El Beethoven más íntimo
Schubertiada a Vilabertran
Intérpretes: Matthias Goerne, barítono; Alexander Schmalcs, piano Lugar y fecha: Canóniga de Santa Maria (29/VIII/2016) Quizá como en pocas ocasiones, este programa de Goerne nos pone en contacto con un Beethoven poco conocido y valorado. El de sus ideas sobre la vida, sobre Dios, sobre la amistad; el que opone casi en paralelo razón y fe, el que pasa de la resignación (Lisch aus, mein Licht) con que comenzó el recital, a un canto a la esperanza muy presente en varios momentos (An die Hoffnung) pero que en momento de crisis en su vida preludia subrayando la pregunta de si existe un Dios (Ob ein Gott sei?) presente en el comienzo de su nueva versión, tardía, op. 94 de An die Hoffnung del poeta kantiano Tiedge.
La interpretación de Goerne de este programa es nuevamente muy singular, ya que su voz, la corporeidad sonora que asume, se funde netamente con la palabra, utilizando el artilugio del canto, pero sin que ello separe una cosa de otra. Como en las obras maestras, el artilugio técnico no aparece en primer plano, encanta junto al piano, pero no es lo primero que se nos aparece. Deja lugar a la expresión en la que también la palabra del poeta es instrumento del compositor, ya que necesariamente expresa sus creencias o estados de ánimo. Los seis Lieder con texto de Christian Gellert, breves, como plegarias, en la que se escucha también alguna voz admonitoria (Die liebe des Nächsten), unen la idea de la vida y la muerte y la naturaleza (Gott is mein Lied!). Sólo, por señalar alguna cosa, he echado de menos un final (El Señor oirá mi voz) algo más rallentado de plegaria íntima con que se cerró la primera parte.
Frente a ella, la ilusión y la esperanza tuvieron en el comienzo de la segunda parte una imagen muy particular, primaveral, de esplendor de la naturaleza –en la secuencia de textos de Goethe y Reissig (Maigesang y Der Liebende), cantos de amor, tan exquisitamente realizados por cantante y pianista. En esta comunión, Goerne dibujó la elegancia en la duda inicial de An die Hoffnung, op. 94, una duda siempre medida, en la que el músico y poeta (Beethoven-Tiedge) se confiesan, cerrando los ojos.
El recital se cerró magistralmente con An die ferne Geliebte ( Ala amada lejana), con imágenes pianísticas –a veces pueriles– de la naturaleza, el consabido cauce, los ecos en la armonía, pero todo encadenado en el tiempo y el espacio en una secuencia de rima infatigable y perfecta.