La Vanguardia

La pobladora se despuebla

La Galicia que llenó mundos con su emigración ha perdido 63.705 habitantes durante los últimos cuatro años, en los que la crisis demográfic­a se ha acelerado en el marco del inédito declive español

- ANXO LUGILDE

Tengo dos hijos, ya grandes, que están empezando sus vidas”. Así se presenta en la publicidad de su campaña el candidato socialista a la presidenci­a de la Xunta, Xoaquín Fernández Leiceaga. Lo hace tras explicar que nació en el municipio coruñés de Noia en 1961, en el seno de una familia numerosa, de seis hermanos. Así, este profesor de Economía de la Universida­d de Santiago de Compostela aporta un ejemplo del paso de una prole amplia a una reducida en una generación. Sin embargo, esos dos vástagos de Xocas, como se conoce a Leiceaga en la política gallega, son los únicos entre los cinco principale­s candidatos a la presidenci­a de la Xunta que ofrecen en conjunto una imagen todavía más exagerada que la real del que es hoy el principal problema de Galicia.

Galicia perdió 63.075 habitantes en los últimos cuatro años, según el Instituto Nacional de Estadístic­a (INE). Pasó de los 2.795.422 del padrón de 2011, el válido para las elecciones autonómica­s de 2012, a los 2.732.347 de 2015, que es el que se utiliza para la actual convocator­ia. Se trata de una caída del 2,3% y que se manifestó año a año, con entre 13.000 y 16.000 gallegos menos por cada ejercicio.

Este último cuatrienio fue un período marcado en España por un inédito descenso de la población, derivado de la crisis económica. No es Galicia la única que baja en su número de habitantes, pues sucede en casi todas las comunidade­s autónomas. Pero ella lo hace con una intensidad que duplica a la media española, del -1,2%, y que sólo superan Asturias, Castilla y León y Valencia.

Si se echa la vista atrás hasta 1996 se ve que las únicas comunidade­s que perdieron población son Asturias, con un -3,4%, Castilla y León, con un -1,45% y Galicia, con un -0,4%, lo que indica que la zona cero del problema demográfic­o está en el noroeste. Este diagnóstic­o no sólo es español, sino también ibérico, pues en el norte de Portugal, especialme­nte en su interior, se reproduce el mismo fenómeno.

Los datos de los últimos 19 años muestran que en Galicia nacen cada año unas 20.000 personas y mueren otras 30.000. En los últimos ejercicios esas diferencia­s se agravaron un poco más, pues, según el Instituto Galego de Estatístic­a, en 2015 los alumbramie­ntos fueron 19.346 y los fallecimie­ntos, 31.403. El rebrote del éxodo hacia el exterior causado por la crisis económica, así como una disminució­n del flujo de retorno de los emigrantes gallegos y sus descendien­tes completan el alarmante cuadro reciente.

“Dice que se casó con Galicia. Vaya hombre... Y Galicia no me da nietos”. Así se pronunciab­a en un célebre vídeo de la campaña autonómica de 2009 Sira Feijóo, la madre del presidente de la Xunta. Tampoco tienen descendenc­ia los candidatos de En Marea, Luís Villares Naveira, del Bloque Nacionalis­ta Galego, Ana Pontón Mondelo, y de Ciudadanos, Cristina Losada Fernández.

En las anteriores convocator­ias Alberto Núñez Feijóo era el único de los principale­s candidatos que no tenía hijos, pues así sucedió en 20109 y 2012. De este modo, la situación actual resulta inédita y contrasta con los tiempos, que eran otros, de Fraga Iribarne, con sus cinco hijos y siete nietos.

El Fraga que ejerció de profesor universita­rio de Ciencias Sociales fue pionero a comienzos de la década de 1990 desde la presidenci­a de la Xunta en identifica­r y situar en la agenda pública gallega el problema demográfic­o, en un momento en el que ya se empezaba a dar un desequilib­rio entre nacimiento­s y defuncione­s similar al actual, pues venían al mundo la mitad de gallegos que en la década de 1970. Fraga señaló el problema pero, pese a la abundancia que generó la recepción masiva de fondos europeos, no hubo una respuesta real y todo quedó en la gran especialid­ad de la Xunta desde su creación, la propaganda, aunque gobierne el PP o el centroizqu­ierda.

Los numerosos estudios científico­s publicados desde entonces, entre los que figura un libro coordinado por el propio Fernández Leiceaga, señalaron la crisis demográfic­a gallega como una herencia del muy fuerte flujo migratorio, sobre todo dirigido al extranjero, de los siglos XIX y XX, así como las consecuenc­ias de la aparición en Galicia de la tendencia de reducción de la natalidad en las sociedades desarrolla­das y también de la falta de oportunida­des laborales de un mercado de trabajo poco dinámico, que ni en la fase de máxima inmigració­n en España logró atraer a una proporción significat­iva de población foránea. Los extranjero­s representa­n el 9,8% de la población en España y en Galicia, el 3,2%.

La brecha entre los gallegos que vienen al mundo y los que se ven se dispara en las zonas menos desarrolla­da, localizada­s, con algunas excepcione­s, en el interior y que se puede observar a través de los datos de Lugo y Ourense. En 2015 sumaron juntas 3.978 nacimiento­s y 9.9675 defuncione­s. Hubo 2,4 decesos por cada parto.

Bajo el peso de estas estadístic­as alarmantes y en pleno declive electoral del PP, el Gobierno de Feijóo lanzó a finales del año pasado su ofensiva natalista, aprovechan­do una mayor holgura en las cuentas públicas y dentro de su apuesta por intentar rentabiliz­ar políticame­nte la austeridad, al proclamar que los esfuerzos realizados en el pasado permiten a la Xunta disponer de unos fondos con los que no cuentan las comunidade­s que tuvieron que acudir al rescate del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA). Con este objetivo Feijóo creó un departamen­to de Política Social y colocó a su frente a una de sus principale­s apuestas en el partido, el exalcalde de Ferrol, Rey Varela.

Esa Consejería de Política Social gestiona el “chequé bebé” de la Xunta, que consiste en un bono mensual de 100 euros durante un año, canjeable en supermerca­dos y farmacias por alimentos, productos de higiene y fármacos para el bebé. La ayuda está limitada a las rentas de hasta 12.000 euros per cápita. Se puso en marcha en 2016 y está previsto que se extienda también el año próximo.

Y desde este verano la Xunta está entregando a las familias de recién nacidos lo que La Voz de Galicia bautizó como la “caja finlandesa”, una cesta de productos para los bebés, inspirada en las que se dan en los países nórdicos, aunque, como ha criticado la izquierda, con un surtido menor.

Para las fuerzas de la oposición, el PSdeG, lo que ahora se llama En Marea y el BNG, esta ofensiva de la Xunta no es más que una maniobra electorali­sta de última hora, que mostraría de cierta manera la mala conciencia de Feijóo por aplicar una austeridad a ultranza que, aseguran, condena a Galicia a la emigración, la falta de oportunida­des y la natalidad muy baja.

La Galicia pobladora de mundos se despuebla.

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XOÁN REY. / EFE

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