Bares de quita y pon
Antes de que la restauración fuera hipster (lean a Iker Morán en el espacio Comer de nuestra web), ya triunfaban los bares nuevos con muebles decapados, taburetes oxidados y paredes desconchadas. Ya hace tiempo que se lleva lo viejo aunque sea más fácil toparse con una pandilla de abueletes centenarios que con un bar de toda la vida. Los negocios abren y cierran a una velocidad de vértigo y los bares se han vuelto, como los restaurantes, espacios hechos en serie, de quita y pon.
No es extraño que cuando una barra roza la frontera secular, quienes han apoyado en ella sus codos quieran celebrarlo, como hicieron en Sant Antoni el domingo pasado. Varios centenares de vecinos se citaron en la esquina de Sepúlveda y Muntaner para brindar por La Principal, con 99 años a sus espaldas y sus viejos carteles publicitarios –de Ramon Casas y Leonetto Cappiello– recién restaurados. Bajo el lema “Salvem els bars històrics”, se manifestaron con vermut y hasta con un concurso de canelones de festa major que contó con el chef Jordi Vilà y la actriz Anna Barrachina como jurado. Hubo música, gigantes, cabezudos, globos. Y mucha nostalgia de todos aquellos establecimientos que han ido desapareciendo de la ciudad. Por eso La Principal quiere liderar una reivindicación: la de los bares más antiguos de Barcelona, para que se reconozca su valor histórico y se revaloricen como parte del patrimonio urbano.
Todos los días abren decenas de negocios de restauración. Y mientras los vecinos se preguntan cómo se repartirán el pastel tantos empresarios, cocineros, camareros y cocteleros, van desapareciendo las tiendas de toda la vida, aquellas que hacían que cada barrio fuera especial y distinto. Eso sí, podremos comer fuera de casa y, casi sin movernos, variar de menú todos los días . Aunque vivamos un siglo.