells inéditos y exhibiciones de categoría, que paradójicamente tienen en su éxito su principal peligro. La reiteración de calificativos hiperbólicos para definir lo que continuamente se ve en las plazas tiene el riesgo de que la propia grandeza de los castells acabe aburriendo por reiterativa.
Buen ejemplo es lo ocurrido ayer en la plaza de la Vila de Vilafranca. Las cuatro colles triunfaron con unos registros del nivel más alto. Cuatro castells de deu, dos quatre de nou sense folre… y así hasta doce castells de gama extra, a los que hay que sumar dos pilars de vuit amb folre i manilles. Se trata de la mejor jornada de castells jamás vista... hasta ahora, que ilustra sobre la edad de oro que vive esta tradición.
Pero, al menos de momento, la épica no aburre. Los castells gustan y seducen ampliamente a la sociedad catalana. Un estudio de la Generalitat detalla que el 94% de los catalanes ve con buenos ojos esta actividad bicentenaria que en el 2010 entró en la lista del patrimonio inmaterial de la humanidad de la Unesco. Pero ¿qué permite en la actualidad a las colles superar retos cada vez más ambiciosos?
Cuando el psicólogo sueco K.
EL HITO Por primera vez, todas las construcciones fueron de gama extra, de máxima dificultad LA COSTUMBRE El principal riesgo de estas exhibiciones es que su reiteración acabe cansando al público
Anders Ericsson promulgó la teoría de las 10.000 horas para concretar el tiempo que un violinista necesitaba invertir para convertirse en un experto probablemente desconocía qué eran los castells. Las colles punteras, como las que ayer protagonizaron la diada de Sant Fèlix, van camino de empequeñecer esta teoría: la insistente dedicación que aportan a una actividad amateur –de la que no reciben ni un solo euro, pero a la que sus componentes están dispuestos a condicionar por entero sus vidas– ha ocasionado que los castellers estén cada vez más cerca de la perfección, algo que en una ciencia inexacta como esta puede ser paradójico.
Las colles ensayan tres días a la semana y actúan un día más. Sus componentes se preparan física y mentalmente para abordar sus ambiciosos retos. No hay nada improvisado y cualquier posición ha sido previamente ensayada y planificada. Talento, dedicación y proyección social es la principal explicación de los éxitos.
La plaza de la Vila se quedó pequeña para acoger un público entusiasta que aguantó pacientemente las cuatro horas de actuación. Ni un incidente, ni un problema de acoso, ninguna denuncia… Pocas actividades son capaces de movilizar tanto público que aguanta de pie durante tanto tiempo y lo mira todo con buena cara. Sin duda, las colles participantes son responsables de este clímax colectivo.
Y las autoridades, que lo saben, no dudan en dejarse ver. Ayer el balcón del Ayuntamiento de Vilafranca fue lo más parecido al palco del Bernabeu, pero en versión catalana. Allí estaba el presidente Carles Puigdemont (recibido con una ovación por el público de la plaza); los consellers Santi Vila y Toni Comín; la presidenta de la Diputación de Barcelona, Mercè Conesa; el presidente del Banc Sabadell, Josep Oliu, y representantes de empresas e instituciones de Catalunya e incluso del extranjero. Los menos instruidos en castells no daban crédito a sus ojos, desde la privilegiada posición del balcón municipal. Centenares de castellers uniformados (la formación con menos integrantes superaba el medio millar de componentes), dispuestos a batirse en construcciones que difícilmente alguien hubiese podido diseñar como humanas.
Los Castellers de Vilafranca –épicos y nunca derrotados– lograron dos castells de tres de deu amb folre i manilles y, por primera vez en su historia, el quatre de deu amb folre i manilles, que cargaron in extremis en el último suspiro de la actuación tras un primer intento fallido. También completaron el tres de nou amb folre i l’agulla y el pilar de vuit amb folre i manilles.
La Colla Vella descargó el tres de deu y el quatre de nou sense folre, que muchos conocen como el castell total por su complicación. También descargaron el quatre de nou amb folre i pilar y coronaron el pilar de vuit amb folre i manilles. Los Minyons de Terrassa cargaron el tres de deu y completaron el cinc de nou amb folre y el dos de nou amb folre i manilles, además del pilar de set amb folre. Mientras que la Colla Joves coronó el extraordinario quatre de nou sense folre y descargó los dos mismos castells que los Minyons. Una jornada para recordar, aunque probablemente se superará pronto.
VER Y SER VISTOS El balcón municipal fue la versión catalana del palco del Bernabeu: políticos, banqueros... UN PÚBLICO EJEMPLAR Aunque estaba atestada de público, la plaza no registró ni un incidente digno de mención