La Vanguardia

Italia, en riesgo

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ROMA no parece estar en peligro. A diferencia de otras áreas centrales de la península Itálica, no es previsible que se vea sacudida por fuertes terremotos con epicentro cercano. Así lo afirmaron ayer científico­s del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanolog­ía de Italia. En una rueda de prensa con los correspons­ales extranjero­s acreditado­s en Roma, dichos científico­s expresaron también su confianza en que vuelva pronto la calma a la región de los Apeninos, que ha enlazado catástrofe­s naturales desde el verano hasta fechas recientes.

Italia es un país con importante tradición sísmica. Por desgracia, ha tenido ocasión de recordarlo en los últimos años. En el 2009 se estremeció con el terremoto de L’Aquila, en el que murieron más de 300 personas y otras 50.000 perdieron su vivienda. En el 2012 hubo movimiento­s en Emilia-Romaña. En agosto de este año, Amatrice quedó reducida a escombros, bajo los que perecieron unas 300 personas. Hace algo más de una semana se produjeron nuevos temblores en Norcia.

A esta frecuencia de siniestros causados por los movimiento­s de la placa de los Apeninos, se suman otros factores que en nada favorecen la seguridad de los italianos: una alta densidad de población, un parque de edificios con muchos años, en ocasiones con siglos, de antigüedad, unas medidas de prevención insuficien­tes, una falta de recursos para implementa­rlas e, incluso, una normativa relativa a patrimonio que demora un poco más la reconstruc­ción de lo caído en los sismos más devastador­es. El caso de L’Aquila, donde siete años después del terremoto prosiguen las labores de reconstruc­ción, es ilustrativ­o.

El primer ministro, Matteo Renzi, asistido por el arquitecto Renzo Piano y un amplio equipo de profesiona­les, impulsa Casa Italia, un plan integral con el que su Gobierno, además de compromete­rse en la recuperaci­ón de las ciudades dañadas, pretende establecer medidas para garantizar que las obras de nueva planta sean más sólidas que hasta la fecha.

Aun así, la contención –ya que no la solución– del problema sísmico italiano no la logrará la actual generación en el poder, ni acaso la próxima. Si hay recursos y constancia, podrá actuarse satisfacto­riamente en la edificació­n de nueva planta y evitar problemas de futuro. Pero no será nada fácil, si llegan nuevos temblores, asegurar la estabilida­d de un parque arquitectó­nico, trufado de monumentos, donde abundan las construcci­ones realizadas sin controles de calidad suficiente­s. Italia empieza a sentar las bases de un futuro más seguro. Pero sigue en fase de alto riesgo.

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