Españoles por el mundo
El sueño americano puede convertirse en pesadilla para muchas de las personas que se instalan en Estados Unidos en busca de una vida mejor, pero, en algunos casos, supera las expectativas. Los Reyes convocaron el pasado lunes por la noche, en la sede del Instituto Cervantes de Nueva York, a un grupo formado por doce españoles que han destacado en áreas como la ciencia e investigación, el ámbito académico, el empresarial o el mundo artístico y cultural y han merecido, además, el reconocimiento de la sociedad estadounidense. Todos potenciales protagonistas de un especial Españoles por el mundo VIP.
En su deseo de ir más allá del puro contacto social en una recepción al uso, Felipe y Letizia buscaron conocer las respectivas trayectorias en cada una de sus especialidades y también pulsar su visión de España desde Estados Unidos. Entre los doce profesionales, de entre 62 y 32 años, se encontraban los arquitectos Alejandro Fernández de Mesa, Beatriz Colomina y Andrés Jaque; el historiador y divulgador de la cultura española Jesús Rodríguez Velasco; la consultora financiera Mónica Vidal, el escritor y cineasta Alberto Ferreras y el oncólogo experto en cáncer de pulmón Román Pérez Soler. También explicaron su experiencia a los Reyes el emprendedor tecnológico Iñaki Berenguer; la investigadora en biomedicina Ana Maestre; el cocinero y empresario restaurador Eder Montero; el periodista científico Luis Quevedo y el importador de vinos españoles Patrick Mata.
Uno de los convocados, el historiador Jesús Rodríguez, nacido en Valladolid y profesor de la Universidad de Columbia, es un especialista en el Tribunal de la Inquisición y en las órdenes de caballería de la edad media. Algunas, vigentes en la actualidad, fueron creadas por antepasados directos del rey Felipe quien, en la actualidad es el Gran Maestre de la Orden del Toisón de Oro creada en el siglo XV y de las de Carlos III, San Hermenegildo, de San Fernando y de Isabel la Católica, fundadas en los siglos XVII y XVIII.
El cocinero Eder Moreno, propietario de cuatro restaurantes en Nueva York, uno de ellos La Vara galardonado con una estrella Michelin, explicó a los Reyes cómo un bilbaíno que empezó su trabajo en Estados Unidos popularizando las tapas y el chacolí, ha acabado ganando en varias ocasiones el premio a la mejor hamburguesa de Nueva York, mientras el enólogo malagueño Patrick Mata, fundador de Olé Imports, desveló a Felipe y Letizia el secreto para vender en Estados Unidos más de cien variedades de vino español.
CUMBRE REAL
Además de los Reyes, esta semana en Nueva York se han citado Abdalah y Rania de Jordania; la princesa Victoria, futura reina de Suecia, y la princesa Mary, esposa del heredero de Dinamarca. Todos estaban invitados a la recepción que ofreció el pasado martes en un hotel de Nueva York el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pero no hay constancia oficial de que se cruzaran en el laberíntico edificio de las Naciones Unidas, donde es más fácil perderse que encontrarse.
El rey Abdalah sí mantuvo un encuentro oficial con el rey Felipe pero no hubo coincidencia de la reina Letizia con Rania y si la hubo se mantuvo en el más estricto de los secretos. Preguntar a algunos funcionarios de la Zarzuela si la Reina se había visto con alguna de las royals presentes en Nueva York era como preguntar la fórmula de la Coca-Cola. Secretismo total, para evitar que se interpretara el encuentro en otra clave que no fuera la estrictamente institucional. La exigencia de la reina Letizia en su papel público es absoluta.
CAOS EN MANHATTAN
Estos días Nueva York se ha convertido en una ciudad inhóspita, con un clima bochornoso y un permanente atasco ya que al habitual caos circulatorio se ha sumado las extremas medidas de seguridad por la presencia de Obama y sesenta jefes de Estado y de Gobierno, entre ellos el Rey. En cualquier calle próxima al edificio de la ONU aparecía una ristra de coches negros con un presidente seguido por su equipo A y, si el mandatario era el líder chino le seguía un ejército más numeroso que el de los guerreros de Xian. Y todo por la celebración de la Asamblea General, otro caos organizativo que hace dudar de la capacidad del organismo para llevar a término sus objetivos. Al Rey le cambiaron, sin avisar, la hora de cada uno de sus discursos, dos en la cumbre de refugiados y otro ante el plenario. El lunes, como algunos oradores llegaron tarde y él, cumplidor como pocos, se había presentado a las ocho de la mañana para escuchar a los otros, lo sacaron a escena antes de tiempo para tapar huecos. El martes, todo lo contrario, el desorden fue tal que mandatarios de medio mundo hacían cola a la espera de subir al púlpito y la intervención del Rey se produjo finalmente tres horas después de lo previsto. Si la ONU no es capaz de organizar y respetar los horarios de sus reuniones, no sé cómo van a arreglar el mundo.