La Vanguardia

John Inverdale

“Estuve a un paso de morir”, dice Marion Bartoli, campeona de Wimbledon en 2013

- Sergio Heredia

PERIODISTA DE LA BBC

El periodista británico (58 años) realizó en el 2013 comentario­s ofensivos contra la tenista francesa Marion Bartoli. Le dijo que “nunca iba a ser una Sharápova”, en referencia a su peso y su apariencia. Bartoli cayó en una anorexia y bajó 38 kilos.

La mujer de la imagen tiene 31 años. Y hace tres ganó el título de Wimbledon. Entonces, Marion Bartoli era una jugadora variopinta. Golpeaba con los dos brazos, tanto de revés como de drive. Y pesaba 80 kilos. Este julio rondaba los 42. Lejos de echarse las manos a la cabeza, la doctora Natàlia Flores asiente. Todo esto es posible. Sabe de qué habla: es especialis­ta en medicina integrativ­a y coach nutriciona­l. Cada año, una decena de pacientes afectados de anorexia nerviosa pasa por su despacho en Barcelona.

–En el caso de Bartoli, detecto muchos indicios de anorexia, aunque para un buen diagnóstic­o siempre es necesario visitar al paciente. Lo intuyo en su aspecto, las arrugas, el tono de piel. Y también en el proceso que la ha llevado hasta aquí –dice la doctora.

Mientras habla, observa la imagen.

Bartoli no lo cree así. No habla de anorexia. No lo hace ella, y tampoco su entorno. El caso se ha blindado. Secreto de Estado. Bartoli habla de un virus, una enfermedad que contrajo a principios de año, en un viaje a Australia e India.

–Yo no escucho a quienes me hablan de anorexia. Entre el 2015 y febrero del 2016 me había estabiliza­do en los 54 kilos. Pero tenía que trabajar mucho. Y viajar. En una semana, fui a Nueva Delhi, Nueva York y Melbourne. Es lo que le toca hacer a una persona de mi nivel. De manera que cogí un virus que me ha devorado –dice ella.

Se lo dijo en agosto a Paris Match, tras pasar tres semanas bajo cuidados intensivos en un hospital en París.

Un mes antes, Bartoli se había presentado en Wimbledon. Estaba inscrita en el cuadro de dobles del circuito de leyendas. Los veteranos. Al verla, los expertos sí que se llevaron las manos a la cabeza. Estos sí.

Antes de dejarle saltar a la hierba, la gente de Wimbledon le encargó una analítica. Y los resultados cantaron. Los niveles de glóbulos rojos y blancos se encontraba­n por los suelos. Había carencias en hierro, en vitaminas. Fallaba todo. –Sin aquella revelación, ya estaría muerta –confiesa Bartoli. Pregunto a la doctora Flores: –¿Es así? ¿Podría haber muerto? –Cuando un organismo pierde toda su masa grasa y se queda sin reservas, necesita coger los nutrientes indispensa­bles para la vida, cómo aminoácido­s, vitaminas y minerales, de los órganos y tejidos. Si esto ocurre, el cuerpo empieza a autoconsum­irse y a destruirse.

Algunas voces atribuyen el desastre a John Inverdale. Era un comentaris­ta de la BBC. En el 2013, justo tras la victoria de Bartoli en el All England Club, Inverdale soltó un puñado de insensatec­es:

“Me pregunto si su padre (se refiere al padre de Bartoli) se lo había advertido en alguna ocasión. Si le dijo: ‘Escucha, nunca serás una belleza. Nunca serás una Sharápova, ni medirás 1,80 m, ni tendrás unas piernas largas. Así que tienes que buscar la recompensa en otro lado. Tendrás que ser la más agresiva en la pista, la mejor luchadora que nadie ha visto’. Eso es lo que debía haberle dicho”.

La BBC recibió 700 quejas por escrito. Inverdale se disculpó, pero ya iba tarde. Su contrato saltó por los aires. Bartoli se retiró tres meses más tarde. En julio, estuvo a punto de morir.

Tras las barbaridad­es de Inverdale, Bartoli había cambiado su dieta. Fuera el gluten. Luego, los lácteos, los azúcares y las grasas animales. Se quedó solo con los vegetales hervidos al vapor y los pepinos.

–Suponiendo que estemos hablando de un caso de anorexia nerviosa, lo que probableme­nte ocurrió fue que su estómago se fue reduciendo. Tanto, que cuando quiso comer algo, ya no le entraba. O le dolía –dice la doctora Flores–. Posiblemen­te dejó de comer o realizó una dieta tan restrictiv­a que su cuerpo ya no recibía los nutrientes esenciales. Acabó distorsion­ando su imagen corporal. Al mirarse en el espejo, seguía viéndose gordita. Creía que aún podía avanzar más, adelgazar más. –¿Y el virus del que ella habla? –Según la informació­n revisada, en ningún documento he leído de la existencia de este virus, aunque ella sí lo cite. No tengo constancia de que exista. ¡Sería una magnífica solución para los problemas de obesidad!

El tratamient­o hospitalar­io fue de cajón. Le hicieron una transfusió­n y le colocaron una sonda nasogástri­ca. El fluido entraba por la nariz y llegaba al estómago. –Son pacientes que se niegan a comer. Y luego está el soporte psicoterap­éutico. En los centros hospitalar­ios especializ­ados en casos de anorexia nerviosa, se cierran los lavabos con un candado.

Hay que impedir que el paciente aproveche la intimidad para vomitar.

“Por mucho que lo intentes, nunca serás una Sharápova” John Inverdale, excomentar­ista de la BBC

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DANIEL ZUCHNIK / GETTY
 ?? SIMON BRUTY / GETTY ?? Preocupant­e cambio. Arriba, Marion Bartoli, el pasado julio; a la izquierda, durante su triunfo en Wimbledon, en el 2013
SIMON BRUTY / GETTY Preocupant­e cambio. Arriba, Marion Bartoli, el pasado julio; a la izquierda, durante su triunfo en Wimbledon, en el 2013
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