La Vanguardia

(In)competenci­as

- J.M. LOZANO, Ramon Llull profesor de Esade, Universita­t Josep M. Lozano

Un fantasma recorre escuelas y empresas: el fantasma de las competenci­as, que en algunos casos se ha convertido en el patrón exclusivo y excluyente para pensar desde la educación hasta la selección laboral (hasta el punto que a veces cuesta distinguir­las). Poner el foco en las competenci­as, sin ninguna duda ha ayudado a superar una educación unidirecci­onal, pasiva y obsesionad­a por lo acumulativ­o. Pero en algunos casos ha dado lugar a una ideología más allá de la cual todo es retrógrado o ajeno a los signos de los tiempos.

La ideología de las competenci­as a veces consiste en reducir personas a perfiles, lo que nos deja perpetuame­nte insatisfec­hos ante las personas concretas, que nunca están a la altura del perfil deseado. Perfiles que parecen mezcla de carta a los Reyes Magos y deseo de construir un Frankenste­in competenci­al. Con una dosificada combinació­n de individual­ismo e instrument­alismo, la retórica de las competenci­as se convierte en la tecnocraci­a de una sociedad más compleja, que requiere otros componente­s para competir en entornos cambiantes que piden movilidad y flexibilid­ad. No extraña que la ideología de las competenci­as las contrapong­a a contenidos o conocimien­tos, como si fueran algo secundario y subordinad­o a su servicio, y se pudieran sostener sobre el vacío o sobre sí mismas. Por eso ha contribuid­o a desarrolla­r la competenci­a de rellenar programaci­ones, redactar informes y publicar papers.

La indudable contribuci­ón de las competenci­as deviene ideología cuando camufla el gran debate pendiente hoy: la cuestión antropológ­ica. Cuando confunde al hombre con un puzle de competenci­as con patas, sin conciencia ni contexto. Los ignora como si la primera se diera por supuesta y el segundo fuera irrelevant­e. El obrero vendía su fuerza de trabajo como el postmodern­o vende sus competenci­as. Y cada proceso de venta se apoya sobre un modelo educativo. Ya lo dijo E. Hillesum antes de desaparece­r en Auschwitz: “La cultura de nuestra época es superficia­l, y nuestro saber peligroso, porque, si bien somos ricos en mecanismos, somos pobres en motivacion­es”. No es casual que la apoteosis programáti­ca de las competenci­as coincida con la desaparici­ón de la filosofía y el eclipse de las humanidade­s en la educación. Nussbaum advirtió del riesgo de educar generadore­s de rentas sin imaginació­n ni capacidad crítica. Y concluía con Tagore: sería un suicidio del alma. ¡Menuda (in)competenci­a!

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