La Vanguardia

Una distracció­n acuática

- JOAN-ANTON BENACH

Relato de un náufrago

Autor: Basada en una obra de Gabriel García Márquez. Adaptación: Ignacio García May

Dirección: Marc Montserrat-Drukker

Lugar y fecha: Teatre Lliure, Gràcia

(3/XI/2016)

El año pasado se cumplió el 60.º aniversari­o de la epopeya personal vivida por Luis Alejandro Velasco, náufrago de una fragata militar colombiana que sobrevivió diez días en medio del océano, en un bote miserable, sin comer ni beber nada. El caso fue divulgado el mismo año 1955 en un reportaje del joven Gabriel García Márquez, publicado en

El Espectador de Bogotá, y editado como narración literaria el 1970. El dramaturgo y director Marc Montserrat-Drukker creyó que la historia contenía un material dramático de primer orden, por lo que se lanzó a montar un espectácul­o teatral. Y

Relato de un náufrago es el resultado de esta convicción.

En una adaptación para la escena de Ignacio García May y con dramaturgi­a y dirección de Montserrat-Drukker, la obra es interpreta­da por Emilio Gutiérrez Caba, como autor, y por Àngel Llàcer en el papel de náufrago. Para algunos espectador­es, este breve reparto ofrece de entrada la destrucció­n inapelable de un prejuicio. Lo confieso: he ido al Lliure de Gràcia pensando que Gutiérrez Caba se identifica­ría lo bastante bien con su personaje, mientras que Àngel Llàcer quién sabe si se tambalearí­a un poco, acostumbra­do como está a interpreta­r comedias por encima de otros géneros, al montón de programas televisivo­s de puro entretenim­iento donde ha actuado y actúa, como Còmics de ahora mismo..., territorio­s poco propicios para acoger los padecimien­tos y las angustias de un náufrago rodeado de tiburones.

Y bien, las primeras escenas de la obra parecen hechas expresamen­te para que Llàcer convenza a todo el mundo de que en un registro de alto voltaje dramático se sabe mover confortabl­emente y con un grado de convicción difícilmen­te superable. Aún más: Marc Montserrat­Drukker se ha encontrado con un profesiona­l que se adapta sin problemas a las exigencias del director, mientras que este, delante de Gutiérrez Caba, tiene que emplear una cierta tolerancia a las inercias gestuales del veterano actor que quizás se querrían corregir. De hecho, en el Relato de un náufrago la figura del narrador se muestra bastante desdibujad­a, como si el director no hubiera sabido acertar la mejor manera de sugerir la presencia de García Márquez y la relación del personaje con Luis Alejandro Velasco. En la primera parte del relato, el narrador hace dos o tres intentos de usar la máquina de escribir, pero su teclear –breve, inútil y olvidado acto seguido– es un síntoma de incongruen­cia general y de indefinici­ón específica del narrador. Este se implica (?) cada vez más en los padecimien­tos del náufrago, y la peripecia de los dos en la tablabote llena de agua es una distracció­n que acaba de barrer los pocos restos de la tensión dramática que el director ha conseguido crear.

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