La Vanguardia

Topos

- Carlos Zanón

Los topos hacen túneles bajo tierra. Tienen los topos lo que se llama visión túnel. No ves a los lados ni arriba o abajo: sólo enfrente de ti. Puede parecer aburrido pero de este modo trabajas mucho y no te distraes pensando que un túnel podría ser de otra manera. Los topos, en sus jornadas de trabajo y ratos de ocio, sólo coinciden con otros topos. Muchos o pocos, en túneles y guaridas, depende de la comunidad topera. Los topos comen lombrices que van encontrand­o en su hábitat. Hacen una comida al día. A veces, dos. La mayor parte de los topos no ha visto jamás la luz del sol. Un topo no tiene ni idea de que hay algo como la lluvia o El Corte Inglés. Pueden, eso sí, notar la humedad sino están cavando muy profundos. La posibilida­d de saber que existe El Corte Inglés es remota a menos que excavando den con una bolsa de plástico de esos grandes almacenes. En realidad los topos no tienen ni idea de que existen otras especies. Son unos animales orgullosos los topos. Al menos los que yo he conocido. El topo está casi convencido que no existe ningún otro animal que no sea topo y que ser topo es una bendición para el resto del universo. Todos los topos piensan más o menos lo mismo. Hablan entre ellos, y creen compartir las mismas opiniones sobre el fin del mundo o la calidad de la lombriz roja.

Para que todos excaven a una, los topos han desistido de pensar que hay ideas contrarias a las de uno. Por eso y para no debatir y cambiar de idea un día y otro, o quedarse siempre con el lado tibio de la cuestión, ahorraron dos inviernos y se compraron cadenas de televisión, periódicos, radios y magazines deportivos. En ellas sólo salen topos y hablan de lo mismo una y otra vez. De lombrices y decoración de guaridas, de leyes, banderas y decretos y penaltis no señalados y, a veces, del fin del mundo, que es un tema muy topo. No existe una razón concreta por esa querencia por el apocalipsi­s. Al menos yo no la conozco. Existe un Dios Topo que es un topo, claro. Hay quien dice que los topos son animales asustadizo­s. No es cierto. Es verdad que más de uno ha entrado en pánico cuando, por ejemplo, sin constar que hubiese ningún topo de derechas, luego hay elecciones y recuenten seis millones de votos conservado­res. O que no consigan superar un determinad­o tanto por ciento para cambiar de guarida cuando parecía que como todo el mundo decía lo mismo, pensaba todo el mundo igual. El impacto siempre es profundo. Los topos no entienden la situación creada por ellos mismos. No aciertan a saber qué ha pasado y muchos se ponen nerviosos. Les desespera tener que enfrentars­e a la posibilida­d de que exista un espejo frente a ellos y detrás de este, como mínimo, otros topos. Y más allá, más espejos y toperas y, quién sabe, si otras especies. En esas situacione­s traumática­s ha habido topos que se han hecho más topo aún y topos que han pensado que quizás las lombrices también tengan su dios lombriz o quienes aseguran que en enero El Corte Inglés es el fin del mundo.

Les desespera enfrentars­e a la posibilida­d de que exista un espejo frente a ellos y, detrás de este, otros topos

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