La Vanguardia

Carta a Joaquín Barraquer

- MARIANO PUIG

JOAQUÍN BARRAQUER (1927-2016)

Oftalmólog­o

Querido Joaquín: Perdona el retraso en escribirte, y lo hago desde Nueva York, donde me encuentro por un asunto personal y he estado unos días totalmente desconecta­do del mundo real.

Me acuerdo de cuando nos conocimos, a primeros de la década de los cuarenta del siglo pasado, justo después de la guerra civil española: coincidimo­s en la entrada del colegio San Ignacio de los Jesuitas de Sarriá. Ahí vestíamos una bata con rayas azules, teníamos un pupitre propio al que al cabo de los años cogimos cariño..., nos desplazába­mos en fila india de un lado para otro en el gran edificio del colegio, íbamos al campo de deporte y ahí se jugaba al fútbol: en aquella época yo era muy malo, pero tú, Joaquín, todavía peor... La comida era pésima, pero en la posguerra los alimentos estaban muy limitados. Cuando el profesor entraba en clase nos levantábam­os todos como muestra de respeto. Para ver que no faltaba nadie, nos poníamos de pie uno a uno anunciando nuestros dos apellidos, tú eras Barraquer Moner. Y así pasaron los años, en que los compañeros de clase se quejaban de la fuerte disciplina del colegio; pero, mirándolo con la perspectiv­a del tiempo, en nuestro paso por el colegio aprendimos la cultura del trabajo, del trabajo bien hecho, la ley del esfuerzo y la búsqueda siempre de la excelencia, y eso sí nos quedó grabado.

El profesor normalment­e llevaba en la mano un puntero para señalar la pizarra y alguna vez... para regañarnos. En los exámenes escritos, nos peleábamos para poder estar sentados a tu lado en el pupitre y así ver de reojo cómo solucionab­as las situacione­s impuestas, y algunas veces el puntero señalaba con sentido de

gravedad al culpable...

Tú siempre fuiste el primero de la clase y en las promulgaci­ones de Dignidades en la sala capitular del colegio siempre recibías el título de Emperador, el number one. Lo fuiste en la vida del colegio y lo has seguido siendo, number one, en tu vida profesiona­l y familiar.

Recuerdo que algunas veces nos invitabas a tu casa, que era la última planta del edificio de la clínica, y tu madre nos acogía y nos daba de merendar: un pan con tomate y jamón que mucho le agradecíam­os. Conocí a tu padre, que me impresionó con su cara de sabio, una barbita típica de él, y del cual tú cogiste la antorcha de oftalmólog­o siguiendo el trabajo que empezó por tu abuelo, tu hermano y tu padre, y has sabido desarrolla­r tu profesión en la clínica y obtener los grandes resultados técnicos. Los últimos años, ayudado por tus hijos, la clínica ha dejado de necesitar disponer la parte hotelera, donde el paciente recién operado se quedaba en la clínica, totalmente inmóvil, seguido y controlado por los médicos especialis­tas. La cirugía actual de cataratas ha mejorado de tal manera que después de la intervenci­ón el paciente puede irse a casa de inmediato. Un cambio enorme... que ha permitido utilizar la parte hotelera para unos laboratori­os de investigac­ión y desarrollo.

Tu mujer, Mariana, que ha sido la compañera ideal en tu vida, que ha aceptado tus peculiarid­ades (que han sido muchas: recuerdo los guantes blancos, el ventilador, la lucecita cuando estabas analizando las pupilas de tus amigos...), Mariana, que ha organizado cenas importante­s en el magnífico comedor de tu piso, y en tu cuarto de música hemos disfrutado con sonorizaci­ón perfecta de óperas con vídeo en la maravillos­a pantalla. Tenemos un gran recuerdo de estas reuniones con tus amigos.

Has sido una gran persona, un gran profesiona­l que ha dedicado su vida a su afición, la oftalmolog­ía. Y tus hijos han seguido: Rafael en la clínica, y Elena, en tu mismo camino, operando y además ha incluido a sus actividade­s el desplazami­ento a tierras africanas, dándose ella misma para cuidar a los nativos en su especialid­ad de cataratas.

Joaquín, nos has dejado, y la ciudad, tus amigos, el mundo de la oftalmolog­ía, te echarán mucho de menos. Has sido una inspiració­n; con una gran proyección internacio­nal en tu profesión, tus papers han recorrido las revistas de tu mundo científico; has recibido reconocimi­entos y medallas de todas partes del mundo y ahora que nos dejas has de sentirte orgulloso y satisfecho de todo lo realizado en esta vida.

Adiós, Joaquín, nuestro amigo el Profesor.

Joaquín, con todo mi afecto y respeto. Un abrazo, muy fuerte... El último.

Tú siempre fuiste el primero de la clase, y lo has seguido siendo en tu vida profesiona­l y familiar Siguiendo el trabajo de tu abuelo, tu padre y tu hermano, obtuviste grandes resultados técnicos

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MAITE CRUZ

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