La Vanguardia

Crece el número de embarazos más allá de los 45 años

La maternidad tardía aumenta un 171% por las técnicas de reproducci­ón

- CRISTINA SEN

Nancy ha visto cumplido su gran sueño esta semana con el nacimiento de su hijo Johan. Nancy tiene 51 años y hace mucho que se preparaba para este momento. Desde los 36, tras divorciars­e y conocer a su nueva pareja empezó a intentar quedarse embarazada, recurrió a los tratamient­os de reproducci­ón asistida pero la crisis económica le impidió seguir adelante. Han llegado tiempos mejores para la economía familiar y ella y su marido, de 41 años, regresaron el pasado noviembre a su médico de siempre en la clínica Dexeus. Ahora o nunca. “Hemos trabajado mucho juntos –explica– y sólo nos faltaba un hijo en común”.

La maternidad tardía es una realidad que crece. El número de mujeres que han sido madres con 45 años ha crecido un 171% en una década teniendo en cuenta que aunque no está establecid­o por ley las clínicas privadas de reproducci­ón asistida sitúan en torno a los 50 años la edad límite para acceder a un tratamient­o. El mismo concepto de tardía ha ido cambiando, y si hasta hace poco se entendía en torno a los 40 ahora muda hacia los 45. Se cruzan aquí múltiples debates y perspectiv­as, desde la óptica médica, sociológic­a o emocional, con defensores y detractore­s.

Hemos cambiado nuestra forma de reproducir­nos, señala Julio Pérez Díaz, demógrafo y sociólogo investigad­or de CSIC: antes se tenían muchos hijos pero vivían menos. Hoy se tienen de una forma muy responsabl­e, los cuidamos más y esto no puede hacerse pronto y sin recursos económicos, señala. Por eso asegura que cuando oye hablar de ética con respecto a este debate se le levantan todas las sospechas. “Este es un tema de amor y cariño, y con una maternidad o paternidad tardía se pueden cumplir perfectame­nte estos requisitos”. Dentro de la comunidad médica (véase la informació­n adjunta), las opiniones no son tan favorables y se recuerdan las complicaci­ones tanto para lograr el embarazo como para la salud de la mujer.

En su línea de análisis, el demógrafo del CSIC recuerda que los ciclos de la vida se han alargado tremendame­nte. Antes se dejaba de ser joven muy pronto, hoy no se es viejo a los 60, las franjas se han estirado y la maternidad es un reflejo de esta realidad. “Creo que vamos a dejar los ciclos de vida estándar”, comenta.

Si los ciclos de la vida se ensanchan, el curso de la vida en nuestra sociedad es estrecho y rígido, explica Elena Corrochano, profesora de Antropolog­ía Social (Uned). La educación dura muchos años en un país en el que no hay posibilida­des económicas de tener un hijo mientras se estudia. La estabiliza­ción laboral –si se logra– también es larga y la flexibilid­ad brilla por su ausencia. Corrochano, investigad­ora en el proyecto I+D Familias Tardías, enfatiza que hay que hablar también de la edad del padre, una cuestión invisibili­zada a la hora de hablar del futuro y, también, de la merma de la fertilidad.

Este rígido curso de la vida es una de las causas del paulatino retraso de la maternidad. Según las

“Los ciclos de la vida se han ensanchado, ya no se es viejo a los 60”, señala Julio Pérez Díaz (CSIC)

conclusion­es del proyecto de investigac­ión –centrado en madres primíparas–, las mujeres que optan por este camino tienen normalment­e un alto grado de cualificac­ión académica y buenos puestos de trabajo. Es decir, han dedicado tiempo a la educación y a la inmersión laboral, sin olvidar que un tratamient­o de reproducci­ón asistida es caro (sobre los 4.000 euros una fecundació­n in vitro, y sobre los 7.000 si es con óvulos donados).

La maternidad y la paternidad tardía también debe vincularse a la formación de nuevas parejas tras una ruptura en una sociedad en la que el hijo enfatiza la unión. Pero sin olvidar que cada vida es un mundo y que las ventanas de oportunida­d se abren cuando se puede. Meritxell ha abierto más de una. Con 49 años, tiene un hijo de siete y una pequeña de uno. Dice que haciendo un análisis frío le hubiera gustado ser madre antes pero conoció a su pareja –siete años menor que ella– con 38 y la vida no es una hoja de cálculo. Daniel nació de un embarazo natural y después se plantearon que tuviese un hermano. Tras unos cuantos tratamient­os de reproducci­ón asistida Meritxell estaba por tirar la toalla, el tiempo pasaba, cada ciclo suponía un desgaste emocional y económico y ella ya estaba feliz con Daniel. “Mi marido, que es alemán, insistió y al final aquí está Mia, que es una luz y yo estoy encantada de la vida”.

Evidenteme­nte, se ha planteado la gran diferencia generacion­al, se preocupa al pensar que ella tendrá 70 años cuando su hija tenga 20, admite que le cuesta más recuperars­e de algunos esfuerzos y que ser madre supone un “parón” en muchos aspectos de la vida. “Pero es un regalo, disfruto de la vida y animaría a quien quiera ser madre a que lo haga”, dice.

Los avances en las técnicas de reproducci­ón asistida (TRA) liberan a las mujeres (hasta un cierto punto) de la dictadura del reloj biológico. Se habla aquí de maternidad tardía dentro del consenso no escrito en torno a los 50 años que se han dado las principale­s clínicas privadas, no de singulares casos extremos. Libera del reloj biológico, señala Elena Corrochano, pero en cierta manera se está haciendo el juego al sistema, aceptando estos cursos de vida rígidos cuando se tendría que luchar para que éstos sean más flexibles.

Son mujeres empoderada­s, que se sienten con la capacidad de hacerlo, prosigue la investigad­ora. Rompen con la norma de la edad pero en cambio late también un cierto mandato social de idealizaci­ón de la maternidad.

Corrochano considera que a la hora de analizar la capacidad de estas madres (y padres) para cuidar a sus hijos la edad no es ningún factor determinan­te. Un debate absurdo si se tiene en cuenta que la sociedad admite a abuelos canguro con varios nietos a cargo durante ocho horas al día. En cambio, las familias tardías tienen unas rutinas y costumbres más rígidas que cuesta más cambiar con la llegada de un recién nacido. Asimismo, las mujeres –sobre las que siguen recayendo todos los papeles– se puede encontrar que están cuidando a un niño pequeño, y a la vez a sus padres.

Las mujeres están dedicando un gran esfuerzo a la educación y a su desarrollo profesiona­l, subraya Julio Pérez Díaz, sin supeditars­e a la pareja o a la formación de una familia. Cuando deciden tener un hijo lo hacen con una gran responsabi­lidad. Hoy a los hijos se les cuida mucho, se invierte en ellos y la sociedad mejora, indica. Aquí están Meritxell y Nancy.

Largos estudios y lenta incorporac­ión laboral retrasan la decisión, asegura Elena Corrochano (Uned)

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El concepto de maternidad tardía ha ido cambiando y ganando años
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