El populista Trump
Hoy, martes día 8 de noviembre, los ciudadanos de Estados Unidos han de decidir entre Donald Trump y Hillary Clinton. Parece que el resultado será muy ajustado; contrariamente a lo que se había dicho hasta hace tres semanas, las encuestan marcan ahora una progresiva recuperación de Trump. Esto inquieta a mucha gente; excepto –claro está– a sus propios electores. Pero, en todo caso, en Europa la corriente mayoritaria se inclina hacia Hillary Clinton.
¿Qué representa Trump? Seguramente muchas cosas a la vez, pero todo el mundo coincide en que Trump reúne una amplia mayoría de votantes antisistema; votantes contrarios al
establishment que se identifica con Hillary Clinton. Curiosamente, pues, la expresión de la indignación, de los perjudicados por la crisis, de los desesperados toma como líder al más calificado de los representantes del sistema. Un empresario envuelto en escándalos, vinculado al mundo del juego y de la especulación es la esperanza de sus propias víctimas.
Esta es la contradicción del populismo; como descansa en la capacidad de hacer demagogia sin ninguna limitación, no hay nadie que lo pueda practicar mejor que el que, para enriquecerse, ha menospreciado cualquier código ético. El populismo se aprovecha de las crisis, pero no para resolverlas sino para hacerlas más permanentes. Todos los populismos europeos, aunque no les guste, tienen un nuevo líder mundial: Donald Trump.
De hecho, el estilo parece el de Chaves; el contenido recuerda a la Kirchner; algunos líderes europeos se inspiran en él a la hora de definir sus políticas antiinmigración. Son pocos los que saben que cuando en Europa se manifiestan contra el acuerdo comercial contra EE.UU., coinciden con lo que propone Trump. Todos los populismos se parecen; todos acaban mal. Y si Trump ganase, EE.UU. perdería. Sus votantes no lo saben; todos los demás lo temen.
Es fácil liderar a los descontentos; es muy difícil luchar para que dejen de estarlo. El resentimiento –a veces muy justificado–, la desigualdad irritante, los recortes y el empobrecimiento son agravios que amenazan la convivencia. Pero el populismo sólo se limita a denunciarlo, pero sabe que si se ayudara a resolver la situación, la contraprestación sería su desaparición.
Hillary Clinton tiene un reto muy difícil, ¡pero ojalá gane!
Los populismos europeos, aunque no les guste, tienen un nuevo líder mundial: Trump