La Vanguardia

La Sevilla cervantina

- ADOLFO S. RUIZ Sevilla

La vista de hoy no es muy diferente de la que pudo contemplar Miguel de Cervantes durante los cerca de diez años que vivió en Sevilla. O Cristóbal Colón, mientras preparaba alguna de sus expedicion­es a la recién descubiert­a América. La terraza Puerto de Cuba, ubicada en la orilla del Guadalquiv­ir, frontera entre Triana y Sevilla, evoca necesariam­ente la época de los descubrimi­entos y no sólo por su nombre.

La visión de la Torre del Oro iluminada, con la silueta de la catedral y la majestuosa Giralda detrás, teletransp­orta a aquellos años en los que Sevilla era el centro del mundo, el nuevo y el viejo. “La ciudad donde el diablo se encuentra más a gusto”, decía santa Teresa. Incluso la posibilida­d de contratar un paseo por el río en un pequeño cagente tamarán insufla en el alma del cliente de la terraza la pasión por la navegación y la ilusión de recrear historias de carabelas y galeones, de atarazanas colmadas y negocios en las gradas de la catedral, de prostituta­s y aventurero­s, de funcionari­os corruptos y frailes movidos tanto por el amor a Dios como al oro.

Puerto de Cuba es una de las terrazas más veteranas de Sevilla, inaugurada hace ya más de una década, cuya ubicación y vista recuerda vagamente a los restaurant­es bajo el puente de Gálata, en Estambul. Un sitio adecuado tanto para la meditación y el relax como para el jolgorio y la jarana, iluminado a media luz y con una clientela variopinta, en la que predominan treintañer­os, ellos y ellas con posibilida­des. Refugio de la guapa de la ciudad que busca refresco a las altas temperatur­as y una alternativ­a a la masificaci­ón de otros locales. Se respira paz y sosiego junto al Río Grande (al Wad al Quivir), como lo bautizaron los árabes.

La estética de Puerto de Cuba, con un diseño de Estudio Flop, cuida la imagen de pantalán que ofrece la terraza, realizada toda ella en maderas nobles y dos ambientes diferencia­dos, uno más tranquilo e íntimo, con sillones, mesitas y lienzos de lino, y otro más animado con espacio para bailar y vivir la fiesta. Jessica es una norteameri­cana que ha decidido despojarse del calor que ha pasado durante el día “con una buena copa en este ambiente tan atractivo”, asegura. A Jessica le gusta todo de la terraza, “en especial los bármanes cubanos”, añade.

La Sevilla exhibicion­ista, ritual y ceremonios­a necesita una masa de foráneos rendidos a su arte y su gracia. En Puerto de Cuba se encuentran ambos mundos y de esa fusión ganan todos.

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LUIS SERRANO
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