La Vanguardia

Entre cochecitos de golf y Viagra

Donald Trump arrasa en The Villages (Florida), la mayor comunidad del mundo para la tercera edad

- ANDY ROBINSON The Villages (Florida) Enviado especial

A juzgar por las pegatinas en los cochecitos de golf que circulaban ayer por The Villages, la comunidad de la tercera edad más grande del mundo, Donald Trump aún tenía posibilida­des de ganar en Florida. “Trump train”, rezaba una. “Lock her up, vote Trump” (Ella, a la cárcel, votad a Trump), otra. Hay que entender que, para los 120.000 habitantes de The Villages, todos mayores de 55 años y el 98,4% blancos, el cochecito de golf no es sólo el medio de transporte más utilizado, sino “una afirmación de quién eres”, según explica John Calandro, el presidente del Partido Republican­o en estos distritos de Florida, a 100 kilómetros al norte de Orlando. Y, efectivame­nte, los trumpistas de The Villages no van en Harley Davidson o en un Jeep Cherokee, como en otras partes de la América republican­a, sino en esos pequeños vehículos, ideales para recorrer las decenas de urbanizaci­ones y los tres centros de ocio conectados con carriles para los carritos. Perfectos para ir a votar ayer, aunque el 70% de los republican­os en The Villages –donde la participac­ión suele rebasar el 80%– ya habían votado. Eso sí, los hombres de Trump prefieren los cochecitos con motor de gasolina y no los eléctricos. Algunos hasta tunean el motor como si se tratase de un Mustang. “Quieren ir a 30 millas por hora cuando el límite es de 20; son un poco prepotente­s esos republican­os”, dice Dan Starck, residente de la urbanizaci­ón Amelia, uno de los pocos demócratas en The Villages. Aunque no lleva una pegatina pro Hillary en el suyo, quizás porque en la campaña del 2012 hubo casos de vandalismo contra cochecitos pro Obama. “Aquí buscamos una vida tranquila y la temperatur­a es fantástica”, dice Starck, que nació hace 72 años en el norte de Minnesota, donde las temperatur­as invernales en aquel entonces llegaban a los 20 grados bajo cero.

Las noticias sobre un récord de participac­ión hispana en Miami –el feudo demócrata– no habían desanimado a Calandro. “Nosotros contrarres­taremos lo que pasa en otras partes de Florida”, decía. Y en el resto del país “puede haber una sorpresa tipo Brexit; hay un deseo de cambio”, añadía.

Otros admiradore­s de Trump en The Villages no lo tenían tan claro. “Aquí el 90% somos pro Trump, pero el resultado estará decidido de antemano, está amaser ñado. Querían el primer presidente negro; ahora quieren la primera mujer y lo conseguirá­n”, dice Paul Perrete, ex conductor de autobús en Nueva Jersey, de 75 años, que votará a Trump. “Hillary es la mafia”, añade. Luego recuerda con añoranza aquellos tiempos después de la guerra en el Lower East Side de Manhattan, donde nació en el seno de una familia italiana. Antes de la llegada de los negros y los hispanos, los artistas, los yuppies y los hipsters. Aquellos años en los que, precisamen­te, mandaba la mafia.

Los niños y jóvenes brillan por su ausencia en The Village, a diferencia de los pueblos hispanos más al sur. Pero la población en esta ciudad de viejos crece al 4% o al 5% cada año, más que en ningún otro municipio de EE.UU. Es el ultimo refugio para esas clases medio-bajas blancas procedente­s de Michigan, las provincias de Nueva York, Pensilvani­a, Ohio. Es gente corriente. Estas no son urbanizaci­ones con puerto deportivo y playa privada, como las de Palm Beach o Naples. La renta media de The Villages es sólo de 45.000 dólares. Una casa de dos habitacion­es cuesta unos 250.000 dólares y sólo pagas 150 dólares al año para participar en decenas de actividade­s, desde remo en el lago a yoga y baile. Sin olvidar los 52 campos de golf. No son como los de Trump en Palm Beach y Miami, pero hay uno de Arnold Palmer.

Lo curioso de The Villages es que aunque los residentes salgan en convoy a votar en sus cochecitos de golf con banderas colocadas en el capó, la verdad es que da lo mismo quién gane aquí en este mundo aislado. “Están aquí para escapar; olvidarse de cosas como el cambio climático o la calidad de la enseñanza pública; es su última parada”, dice Carl Hiaasen, escritor de best-sellers policiacos, residente de Vero Beach, dos horas más al sur.

Hasta las mujeres votan a Trump en The Villages. “Yo siempre he apostado por Donald; va a hacer cosas buenas para la nación”, explicaba Shirley Ellis, de Panamá City , la ciudad conservado­ra en el extremo norte de Florida. Llevaba un pañuelo en la cabeza que habría parecido un hiyab de no tener un estampado con las barras y estrellas. Salía con una amiga demócrata de RJ Gator, en la orilla del lago, un restaurant­e especializ­ado en alitas de pollo y bocaditos de caimán. Ali Shirley había cantado, los brazos levantados, Proud to be an american, la canción de country de Lee Greenwood, un éxito de ventas en los años Bush. “Estoy orgulloso de americano, donde por lo menos sé que soy libre”. Ese “por lo menos” viene a cuento para estos estadounid­enses frustrados y resentidos, movilizado­s por Trump.

Pero The Villages no deja de ser el último destino de los baby boomers, conservado­res, sí, pero inevitable­mente trasformad­os por la revolución cultural de los sesenta. La música ambiental que suena por los altavoces colgados de las farolas y las palmeras no sólo incluye a David Dundas (Jeans On), sino también a The Beatles y hasta Bob Dylan, aunque se saltan Forever Young. “Aquí la gente hace de todo; hay un síndrome Peter Pan”, dice Calandro.

Si Trump pretende recuperar las glorias del pasado imperial e industrial, muchos residentes de The Villages parecen querer recuperar las glorias de su propio pasado biológico. En los bailes con música en directo en la plaza y el karaoke en el Waterfront Hotel, se consumen grandes cantidades de alcohol. “La happy hour en The Villages es casi una religión”, explica Calandro. Y para quienes padecen el síndrome Peter Pan, quizás con una dosis de orgullo herido masculino, el alcohol conduce a otras cosas. “Como estamos en la era de la Viagra, hay aventuras apasionada­s con las mujeres de otros y, bueno, han tenido problemas con enfermedad­es de transmisió­n sexual”, explica Hiaasen.

De modo que, para complement­ar los cursos de acuarela, tenis o literatura americana, “las autoridade­s de Sanidad han tenido que montar programas de educación sexual”, dice.

QUIEREN CORRER MÁS Aquí priman los cochecitos con pegatinas pro Trump, algunos tuneados

REPRESENTA­NTE DEL GOP “Contrarres­taremos lo que pasa en otras partes de Florida”, dice John Calandro

UNA CIUDAD QUE CRECE The Villages tiene 120.000 habitantes, el 98,4% blancos y de clase media baja

SÍNDROME PETER PAN “La ‘happy hour’ es aquí casi una religión y hay apasionada­s aventuras sexuales”

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ANDY ROBINSON. Carteles a favor del candidato republican­o o con sus eslóganes de campaña, en uno de los miles de cochecitos de golf que circulan por The Villages (Florida)
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